La novela Combat de nit, publicada por primera vez en 1959, es una de las mejores de Josep Maria Espinàs, de las buenas de la época, tan bien hecha que ha conseguido resistir el paso del tiempo, la indiferencia, los prejuicios, la inopia y la vulgaridad de nuestra crítica literaria y de nuestra universidad distraída. Quizá sea la novela con la que se recordará el nombre de Espinàs escritor, de su oficio literario, honrado, sobrio, equilibrado, un ejercicio que es una lección de sentido común y de sentido nítido de lo que debe ser, esencialmente, una novela bien construida, sin estorbos ni caprichos artísticos. 

Combat de nit quizá sea la novela con la que se recordará el nombre de Espinàs escritor, de su oficio literario, honrado, sobrio, equilibrado

He aquí la historia documental, la crónica, de unos camioneros por las carreteritas nocturnas de la España de la posguerra, que va quemando páginas, los kilómetros de una máquina rodante que hace su camino contra la fatalidad y la adversidad. Es un viaje que corre al ritmo de los ojos del lector, una historia que va siempre adelante como un animal mecánico en manos de unos hombres que tratan de gobernarlo, tan anónimos como insólitamente vivos e interesantes. Una historia hábilmente dibujada y compensada entre los elementos que la componen, bien tensa y equilibrada como la carga de un camión bajo la vela ceñida con cuerdas. Un vehículo de gran tonelaje es como un bergantín en un mar proceloso y como el destino de cada día, sin más épica que la gran épica de los héroes cotidianos, la del esfuerzo, la del peligro. La épica que, con la misma sencillez, opone el trabajo al cansancio, el día a la noche, el hombre a la máquina, la vida a la muerte en forma de banal accidente de tráfico. El aprendizaje de la inevitable soledad personal como principal lección de un humanismo que es aceptación de la propia naturaleza, prueba de sentido común, de comprensión del secreto mecanismo que llevamos dentro. Al poeta Paul-Jean Toulet también le acusaban de ligero como a Espinàs. “Sí, respondía el francés, ligero, ligero, como la ceniza”.

combate de noche
Combat de nit

Es un viaje que corre al ritmo de los ojos del lector, una historia que va siempre adelante como un animal mecánico en manos de unos hombres que tratan de gobernarlo

Combat de nit fue publicado durante el franquismo, como un documental sin espacio para insinuaciones políticas y, precisamente, esta exigencia silenciosa, se convierte en hábilmente elocuente, por ausencia. De una manera que recuerda al cine italiano de aquellos años, el primer Cela, Hemingway, el Simenon gran fumador de pipas, el Capote que escribirá diez años más tarde A sangre fría, las novelas de Espinàs son los de una literatura catalana moderna que se sabe segura, poderosa como el idioma que ha heredado más allá de la catástrofe. Que mira y espera. El escritor catalán siempre espera. La escritura de Espinàs es reportaje de una u otra manera, contenida observación, constatación, viaje, reporte de una realidad que siempre insinúa porque se deja entender, que no necesita de muchas explicaciones porque la narración no es pretexto de nada, sino objetivo único del libro.

Las novelas de Espinàs son los de una literatura catalana moderna que se sabe segura, poderosa como el idioma que ha heredado más allá de la catástrofe

La narración lo es todo porque la literatura es una metodología en sí misma. Vaya si lo consigue, sólo ser narración. Espinàs que escribiría tantos libros de viajes a pie —el primero, Viatge al Pirineu de Lleida, 1957— vive, en Combat de nit, la experiencia del oficio del transporte de mercancías por carretera como una insospechada metáfora existencial que se compone a medida que se va moviendo. No en vano, metáfora significa transporte en griego y no necesitamos hablar de la Odisea para hacernos los sabios. Un transporte que nos lleva a una secreta experiencia de libertad. A través de la reflexión por contemplación, un insospechado, callado, resignado itinerario, descubrimos maravillados un ejercicio de filosofía estoica, íntimo por supuesto. En especial en aquellos tiempos de aquella Catalunya acojonada de la reciente derrota, donde cualquier cosa podía ser delito, especialmente el ejercicio de la literatura. Es la mirada insolente de quien nunca clava los ojos en el suelo.