Desde el siglo I A.C. hasta el siglo IV D.C., la guardia pretoriana conformó un cuerpo de élite en la organización militar romana que llegó a su momento de máxima expansión durante el siglo I D.C., en que estas fuerzas concebidas inicialmente como una escolta para altos dignatarios se acabó convirtiendo en la guardia personal del emperador y, al mismo tiempo, en una pieza clave e indispensable del poder romano, con capacidad para proteger al emperador romano, pero también, según las circunstancias, derrocarlos y nombrar a sus sustitutos.

Así lo explica Guy de la Bédoyère en el libro La Guardia pretoriana. Ascenso y caída de la escolta imperial de Roma (Pasado & Presente, 2017), donde narra los casi 400 años en que este cuerpo de élite se convirtió en uno de los principales poderes fácticos del Imperio Romano.

Oficialmente, la guardia pretoriana fue fundada por el emperador Octavio Augusto en el año 27 A.C., pero sus orígenes se remontan a unos cuarenta años antes, cuando unidades ya conocidas como pretorianas combaten a las órdenes de Marco Petreyo y posteriormente, de Julio César. La Guerra Civil entre Marco Antonio i Octavio comportó el enfrentamiento entre las respectivas Guardias Pretorianas y con la llegada de Octavio a la dignidad imperial se convirtieron en una fuerza indispensable al servicio del emperador hasta su disolución en el año 312, en tiempo del emperador Constantino I.

Ahora bien, la relación entre los pretorianos y el emperador siempre fue bidireccional, porque si bien los pretorianos debían al emperador todo sus privilegios -el doble de paga que los legionarios, un tiempo de servicio más corto, el orgullo de ser miembros de un cuerpo de élite, acantonamiento en las afueras de roma o en todo caso, en la península Itàlica y otros-, el primer dignatario de Roma les debía a ellos su protección, que es casi lo mismo que decir, su poder y, aún más, su vida.

"Lealtad condicional y transferible"

De hecho, valores como la lealtad y la adhesión a una persona concreta -a quiénes juraban lealtad- quedan muy en duda al recorrer la trayectoria histórica de los pretorianos, ya que tuvieron muy a menudo en sus manos el destino del imperio y del emperador.

"La impresión que da el cuerpo -escribe el autor-, es la de una organización que actuaba de manera parecida a un contratista estatal para todo y a quien se le encargaba todo lo que hacía falta por no tener otra entidad disponible o cualificada para satisfacer los requisitos del Estado". Por lo tanto, "de no haber existido la guardia pretoriana, Augusto habría tenido que inventarla o crear alguna cosa parecida", pero también, la guardia "no habría sido nada de no haber tenido el emperador", porque sin él "no tenía identidad, ni objetivo, ni sueldo". Esta relación en las dos direcciones llevaba a la conclusión que los unos dependían del otro y viceversa, una situación que, cuando venían malos tiempos, podía convertir la lealtad en "condicional y transferible".

Ejemplos históricos no faltan, y seguramente el más popular -gracias a la novela y la serie televisiva Yo, Claudio- es el de la llegada al poder de Claudio justo después del asesinato de Calígula, pero en casi todos los asesinatos de emperadores hubo pretorianos implicados. Muestra, una vez más, de su capacidad como poder fáctico de decidir los destinos del imperio.

De hecho, más allá de la evidente teatralización del hecho histórico, en la mencionada serie se refleja claramente cómo el destino de los pretorianos depende, precisamente, del hecho de que haya un emperador de su agrado.

Divulgación histórica

El historiador Guy de la Bédoyère (Londres, 1957) es autor de varios libros sobre la historia de Roma y colaborador habitual de la serie de divulgación histórica Time Team del Channel 4 británico.

Con este mismo sentido de la divulgación, pero con todo el rigor histórico, el autor bebe de las fuentes históricas para explicar lo que se sabe de este cuerpo militar de élite, remarcando también las innumerables lagunas, sobre todo con respecto a organización de las cohortes pretorianas y en especial de su número, que podría oscilar entre los 5.000 y los 10.000 efectivos según las épocas.

Este mismo rigor es lo que lleva a De la Bédoyère a obviar aspectos quizás más interesantes para un público más popular, como con respecto a la uniformización y armamento de los pretorianos. De hecho, apunta que a menudo iban sin uniforme, una característica muy alejada a recreaciones cinematográficas como la de Gladiator, donde la guardia personal del emperador viste unos uniformes negros tan lustrosos como probablemente irreales.

Por todo ello, La guardia pretoriana se convierte en una buena herramienta para dar a conocer, más allá del mito, la historia de un cuerpo militar que a lo largo de aproximadamente cuatro siglos tuvo como máxima función proteger la vida de los emperadores. O quitársela.