Madrid, domingo 10 de marzo de 1962. Hace 62 años. Joan March Ordinas (Santa Margalida, Mallorca; 1880) moría después de dos semanas debatiéndose entre la vida y la muerte. El 25 de febrero anterior, el vehículo en el que viajaba fue embestido por otro automóvil y después de un ingreso hospitalario, de una relativa mejora y de una fuerte recaída; el que había sido contrabandista, espía, banquero de la rebelión militar de 1936 y del régimen franquista, y una de las principales fortunas del planeta; se apagaba para siempre. Posteriormente, algunos familiares de March sembrarían ciertas dudas sobre la naturaleza accidental de aquella colisión. March venía de una existencia donde había acumulado una larguísima nómina de enemigos.

¿Cómo fue la colisión?

Hace doce años (2012), coincidiendo con el 50.º aniversario de la muerte de Joan March, el periodista Guillermo Soler Summers publicaba un artículo en Diari de Mallorca que relataba el accidente. Decía que a las 15:00 horas del 25 de febrero de 1962, el Cadillac matrícula PM-14.441, propiedad de Joan March, pilotado por el chófer Antoni Salom y ocupado por el mismo March y por su ayuda de cámara a Miquel Sagrera Maimó; impactó frontalmente contra un Chevrolet (del que no menciona la matrícula). Oficialmente, este segundo vehículo implicado estaba pilotado por el chófer Antonio Rueda y ocupado por Pedro Martínez Artola (Donostia, 1899 – Bilbao, 1965), subdirector de la compañía energética Iberduero, y por su esposa Aurelia Echevarría.

Joan March y Leonor Servera. Fuente Archivo Ca'n Verga. Santa Margalida
Joan March y Leonor Servera. Fuente Archivo Ca'n Verga. Santa Margalida

Un misterioso tercer vehículo

Según relata Guillermo Soler; March y sus acompañantes habían salido del domicilio del banquero (el palacio de los March, en la calle Núñez de Balboa, de Madrid) después de comer, y se dirigían a Torrelodones (Madrid) para visitar a Antonio Rodríguez Sastre, en aquel momento secretario general de la compañía energética FECSA (Fuerzas Eléctricas de Cataluña, S.A.) y viejo amigo y colaborador del banquero mallorquín. El mismo Soler relata que el impacto entre los dos vehículos se produjo unos diez kilómetros antes de la destinación de March. Oficialmente, Rueda frenó en seco para evitar embestir un tercer vehículo que, misteriosamente, se había detenido en seco; y al derrapar (el suelo estaba mojado) impactó contra el coche donde viajaba March.

Unas extrañas casualidades

Soler relata que las visitas de March a Rodríguez Sastre eran una vieja rutina: todos los domingos y a la misma hora. En ningún momento se dice si se encontraban para jugar al billar o para conspirar contra intereses económicos rivales. Pero no deja de ser llamativo. Por otra parte, en aquella historia estaban implicados —de forma directa o indirecta— dos altos directivos de dos compañías energéticas rivales (Iberduero —controlado por el empresariado vasco— y FECSA —fundada y controlada por March—). También resulta muy llamativo. Y, finalmente, todos los ocupantes de los dos vehículos implicados resultaron heridos leves excepto March, que fue el único que precisó hospitalización. Del misterioso tercer vehículo, no se dice nada. Todo es muy curioso.

Campesinos de Cabrera (principios del siglo XX). Fuente Fotos Antiguas de Mallorca
Campesinos de Cabrera (principios del siglo XX). Fuente: Fotos Antiguas de Mallorca

 

¿Quién podía desear la muerte de March?

March fue, probablemente, una de las personas más odiadas de su tiempo. Había construido su colosal patrimonio con prácticas, en la mayoría de las ocasiones, nada ortodoxas; que habían provocado el descrédito, la prisión o la ruina de sus socios y de sus competidores. Al inicio de su carrera había amasado un importante patrimonio con la compra de fincas urbanas y rústicas a la vieja y arruinada nobleza mallorquina. Aquellas operaciones tenían un componente de humillación que los vendedores nunca le perdonaron. Pero, al margen de estas prácticas, en la existencia de March había cuatro episodios especialmente truculentos, que podrían aclarar, si hay que aclarar, las extrañas circunstancias que rodeaban aquel accidente.

Los submarinos de Cabrera

El año 1916, en plena I Guerra Mundial (1914-1918), March aprovisionó submarinos austríacos (del bando bélico germánico) que habían fondeado delante de su finca "S'Avall", en la isla de Cabrera; violando la neutralidad española en aquel conflicto. La protesta del premier británico David Lloyd George, que amenazó con declarar la guerra a España, provocó una histérica reacción del Ejecutivo español, dirigido por Álvaro de Figueroa, conde de Romanones y amigo personal del rey Alfonso XIII. El Gobierno expropió a todos los propietarios de la isla (la mayoría, pequeños propietarios campesinos) y convirtió Cabrera en una propiedad pública, bajo el control directo del Estado, para calmar a los británicos. Después lo convertirían en una instalación militar.

