El Museu d'Arqueologia de Catalunya tiene previsto poner en valor el fondo que custodia mediante exposiciones que conecten con inquietudes actuales. Aprovechando el interés que despierta en los últimos años la gastronomía, ha organizado la exposición "El genio culinario. Innovaciones que marcan nuestra cocina". Una iniciativa muy oportuna, si tenemos en cuenta que este año se celebra el Año de la Gastronomía y del Enoturismo. "El genio culinario" tiene un punto de partida muy interesante: conectar prácticas culinarias del pasado que conocemos a través de la arqueología con prácticas gastronómicas actuales. Era un punto de partida magnífico para acercar al gran público a la arqueología.

Ideas básicas

La parte central de la exposición se centra en analizar seis innovaciones de otros ámbitos que han acabado por afectar a la cocina y por marcar nuestras costumbres gastronómicas. A partir de aquí se plantean seis afirmaciones. "Si no hubieran inventado el cuchillo no podríamos comer albóndigas". "Si no hubieran aprendido a hacer cocciones en agua no comeríamos cocido". "Si no hubieran inventado el molino de piedra no comeríamos coca de recapte". "Si no hubieran desarrollado el trabajo del hierro no podríamos comer paella". "Si no hubieran introducido la cría del pollo no podríamos comer croquetas líquidas". "Si no hubieran inventado la cerámica no podríamos comer sepia con guisantes". Un discurso, como se puede ver, que no puede ser más simple. Ningún margen para el debate; ningún espacio para la polémica.

De las piezas en el recetario

La mayoría de las piezas que se exponen no son muy vistosas. Tal vez son muy significativas para determinados estudios arqueológicos, pero para el público en general estos objetos no hablan por sí solos. Eso se intenta compensar con una puesta en escena espectacular. No era suficiente con poner una fotografía de la sepia con albóndigas. No: aquí se presenta una mesa de cocina, con la receta a la parte superior, y con una serie de cajones que, cuando se abren, muestran fotografías de los ingredientes para hacer la sepia y, finalmente, imágenes de la sepia cocinada. Quizá los organizadores pensaban que el visitante no era capaz de imaginarse cómo se cocinaba la sepia. O han querido compensar la falta de materiales arqueológicos con material propio de un blog de cocina. Aquel que no aprenda nada de arqueología en la visita a la exposición, como mínimo podrá aprender cómo se hace la famosa croqueta líquida del Bulli.

Una exposición para pensar

Esta exposición, pues, invita a pensar. No por la profundidad de su contenido, sino porque hace reflexionar sobre cuál es el papel reservado hoy en día a la museología y, en particular, a las exposiciones. El ingente conocimiento científico que producen día a día las ciencias sociales parece que no acaba nunca de transmitirse a la población. Y las continuas exposiciones sólo se convierten en una forma de entretenimiento intrascendente para las élites intelectuales del país. De esta forma, un museo público acaba organizando actividades tan elitistas como una "cena con genio", en qué por 60 euros por persona, se combina "rigor científico" con "placer gastronómico". Los asistentes a esta cena tan "rigurosa" podrán comer los mejores platos, beber los mejores vinos, ver la exposición, y recibir "un cuchillo de sílex especialmente cortado con técnicas prehistóricas". Todo un programa de popularización de la cultura.

Las excepciones

Dos elementos dentro de la exposición tenían un interés superior al del resto. Uno es el apartado "Digestiones", que analiza como la alimentación marca la evolución humana (un campo de estudios en el que últimamente se ha adelantado mucho). Desdichadamente, el tema se trata sólo de puntillas y las piezas que lo ilustran son bien pobres. El otro espacio de gran interés es el que se centra en los restos encontrados en el Silo de Pontós, en el Alt Empordà. Allí se localizaron los restos de un gran banquete de hace 2.400 años (presentado publicitariamente como "El banquete más antiguo de Cataluña). Gracias a la buena conservación del yacimiento, se ha podido saber que aquello eran los restos de una comida que podría haber agrupado a 150 personas. Mediante el hoyo de desperdicios se ha podido concluir que se había consumido un buey, tres cerdos, una cabra, un cordero, un conejo, once gallinas, once palomas torcaces, una perdiz, un pato y muchos pescados de diferentes tipos, todo acompañado de panes o galletas. Un auténtico festín, que está muy bien documentado, ya que en el silo también se han encontrado piezas de cerámica de la época.

 

El triunfo del diseño

Para representar la invención del fuego, cuando entras en la sala de la exposición, una pantalla enmarcada en un cubo de madera te presenta una espectacular filmación. Los objetos que se exponen están lejos de ser piezas únicas, pero no se exponen en vitrinas simpes, sino en unos estilizados muebles elaborados expresamente para la muestra. En el tercer espacio de la exposición se presenta la receta de varios platos y sus ingredientes, pero no lo muestran en un sencillo panel, sino en un mueble que recuerda la cocina-laboratorio de Ferran Adrià. Todo eso, fabricado expresamente para esta exposición. Hace treinta años la importancia de una exposición era valorada por la originalidad y calidad de las piezas. Más adelante se dio más importante al discurso museístico y al aspecto didáctico. Parece ser que, hoy en día, la importancia de una exposición radica básicamente en el diseño y en las personalidades que acuden a la inauguración. "El geni culinari", que contaba con Ferran Adrià y Eudald Carbonell, debe ser considerada una gran exposición.