Cuando un autor realiza una gran obra, siempre hay la posibilidad que haya sido un golpe de suerte. Cuando son dos, esta posibilidad ya es mucho más pequeña. Pero con la tercera ya no hay ninguna duda que estamos ante un genio. Es el caso del director italiano Paolo Sorrentino, que tras las magníficas La gran belleza y La juventud, nos lleva trae otra película para enmarcar, esta vez para Netflix. È stata la mano di Dio, traducida al castellano como Fue la mano de Dios, nos transporta a su juventud en Nápoles para mostrarnos los acontecimientos que lo llevaron a convertirse en director de cine, entre los cuales, curiosamente, tiene mucha importancia la figura de Maradona.

La juventud de Paolo

Maradona no se una persona cualquiera” cantaba Andrés Calamaro, y Sorrentino está completamente de acuerdo. No ha habido en el mundo un futbolista más influyente. Al menos para el director, a quien la llegada de la estrella argentina a Nápoles en 1984 marcó su vida hasta el punto de convertir uno de sus goles en el título de su autobiografía.

Ahora bien, la película no trata sobre fútbol. Es solo un elemento más de la juventud de Paolo - que por pura casualidad acaba adquiriendo un gran significado -, como también lo son la ciudad de Nápoles, la fascinación por el cine, el despertar sexual y, sobre todo, la familia.

La relación que tiene con su familia el protagonista, a quien hasta ahora hemos llamado Paolo Sorrentino pero que en la ficción adopta el nombre de Fabietto Schisa, es realmente potente, en gran parte porque el joven es incapaz de hacer amigos más allá del núcleo familiar. Un fuerte vínculo entre padres e hijo que enternece el corazón gracias al juego entre el drama y la comedia.

Fue la mano de Dios

Tragedia llena de comicidad

Y es que Fue la mando de Dios es una tragedia llena de comicidad. Si a las bromas que se gastan entre ellos los padres de Fabietto le sumamos toda una serie de personajes estrafalarios, como la abuela que solo insulta mientras come burrata o el recién llegado de 70 años que necesita una máquina para poder hablar, la atmósfera casi absurda que se genera resulta divertidísima.

De hecho, la obra se encuentra en su mejor momento de forma en estas secuencias familiares tan llenas de vida y humor que Sorrentino captura con elegancia. Esto no quiere decir que la película no brille en sus partes más dramáticas, pero en el retrato de la caótica cotidianidad parece encontrarse más cómodo que en la tragedia.

Quizás también porque el humor depende de la interpretación de muchos actores cargados de experiencia, entre los cuales encontramos al ya habitual Toni Servillo en el papel de padre, y la tragedia recae toda en el joven Filippo Scotti, que cumple sin lucirse como joven introvertido con un mundo interior rico al más puro estilo Timothée Chalamet.

fue la mano de dios 1

Carta de amor a Nápoles

Y no podemos hablar de una obra de Sorrentino sin tener en cuenta su cuidada estética. En este caso, el autor decide innovar respecto de sus obras anteriores con una directora de fotografía diferente, Daria D’Antonio, que le da unos resultados igualmente excelentes.

El motivo de esta elección es que ella se había criado en Nápoles igual que él, y quería capturar la esencia de la ciudad a través de las imágenes, lo cual podemos comprobar desde la espectacular primera secuencia de la película, que repasa toda la ciudad desde el mar.

Al fin y al cabo, Fue la mando de Dios es una carta de amor a Nápoles, porque Sorrentino le pone el foco en una obra que quiere transmitir los motivos que le llevaron a ser el genial director de cine que es ahora. La ciudad, por lo tanto, es uno de los principales, igual que la familia, e igual, también, que Diego Armando Maradona.