Rafael Garau Planes. Fuente Wikimedia Commons
Rafael Garau Planes. Fuente Wikimedia Commons

Los cuernos de March

Mientras March estaba ocupado proveyendo a los submarinos imperiales; su mujer, Leonor Servera Melis (Manacor, Mallorca; 1887 – Madrid, 1957) mantenía una tórrida relación clandestina con Rafael Garau Planes (Santa Margalida, Mallorca; 1888 – Valencia, 1916). Al margen de aquel asunto sentimental, Garau era muy próximo a los March: era el hijo de Josep Garau Tous, que había pasado de ser el principal competidor de March a ser su primer socio comercial. El 29 de septiembre de 1916, el amante de la Servera apareció muerto (con dieciséis puñaladas) en un camino a|en las afueras de Valencia. Los Garau y la opinión pública mallorquina siempre señalaron March como el inductor de aquel crimen. Y lo llevaron a juicio en cuatro ocasiones, pero nunca consiguieron una condena.

Los fusiles del Rif

Desde 1909, la monarquía de Alfonso XIII había enviado miles de soldados de leva y reservistas españoles a morir en las áridas llanuras del norte de Marruecos. Abd-el-Krim, líder de la resistencia nativa, mantenía un durísimo pulso con los jefes militares españoles (los mismos que, más tarde, protagonizarían el golpe de Estado militar de 1936). El escándalo saltó cuando se filtró que la resistencia marroquí se proveía de armamento a través de Joan March (1923). Cuando Primo de Rivera perpetra el golpe de Estado (1923), con el propósito, entre otros, de culminar aquel conflicto colonizador; March tiene que pactar la remisión de sus pecados, pasando a colaborar con el nuevo régimen dictatorial. Pero algunas jefes militares españolas no se lo perdonaron nunca.

Cadáveres de soldados españoles en Annual, en el Protectorado del Rif (1923)
Cadáveres de soldados españoles en Annual, en el Protectorado del Rif (1923)

La trama antinazi

March no tuvo nunca ninguna otra ideología que su bolsillo. Después de la proclamación de la II República (1931), financió y monitoreó el Partido Republicano de Centre. Pero en 1936 creó los instrumentos necesarios para canalizar la financiación —interna y externa— de los golpistas que provocarían la Guerra Civil Española (1936-1939). Y finalizado el conflicto, colaboraría con el gobierno británico en el soborno a varios altos mandos militares españoles para impedir que España entrara en la II Guerra Mundial (1939-1945) al lado de Alemania. Aquella operación (1941-1942) representó el fin político de Serrano Suñer, el civil más poderoso de aquella primera España franquista; y la progresiva marginación de la Falange más filonazi.

¿Cómo era la España de 1962?

Cuando se produjo el accidente automovilístico que provocaría la muerte de March; los cenáculos de poder del régimen nacionalcatólico español estaban inmersos en una guerra sorda que enfrentaba, básicamente, un nuevo "pool" emergente (los "tecnócratas"; civiles jóvenes que no habían participado ni en el conflicto español ni en el europeo, y que estaban encuadrados, básicamente, en la prelatura del Opus Dei); contra otro "pool" en caída libre (los "camisas viejas", civiles y militares que tenían un pasado claramente bélico). Resulta plausible pensar que March podría haber servido a los dos bandos a la vez. No habría sido la primera vez. O simplemente que para|por aquellos bandos en conflicto, o por el mismo gobierno; se había convertido en una figura incómoda.

Serrano Suñer. Font Bundesarchiv
Serrano Suñer. Font Bundesarchiv

El atestado falsificado

Entonces, ¿su muerte fue realmente un accidente? ¿Fue en el marco de aquella guerra sorda? ¿Estuvo en el contexto de la guerra empresarial entre las compañías energéticas en un mercado con grandes expectativas? ¿O fue una venganza que venía de lejos? ¿Por qué, según relata Soler, sus hijos lo sacaron de la clínica donde estaba hospitalizado y lo llevaron a morir discretamente en casa? Según el mismo Soler, posteriormente un bisnieto de la hermana de March afirmaría que el atestado del accidente había sido falseado. Este pariente diría que Antonio Rueda, el chófer de Martínez Artola, no estaba en el volante del coche del subdirector de Iberduero el día del accidente. ¿Por qué se falseó el atestado? ¿Y quién estaba en aquel misterioso coche que provocó la colisión?