Seguramente, de haber sido más concreta y clarividente, Leslie Feist estaría ahora en otro escalafón y tocando en recintos más grandes. Pero ella, de mutuo propio, no lo ha querido así. A veces es la industria la que te marca el futuro y, en otras, no es más que tu decisión. El suyo no es el único, hay más casos parecidos abundando sobre esa teoría: para qué quiero más si con esto tengo suficiente. Una cuestión que explicaba a la perfección Neneh Cherry, otra que caminó sobre esa delgada línea. “El destino no quiso que aquello fuese así, hubo muchas causas. Hubo cosas que me impresionaron, encontré que ese mundo no me pertenecía, no quise ser una artista de masas. Tenía que elegir y yo preferí apartarme a un lado, mi vida hubiese cambiado mucho, no estaría tan cómoda conmigo misma. Y la verdad, no hay decisiones acertadas o erróneas, todas son respetables. Lo importante es no dejar de ser tú misma”.
A la canadiense, como a Neneh, solo le interesa hacer cosas que la hagan sentir bien. Por eso decidió abandonar la gira con Arcade Fire, los rumores de acoso y abuso la incomodaban. Por tanto, esa sensación de bienestar la traslada a sus discos, a la promoción de su trabajo, a su día a día. No cabe duda que Feist es una mujer inquieta, basta con darse un paseo por YouTube. Por ejemplo, en el espacio que hay para videos cortos, se la puede ver en una actuación fabulosa con The Tragically Hip en los Juno Awards de 2021 (una banda enorme en Canadá y poco seguida aquí), a Rufus Wainwright alardeando de participar en un festival junto a ella y Judy Collins, en una entrevista en la que habla de maternidad con este titular “noches largas, años cortos” o como de su mayor éxito 1234 hacen versión The Distance, un dúo que hace de esa virtud para adaptar canciones un verdadero arte.

En su lista, que puedes encontrar en su página web, hay alrededor de ochenta y prometen colgar más. La primera, por orden alfabético, es esa pieza de Feist tan desenfadada que todos hemos tarareado alguna vez. En su último disco no hay canciones tan inmediatas como esa (la que más se la acerca es In Lightning). El grueso se basa, salvo en un par de tomas, en un sonido más cristalino, más íntimo. La maternidad y el fallecimiento de su padre fueron la inspiración para este Multitudes. En cualquier caso, también cabe destacar cómo cuida el proceso, ella crea y elige qué se queda y qué descarta. Asimismo, Feist utiliza otro banco de pruebas insólito: tocar las canciones en espacios muy reducidos. Te la imaginas en una cita con su psicólogo, un plan a escondidas y dentro de una madriguera. Incluso, le da tiempo a dar un grito como el de Borrow Trouble. Ese aullido desesperado busca respuestas que la completen como persona y como músico. Y, por lo que pudimos comprobar en Razzmatazz, en directo persigue eso; una experiencia que nunca vas a olvidar.
De entrada, el concepto: un concierto dividido en dos partes. Para la primera, un escenario circular y ella sola ubicada en el centro. Un juego que plantea a través de una pantalla y de un teléfono móvil, mostrar imágenes en vivo de lo que sucede y, para quien se atreva, descubrir qué hay en cada uno de nosotros. Feist propone una ceremonia interactiva e inclusiva; todos formamos parte de la misma. En principio, todo parte de una idea sencilla, pero no lo es. Seguro que ella y su equipo han estado durante meses estudiando al milímetro cada movimiento. Y sí, es cercana, habla con absoluta naturalidad, baila al compás de sus seguidores, les abraza, pero la reina ahí arriba es Feist. En ese tramo, destacan The Redwing y Century, recita textos de una libreta, interpretando con la misma pasión que estando al frente de ese teatro social que defiende a capa y espada. El viaje desde ese escenario hasta el principal en que le espera la banda es intrigante.
Su propuesta es pura fantasía. No habrás visto, ni verás, nada parecido a esto. A no ser que decida volver pronto
Lo que viene a continuación es indescriptible, aquello suena como un tiro y, Leslie Feist, se crece aun más; domina como nadie el tempo, la escena. Las canciones funcionan como un rodillo, el espectáculo es redondo, dinámico, ella canta con una seguridad y una elegancia que te aplastan (demostrando también lo gran guitarrista que es), los músicos que la acompañan son un sueño hecho realidad (muy acertado el detalle del violín). A esta velocidad, ya van con la dinamita a cuestas: en el repertorio luce cada canción que tocan, principalmente My Moon My Man, I Feel It All, Hiding Out In The Open o la inevitable 1234. Feist en la actualidad es lo que ya no quiere ser PJ Harvey, lo que Cat Power no alcanza o, por muchos malabarismos que haga, lo que St. Vincent no logra transmitir. La canadiense te regala libertad, confidencias, emoción, sorpresas, diversión, eso que echamos tanto de menos y tan a menudo en un concierto. Su propuesta es pura fantasía. No habrás visto, ni verás, nada parecido a esto. A no ser que decida volver pronto. Ojalá lo haga.