Cuando en el año 1961 el Estado español decidió participar en el festival de Eurovisión por primera vez, la dictadura franquista tuvo claro que este gesto supondría un paso más en la homologación del régimen en el contexto de las democracias occidentales, como lo habían sido el restablecimiento de las relaciones con los Estados Unidos en 1953 y la entrada en la ONU dos años más tarde. Hay que decir que el festival celebró la primera edición en 1955 y que, visto con perspectiva histórica, seis años de retraso fueron muy poco en comparación con lo que tardó España en poder entrar en organismos mucho más importantes como la Comunidad Económica Europea.

Ahora bien, si una cosa tenía clara el régimen, era que la lengua a utilizar en las canciones sería el castellano, una decisión que casaba con la voluntad del franquismo de imponer aquel idioma y de convertirlo en un elemento de promoción exterior con el argumento de los centenares de millones de hablantes de todo el mundo.

El caso Serrat

Desde un punto de vista interno, la apuesta firme y clara por el castellano quedó en evidencia el año 1968, cuando Joan Manuel Serrat pidió interpretar la canción escogida, "La, la ,la", en catalán, con dos argumentos de peso: el primero, que sus compositores, los miembros del Dúo Dinámico, habían compuesto la canción tanto en catalán como en castellano y pensando en que la interpretaría el del Poblesec; y la segunda, que Serrat empezaba a ser conocido por toda Europa como cantautor en lengua catalana. Aunque no se descarta que el mismo Serrat se hubiera avenido a una solución de compromiso con una letra en castellano que incorporara algunas frases en catalán, el hecho es que RTVE –que de hecho es quien participa en el concurso– se negó a utilizar el catalán y apostó porque fuera Massiel que interpretara la canción, que por cierto, ganó la edición de aquel año.

El uso del castellano, la “lengua oficial”, fue una constante durante un buen puñado de años, no sólo bajo la dictadura, sino también en tiempo de una democracia constitucional que podía admitir la cooficialidad de determinadas lenguas circunscritas a su territorio, pero de ninguna de las maneras su promoción exterior.

Ahora bien, los tiempos cambian, y desde el año 1983 se ha ido introduciendo el inglés, al principio muy tímidamente, primero una palabra como el título "Lady, Lady" del año 83, después una frase –"Made in Spain (La chica que yo quiero)" (1988) y "Europe's living a celebration" (2002)–, más tarde dos –"La noche se para mí" (2009)–, hasta que hace dos años el inglés ya tenía más frases que el castellano –"Dancing in the rain" (2014)–.

Si no puedes vencer a tu enemigo, únete a él

Este 2016, sin embargo, marca un cambio definitivo, España se presenta a Eurovisión con una letra íntegramente en inglés, "Say yay!" de Bárbara Reyzábal González-Aller, de nombre artístico Barei, que la interpretará en la final de este año, este sábado en Estocolmo. Un punto de inflexión que hace buena aquella frase de "si no puedes vencer a tu enemigo, únete a él", ya que en los últimos años cada vez han sido más y más los participantes que han optado por la actual lingua franca europea y mundial. Un hecho que ha llegado a sorprender incluso al diario norteamericano The New York Times, que se hace eco de las quejas de varios lingüistas por lo que consideran una muestra de “complejo de inferioridad” y decisión “sorprendentemente estúpida”.

Es más, los números cantan. El inglés es la lengua que más veces ha ganado el festival, 26, mientras que el castellano lo ha hecho en dos ediciones –la de Massiel el 68 y la de Salomé el 69–, muy por detrás del francés –14– y también del neerlandés y el hebreo, con tres victorias cada una. De hecho, en Estocolmo sólo tres canciones no utilizarán el inglés, el mínimo histórico.

En todo caso, certificada la rendición al inglés en Eurovisión, el mito de la España monolingüe traquetea un poco más.