"Malo para América, bueno para Carl" (Bad for America, good for Carl), suele decir Carl Hulse, jefe de los corresponsales parlamentarios de The New York Times, siempre que hay algún lío en el Congreso de los EE.UU. Es un dicho clásico de periodistas que ha vuelto a sonar porque Leslie Moonves, el CEO de la CBS, lo usó para explicar los beneficios de Donald Trump para el rating de su tele.

El diario El País, en cambio, no lo ve así. En su editorial sobre la elección de Trump advierte con severidad a todos sus lectores en general y al mundo entero en particular, que ahora conviene levantar "un muro de democracia" en torno al presidente electo.

El objetivo es "que los principios básicos de la democracia norteamericana, entre ellos, la separación de poderes y su sumisión a la ley, estén fuera del alcance de un peligroso demagogo como Trump". Por eso exhorta "a las personas de bien, de los EE.UU. y de fuera" a "lanzar un mensaje de rotundo rechazo y firmeza sin fisuras ante cualquier intento de Trump de [...] pasar por encima de los derechos fundamentales de los norteamericanos".

El diario global en español vendía preocupado desde su edición especial de las 6:30 de la madrugada, donde la presidencia no es fruto de una elección democrática limpia y aseada sino que "cae en manos de Trump", lenguaje que hace aparecer al electo como un usurpador y a sus votantes como unos insensatos.

Sea como sea, en la editorial deja claro que "no confiamos en Trump", aunque "sí creemos en la fortaleza de la democracia americana y en la creencia que lo único impere posible es el de la ley". Más adelante ordena: "con respecto al resto del mundo, la actitud tendrá que ser la misma".

¿Qué preocupa al diario? En primer lugar, que "los EE.UU. giren hacia el nacionalismo económico, usen sus propios intereses como vara de medir y desmantelen todo el tejido de acuerdos que garantizan nuestra paz y seguridad compartidas".

La reacción del dinero, de momento, no va en la misma dirección que la de El País, como explica el cronista económico de El Nacional. Los índices bursátiles Dow Jones y Nasdaq no tienen la misma percepción y suben. Pasa igual con el resto de grandes selectivos europeos (CAC, DAX, FTSE) y con el Ibex-35. El Nikkei cayó, cierto, pero este jueves ya se había recuperado. Se conoce que por|para la diferencia de horarios, la sesión de la bolsa de Tokio coincidía con los momentos que no se sabía si Clinton iba o venía y les tocó recibir a los inversores japoneses. Nada grave. Menos todavía si se compara con el temblor financiero del Brexit, que aún dura.

En este punto también vale la pena señalar que, en general, todos los países actúan con los propios intereses como medida, especialmente los anglosajones, siempre fieles al "no tenemos amigos permanentes sino intereses permanentes" del primer ministro británico entre 1855 y 1865 Henry John Temple, tercer Vizconde de Palmerston.

Sobre el "desmantelamiento del tejido de acuerdos" etcétera, hay que recordar, por poner un caso, que si los EE.UU. abandonan la Organización Mundial del Comercio, los productos Made in USA cubiertos por sus acuerdos tendrían que soportar aranceles del 10% así de entrada. Un empresario como Trump tiene que ser sensible a esta penalidad y no porque su patriotismo acabe donde empieza su cartera, sino porque, en general, eso le pasa a casi todos los que tienen una buena cartera. Otro caso, que suena fatal: si los EE.UU. abandonan la OTAN ¿qué pasa con sus fabricantes de armas? ¿A quién le venderán? En fin. Tome el sector económico que prefiera. El "desmantelamiento" es complicado.

El País también está inquieto porque Trump, no contento con ganar las elecciones con 59.704.886 votos populares (233.404 menos que Clinton) y 279 votos electorales (51 más), dispondrá de mayoría republicana (la suya) en las dos cámaras del Congreso -Senado y Cámara de Representantes-, de lo que el editorial deduce que podrá hacer y deshacer a voluntad. "Una auténtica prueba de estrés para la democracia norteamericana", remacha.

Bien. Aquí es posible suavizar la angustia del diario con algunos datos. Los EE.UU. ya han pasado esta "prueba de estrés" muchas veces y, mejor aún, siempre con éxito. En concreto, esa coincidencia ha ocurrido en 37 de los 81 congresos (cada congreso son dos años) de marzo de 1855 a enero del 2017. Seguro que saben cómo lidiar esa situación.

Modernamente, entre el congreso 107º (enero 2001-enero 2003) y el 114º (el actual, que concluye en enero del 2017), el presidente ha dispuesto de mayorías de su partido en ambas cámaras en tres ocasiones. Seis años. En fin. Esta situación, como "prueba de estrés", no parece peligrosa. Es fácil prever que la democracia norteamericana la superará como ha hecho en esas 37 que ha sufrido desde 1855 por culpa del voto de los ciudadanos.

Estas arcanas anotaciones históricas también permiten recordar las dificultades que, en general, tienen los presidentes de los EE.UU. para hacer aprobar sus iniciativas legislativas al Congreso, sin que mayorías del mismo color ayuden tanto como parece. Un caso que viene muy a mano es del siempre venerado Abraham Lincoln, el primer presidente republicano. Para pasar la abolición de la esclavitud tuvo que sudar tinta china y pintura al óleo (y pagar algunos sobornos). Lincoln también tenía las dos cámaras con mayoría republicana desde 1863, circunstancia que no le ahorró la Guerra de Secesión (1861-1865). Es un caso muy conocido. Incluso Spielberg ha hecho una película.

Quizás Lincoln es un caso extremo. Hay otros más modernos. John F. Kennedy no se animaba a llevar al Congreso su ley de Derechos Civiles y también tenía mayoría demócrata (la suya) en las dos cámaras. Lo hizo su sucesor, Lyndon B. Johnson, pero lo tuvieron que arrastrarle con caballos, justamente porque no quería morir por fuego amigo en el Congreso.

El severo editorial de El País acaba con una advertencia con resonancia catalana. Se dirige "a los líderes populistas del mundo", a los que supone "aplaudiendo la victoria de Trump como propia" porque "les permite amplificar en casa sus reivindicaciones nacionalistas y soberanistas [...]".

Trump ha hablado en favor del derecho de autodeterminación, cierto. El Nacional lo ha explicado y Agustí Colomines comentado. Sin embargo, el diario concluye: "los EE.UU. son la clave de bóveda de la orden internacional: si se retira esta pieza, este orden se convertirá ipso facto en [...] una jungla en la cual impera la ley del más fuerte". Bien. De momento no se ve que impere otra. También en Catalunya.

Bonus

El País no ha sido el único en angustiarse y/o dar consejo a los EE.UU., a sus líderes y ciudadanos y al mundo entero. El Periódico, en su edición especial, también ha querido dejar las cosas claras haciendo una coña marinera con el saludo que cierra el 95% de los discursos públicos en los EE.UU, God Bless America (Dios bendiga a América):

Es una portada que recuerda vagamente a otra del tabloide sensacionalista británico Daily Mirror, cuando los norteamericanos reeligieron a Bush Jr en 2004. "¿Cómo pueden ser tan IDIOTAS 59.054.087 personas?", dice el título principal.