Uno de los conciertos más llamativos y sugerentes en la programación del Alma Occident 2025, era el de esta última noche: dos mujeres de generaciones y culturas distintas para un programa doble irresistible. Era fácil imaginar que habría mucha parroquia mejicana para ver a Julieta Venegas y curiosos que quieren saber dónde está el secreto del éxito de una Rita Payés que no para de crecer. De hecho, se cumple un año desde la edición de De camino en el camino y ella no deja de tocar, aquí y también fuera (su último hito ha sido estar en el prestigioso Festival de Jazz de Montreux). No hay escenario que se le resista.
Sin perder la perspectiva
Uno de los factores para comprender ese imán que atesora es la naturalidad y esa sensación de paz y sosiego, con ese gesto que nada lo altera. Es la misma que compartió pupitre en Sant Andreu con Andrea Motis o Magalí Datzitra o a quien reclamó la superestrella Jon Batiste para que participara en su disco. Así que a Rita se la puede ver en redes sociales recibiendo un Premio Alicia meses después, debido a su ajetreada agenda, como espectadora en un concierto de Anna Andreu o formando parte de la banda de Horacio Fumero en los homenajes a Gato Barbieri. Con lo cual, para ella, este es otro decorado más. Otra oportunidad para que quien no la conozca aún, se deje seducir por su encanto musical, por esa voz de caramelo y ese trombón que domina como nadie. Que más que tocarlo, lo acaricia.
Y para la ocasión, dos alicientes: un cuarteto de cuerda y la presencia de su hermano Eudald a la trompeta, y los sospechosos habituales, Horacio Fumero al contrabajo, Elisabeth Roma (su madre a la guitarra) y su pareja, Pol Batlle, con la eléctrica. De entrada, la estampa con la banda al completo impacta: son muchos elementos. Y quizá, en un espacio tan grande se pierden detalles, pero tanto da. En esa escena, la fotografía viste. Y eso también suma. Rita está cómoda y va dando paso a las canciones y a los músicos, todos tienen su momento. Rita hace jazz, claro está, pero si encaja también se suelta con un bolero o un tango. Quizá El cervatillo (gran canción con una letra preciosa) llega muy pronto, Tantas cosas la hace sola con el cuarteto y Nana per les mamas es ese momento íntimo entre madre e hija. Pero la pieza en la que todo cuadra es Por que será. Finalmente, música aparte, el mensaje de Rita: “Somos unos privilegiados de estar aquí, viendo qué cosas suceden en otros sitios”. Lo que viene siendo, no perder la perspectiva.
La fórmula que siempre funciona
En cambio, Julieta Venegas ha pasado por muchas fases mientras caminaba por disciplinas que van de la música al teatro (con ese activismo social como telón de fondo). Lógicamente, aquella artista tan burbujeante de Sí o Limón y sol ha mutado en algo más sólido. Con esa buena mano para el pop y alineada a sonidos latinos y fronterizos. La Julieta de ahora tiene es más sabia. Sabe qué teclas tocar y cómo debe acompañarse. Se siente cómoda al piano, ahora un refugio placentero para ella. Pero no abandona ni la guitarra ni el acordeón (recurso para los momentos más folclóricos). Es más, ha reconocido que aún escribe canciones porque el panorama social es desolador: falta diálogo y colaboración. Sin embargo, el gancho de Venegas son sus canciones. No hay que buscarle tres pies al gato. La fórmula es de sobras conocida. Y sobre las tablas funcionan de esa misma manera, como un metrónomo.
La sensación desde el primer momento es de seguridad (y glamur): sus músicos van de blanco y la dupla bajo-batería es de campeonato. El concierto es dinámico y Julieta va variando, cuando se pone en pie le da vuelo a su vestido (máxima elegancia), agazapada a las teclas le da brío al sonido y, ya en un contexto más festivo, calcula cada paso con su acordeón. No obstante, cuando Julieta habla, trata temas como la mezcolanza, esos pasos que nos definen y para los que ya no hay marcha atrás, asumir los errores como algo que forma parte de la vida y esa añoranza que, inevitablemente, nos hace crecer. E incluso, ese despecho que se cura con tequilas. El concierto pasa en un suspiro (hora y cuarto), pero no hay reproche posible. La gente ha venido a cantar, a bailar, a pasar una bonita noche de verano (el público está de diez). Y Julieta (está en un punto óptimo de su carrera) y esa banda tan espectacular que la arropa y eleva, les dan razones con un repertorio de ensueño: ya sea con las menos obvias como Ese camino, Mismo amor o Esperaba (con guiño a Charly García) y, por otro lado, las clásicas Andar conmigo, Lento y Me voy (¿existe una mejor canción para una despedida?) y luego El presente, aquella canción que estrenó en un MTV Unplugged y que pone a todos a danzar como en una tasca mejicana (su bajista, Belén López, da botes como si estuviera en un concierto de ska). Julieta Venegas tiene ese don: congrega a gente de todos lados. Ya lo dice ella: “Sin migrantes no hay movimiento ni crecimiento”. Y se va sonriendo, como una ganadora.