Barcelona, 27 de junio de 875. Hace 1.147 años. Wifredo, llamado el Velloso, conde carolingio de Urgell y de Cerdanya, y futuro conde carolingio de Barcelona, de Osona y de Girona, se casaba con Guinidilda, hija de Balduino, llamado Brazo de Hierro y conde carolingio de Flandes, y de Judit, hija del rey Carlos I de Francia, llamado el Calvo, y nieta del emperador Carlomagno. Aquella unión matrimonial (la de un conde de la periferia extrema del reino con una princesa de la familia imperial), que era un hecho totalmente inédito en el sur de los Pirineos, revolucionaría la vida política y militar de los condados carolingios catalanes. Hasta el punto de que no es posible explicar la creación de la dinastía nacional catalana de los Bellónida (a finales del siglo IX) o la primera independencia (a caballo entre el año 1000) sin la existencia de la condesa Guinidilda.

Mapa de la fragmentación política de Inglaterra en tiempo de Judit y Guinidilda. Font Atlas of England
Mapa de la fragmentación política de Inglaterra en tiempo de Judit y Guinidilda / Fuente: Atlas of England

La controversia del origen de Guinidilda

El origen de Guinidilda siempre ha generado controversia en el mundo de la investigación historiográfica. Algunos historiadores —como el archivista Pròsper de Bofarull (siglo XIX)— apuntan a que Guinidilda sería hija de Sunifredo, un magnate local que con la creación carolingia de la marca de Gotia se había convertido en conde de Rosselló y de Empúries. Otros —como el historiador, profesor y escritor Jaume Sobrequés— apuntan a un origen similar, con la diferencia de que el suegro del Velloso habría sido Borrell, probablemente pariente de Sunifredo, pero establecido en el sitial condal de Urgell y de Cerdanya. Y todavía otros —como la historiadora y escritora inglesa Alison Weir— afirman que la filiación imperial de Guinidilda está más que probada en las Gesta Comitum Barchinonensium, una crónica histórica redactada por los monjes del monasterio de Ripoll a finales del siglo XII.

La tesis 'imperial'

Pero los hechos que se desencadenan a partir del matrimonio de Wifredo y Guinidilda van, claramente, en el sentido de la tesis imperial. Difícilmente un conde nombrado a dedo (un funcionario que se le había encargado la gestión del gobierno de un territorio periférico y en precario por la constante amenaza del califato) se podía permitir el lujo de tener una idea patrimonial del cargo sin el apoyo o el consentimiento del poder central. Y si bien es cierto que, en aquel momento, los barones que gestionaban el gobierno de los grandes condados del reino (Tolosa, Aquitania, Borgoña, Normandía) desafiaban el poder central y convertían su cargo en hereditario (génesis de la Revolución Feudal), también lo es —cuando menos, es muy probable— que Wifredo (que tenía un peso ínfimo en aquel mundo) secundara aquel ejemplo porque tenía a su lado un apoyo importantísimo.

Mapa de la fragmentación política de Francia en tiempo del conde Borrell. Fuente Atlas Historique de France
Mapa de la fragmentación política de Francia en tiempo del conde Borrell / Fuente: Atles Historique de France

Judit, la madre de Guinidilda

Siguiendo con la tesis imperial, diremos que el origen familiar de Guinidilda fue muy azaroso. Su madre, Judit (hija del rey Carlos de Francia), con tan sólo doce años de edad, fue casada con un personaje que le cuadruplicaba la edad: el rey Ethelwulfo de Wessex (un dominio independiente al sur de Inglaterra). Carlos, consciente de que Ethelwulfo vería muy prestigiada su posición por el matrimonio con una princesa imperial, le exigió que asociara a Judit al gobierno. Y este hecho provocaría una guerra civil en Wessex que culminaría con la muerte de Ethelwulfo. Carlos de Francia, en una rápida maniobra, la casó, de nuevo, con Ethelbaldo, hijo del difunto, que sólo le duplicaba la edad, pero no consiguió modificar el rumbo de aquella revuelta. Ethelbaldo también acabó criando malvas y la doblemente viuda Judit tuvo que escapar precipitadamente.

El 'secuestro' de Judit

Después de esta convulsa experiencia en Inglaterra, Judit se refugió en el monasterio de Senlis (al norte de París). Con todo, según la historiadora inglesa Janet L. Nelson (del King's College de Londres), el recogimiento le duró muy poco. Judit había pasado cinco años en Wessex (855-860) y en aquel momento (861) ya tenía diecisiete años, sin embargo, según las crónicas de la época, sus anteriores matrimonios no se habían consumado y era, a ojos de aquella sociedad, una reina destronada pero inmaculada. No sabemos si eso motivó lo que pasó acto seguido, pero lo que afirma la profesora Nelson es que Judit cayó rendida a los brazos de Balduino un joven forestier (guardabosques real) del condado carolingio de Flandes. Judit y Balduino protagonizaron una fuga (con consumación incluida) que removió todos los cimientos políticos de París y de Roma.

Judit y Guinidilda

Según la investigadora Alison Weis, Guinidilda nació en algún momento del año 861. Habría sido, por lo tanto, la primera hija de la pareja formada por Balduino y Judit y habría nacido en una época en que sus padres vivían en la semiclandestinidad (perseguidos por el rey y protegidos por el Papa). La misma investigadora revela que, posteriormente (hacia el 862), el rey Carlos perdonó a su hija y a su yerno. Balduino fue elevado a la categoría de conde de Flandes, y las crónicas de la época lo describen como un fiable servidor de su suegro: expulsó a los vikingos que habían ocupado Frisia (en el extremo norte del condado carolingio de Flandes) y se ganó el apelativo de "Brazo de Hierro". No obstante, Guinidilda, hija del secuestro, parecía condenada a cierta marginación y nunca —cuando menos, aparentemente— despertaría un interés especial en la cancillería carolingia.

Mapa de la Marca de Gòtia en tiempo de Guifré el Pilós. Fuente Archivo ElNacional
Mapa de la marca de Gotia en tiempo de Wifredo el Pilós

Guinidilda y los Bellónidas

En el momento de las bodas (875), Wifredo (35) se aproximaba más a la edad de sus suegros Balduino (45) y Judit (41), que a la novia Guinidilda (14). Pero había una motivación adicional que confirmaría que aquella boda era más que el máximo al que podía aspirar la familia del viejo forestier. La gente de Wifredo (los padres, los tíos y los abuelos) habían tenido un papel muy destacado en la Revuelta de Aissó (826) en los condados catalanes, que había enfrentado ciertas oligarquías indígenas con el poder impuesto desde la corte carolingia. Los Bellónida, aunque eran de origen indígena, se habían posicionado a favor del aparato franco. Y se habían convertido en el puntal del poder carolingio en la marca de Gotia. El matrimonio con Guinidilda y la posibilidad de crear, en Barcelona, una rama menor de la familia imperial, era el reconocimiento a esta lealtad.