Nuestra galaxia creativa va llena de genios siderales: Pau Riba, Jaume Sisa, Quimi Portet, Albert Pla... Lista de figuras cósmicas inimitables que no está completa sin incluir el nombre de Joan Miquel Oliver. En el pasado eje rotor creativo de unos Antònia Font que se erigieron en la piedra angular del nuevo pop catalán, en solitario ha trazado una altamente interesante obra fonográfica. Catálogo que revivirá este próximo miércoles día 26 cuando pase por Barcelona para participar del ciclo Nits de Fòrum.

Y la música, nuevamente, ha sido uno de nuestros refugios en momentos difíciles.
Me ha llamado la atención, y es un hecho de agradecer al público, que allí donde he ido los aforos han acostumbrado a estar completos. La gente está comprando entradas y yo lo quiero agradecer. También es cierto que durante el confinamiento hicimos un poco un trabajo de entretenimiento, dando conciertos a Instagram, grabando canciones... Tengo una frase que acostumbro a decir en los conciertos que es "vuestra asistencia es el mejor apoyo". Si la gente viene a los conciertos, nuestro trabajo está garantizado. Nosotros vivimos de eso.

¿Tienes miedo del futuro?
Primero diré que creo firmemente que es muy fácil controlar las medidas de seguridad sanitarias en un concierto de rock. Encuentro que, seguramente, es más inseguro viajar en avión que ir a un concierto. Pero hace falta que de eso se den cuenta las autoridades sanitarias y políticas.

¿Desde una visión estrictamente artística, podrías vivir sin dar conciertos?
No. Y si llegáramos al extremo de no poder dar conciertos, querría decir que las cosas estarían tan mal que los conciertos serían el más insignificante de todos nuestros problemas.

¿Tú ya has entendido y asimilado qué nos ha pasado?
Tenemos que ser objetivos y racionales y hacer las cosas bien: llevar mascarilla, limpiarnos las manos y tomar distancia cuando toque. No tenemos que sobredimensionar las cosas, esta es la nueva normalidad que nos ha tocado vivir y nos tenemos que adaptar. Y si a pesar de respetar las normas, alguien desgraciadamente se pone enfermo, por suerte tenemos un gran sistema de sanidad. Tenemos que ser prácticos y racionales.

¿Qué papel tiene que jugar la música en este contexto?
La música, evidentemente, también tiene una función social. La música nos acompaña en todo momento. Salimos a la calle y vamos cantando aquella canción que no nos podemos quitar de la cabeza. O salimos a correr con los auriculares escuchando la música que nos marca el ritmo. Y a la playa relajándonos. En un bar, en un restaurante... La música es omnipresente, está en el ambiente, en el aire. Lo que no podemos olvidar es que los que la hacemos nos dedicamos de forma profesional, igual que el panadero hace pan o el periodista escribe artículos.

¿No somos lo bastante conscientes de ello?
Creo que no. Si de repente los músicos tenemos que dejar de ser profesionales, todo eso acabará por estallar. La música no desaparecerá pero será un maltrato brutal hacia un sector de la sociedad que está constantemente presente en el día a día de las personas. Los músicos nos merecemos el mismo respeto que cualquier otro trabajador.

Cuesta identificar a un artista como trabajador.
Tenemos que quitar todo este misticismo que rodea la figura del artista y la cultura. No, es nuestro trabajo. Somos iguales que los mecánicos que se levantan por la mañana para ir a abrir el taller. Nosotros nos levantamos por la mañana para hacer canciones. Este es nuestro trabajo. Lo que hacemos lo han intentado disfrazar de cultura y entretenimiento, y lo es. Pero si conviertes nuestra profesión en un acontecimiento puramente cultural, ya trasciende hacia el espiritual y deja de ser esencial para la supervivencia. No es necesario y es prescindible. Pero es prescindible para quien escucha no para quien escribe canciones.

A ver si lo he entendido bien, ¿la cultura es prescindible?
¡No! La cultura es indestructible. Si durante un año prohibieras dar conciertos, a la cultura no le pasaría nada, todo seguiría igual: habría discos, libros, cuadros, obras de teatro, películas, habría Internet donde poder consultar todo lo que quisieras... Los perjudicados seríamos los creadores pero la cultura seguiría existiendo.

¿Qué hiciste de marzo a mayo?
Tocar, escribir... Se tiene que decir que en Mallorca el confinamiento fue un poco más suave que en la península. Pero es que en Mallorca la incidencia del coronavirus fue muy menor. Y fue así hasta que abrieron las fronteras y pudieron venir los turistas. Ahora hay muchísimo más por culpa del turismo y está todo el mundo en la calle. Lo que ha pasado en Mallorca no tiene ningún sentido. O el sentido que tiene es que se ha priorizado por delante de todo la economía generada por el turismo. Para ganar lo que ganaba antes tengo que dar tres o cuatro conciertos, pero resulta que el avión en que me he desplazado a Barcelona o a donde sea que tengo que ir a tocar, va lleno. Tendremos que tocar en aviones para tener aforos completos.


Desde que trabajas en solitario, habías publicado un disco cada uno o dos años. Siguiendo esta progresión, este 2020 tendríamos que haber disfrutado de un nuevo trabajo tuyo.
Y ya estaba previsto que saliera un disco nuevo, pero entonces nos confinaron y hemos retrasado su publicación. Saldrá ahora, en octubre.

¿Cómo se dirá, si se puede saber?
No se puede saber, todavía es secreto (risas). Será un disco instrumental. Es un experimento que hacía mucho tiempo que quería hacer. Es como un trabajo aparte de mi carrera como cantante de música pop. Musicalmente es un disco más complicado, más para escuchar, aunque eso que acabo de decir es una gran tontería porque todos los discos están hechos para ser escuchados.

¿Cómo lo describirías?
La base del disco es el dodecafonismo. Tiene un punto de rock progresivo de los setenta. También un poco new age. Pero es un disco del que no haré gira de presentación. Incluso dudé de publicarlo bajo mi nombre. Es un proyecto completamente aparte de todo lo que he hecho hasta ahora. Vaya, que en nada me tendré que plantear hacer un nuevo disco de pop.

¿Te sientes obligado a seguir publicando discos de pop?
¡No! Nuevamente, es mi trabajo. No solo eso, sino que me encanta.


De hecho, realmente tienes una oficina o taller creativo a donde vas cada día a trabajar.
Así es. Y tengo pautadas mis rutinas creativas, si es que eso no es una contradicción. Allí tengo mis cuadernos, mi ordenador, voy tocando, voy escribiendo...

¿Tienes muchos proyectos inéditos?
No, porque que cuando veo que alguna cosa no avanza o no me parece lo bastante buena, la descarto. No necesito acabar una canción o un libro para darme cuenta de que no funcionan. Ya lo veo antes.

Más allá de la música, tienes una trayectoria paralela como escritor. ¿Alguna novela nueva en camino?
Me habría gustado haber aprovechado el confinamiento para escribir la segunda parte de mi última novela, Alexandra Schneider und ihr Casiotone (L'altra Editorial, 2018). Pero no salió. De hecho, una de las cosas que más eché de menos durante el confinamiento fue ir al estudio a crear. Allí soy muy feliz. Soy como un niño pequeño, si me rompen la rutina, me pongo de mal humor.