7 de octubre de 1934. El president y el Govern de la Generalitat son detenidos y encarcelados. El día antes (hechos del 6 de Octubre) el president y el Govern de Catalunya habían proclamado el Estado Catalán dentro de la República Federal Española. La proclamación del president Companys era la respuesta del Govern de Catalunya a dos hechos que habían arruinado la confianza entre los gobiernos de Barcelona y de Madrid y entre la sociedad catalana y la española: el brutal recorte de las Cortes españolas al Estatuto de 1932, el primer texto estatutario de la Generalitat contemporánea, y las agresivas políticas involucionistas del Gobierno español surgido de las elecciones generales de noviembre de 1933, formado por una coalición de partidos conservadores y antiautonomistas (e incluso antirrepublicanos) liderada por la Confederación Española de Derechas Autónomas (CEDA) y el Partido Republicano Radical (PRR). La respuesta armada del Estado español se saldaría con el encarcelamiento del gobierno legítimo y democrático de Catalunya, el cierre del Parlament, la suspensión del autogobierno y la intervención de la Generalitat.

El gobierno Companys, encarcelado (1934) / Archivo de El Nacional

¿Quién gobernaba en el Estado español?

Las elecciones generales de noviembre de 1933 habían provocado un descalabro en la composición de las Cortes españolas. Aquellas elecciones las ganó la CEDA, que obtuvo 115 diputados de los 472 de la Cámara. La CEDA había sido creada pocos meses antes de aquellas elecciones y giraba en torno a figuras políticas de la derecha dinástica, entre las cuales destacaba su líder, el ultraconservador José Maria Gil-Robles y Quiñones, que, reveladoramente, había hecho su carrera política durante la dictadura de Primo de Rivera (1923-1930), a la sombra de los ministros Calvo Sotelo y Ossorio Gallardo. La CEDA era un conglomerado de pequeños partidos que representaban la ideología y los intereses de los funcionarios madrileños, las oligarquías agrarias castellana y andaluza, el estamento militar y el clericato de buena parte del Estado español. Era la representación más fiel del atávico fenómeno del caciquismo político y económico.

Con los votos de los 115 diputados de la CEDA no era suficiente para formar gobierno. Y en aquel contexto entró en juego el PRR, que había obtenido 104 diputados (10 más que en los comicios anteriores, los de 1931). El PRR era una formación política liderada por Alejandro Lerroux, que en el curso de su carrera había hecho un curioso viaje desde la izquierda obrerista anticatalanista hasta la derecha pretendidamente renovadora. Un viaje que no le había ahorrado la pérdida de apoyos importantes, lo que compensaría con el endurecimiento progresivo de su discurso españolista y anticatalanista. La prensa de la época había apuntado unas reveladoras complicidades entre las oligarquías bancarias e industriales de Madrid y el PRR. Pues bien, con el añadido de los 36 diputados del Partido Agrario, liderado por el ultraconservador Martínez de Velasco, y los dos del Partido Republicano Liberal Demócrata, del intelectual conservador Melquíades Álvarez, se conformaba la mayoría parlamentaria en las Cortes españolas.

Manifestación en Barcelona a favor del Estatuto aprobado en referéndum (1932) / Archivo de El Nacional

¿Quién gobernaba en Catalunya?

Las elecciones al Parlament del 20 de noviembre de 1932 habían dado la mayoría absoluta a Esquerra Republicana de Catalunya del entonces presidente Macià. Había conseguido 56 de los 85 escaños del Parlament y había ganado claramente en las cinco circunscripciones electorales catalanas. Contando otras formaciones afines, el apoyo a Macià alcanzaba los 67 escaños, es decir, el 52,60% del total de voto escrutado.

Como curiosidad hay que señalar que en aquellas primeras elecciones de la historia del Parlament, Macià, president provisional de la Generalitat desde la restauración de la institución el 12 de abril de 1931, se había presentado como cabeza de lista de ERC por la circunscripción de Lleida. Solo en Lleida, el territorio menos poblado del Principat, el president Macià obtuvo más votos (32.404) que el partido de Lerroux en toda Catalunya (25.795), que se quedaría sin representación en el Parlamento. Por su parte, la Lliga Regionalista de Ventosa i Calvell, desnaturalizada y convertida en una especie de marca catalana de la CEDA, solo obtuvo 16 escaños.

Pasquín contra el Estatuto (1932) / Archivo de El Nacional

La muerte de Macià (25 de diciembre de 1933) supuso una serie de cambios en el Govern que venían, en parte, de la necesidad de restablecer la figura del president y, en parte, de la deriva antiautonomista y anticatalanista del Gobierno del Estado y de una buena parte de la sociedad española. Estos cambios comportaron una pérdida sustancial de liderazgo y explican parcialmente el fracaso de la proclamación del 6 de Octubre. Con todo, hay que insistir en que el paisaje político y sociológico español en ningún caso hacía posible una solución políticamente negociada. El éxito electoral de la ultraconservadora CEDA de Gil-Robles e, incluso del antiautonomista PRR de Lerroux, solo se explican por el derrumbe del PSOE, que había perdido la mitad de su representación, en relación en 1931, y por el hundimiento del Partido Republicano Radical Socialista de Marcel·lí Domingo, la formación más progresista del socialismo español, que había perdido el 90% de los votos. En definitiva, en el Estado español la oferta electoral anticatalanista triunfaba y ponía presión sobre el Govern de Catalunya.

Concentración en Madrid contra el Estatuto de Catalunya (1932) / Archivo de El Nacional

Las auténticas causas de la intervención

Los hechos del 6 d'Octubre son la respuesta catalana a aquella presión, expresada en forma de calumnias, difamaciones, boicots, amenazas y alertas constantes al riesgo de una pretendida ruptura de la unidad española. Todos los historiadores coinciden en que nunca, en aquella España mayoritariamente campesina y proletaria de 1933, habría sido posible el triunfo electoral de las derechas involucionistas, e incluso antirrepublicanas, sin el recurso al anticatalanismo. Y en este punto conviene no perder de vista que los años 1933 y 1934 Catalunya era el único territorio autónomo de la República española. Euskadi y Galicia no alcanzarían la recuperación del autogobierno hasta 1936. La coalición de derechas asaltó el poder y borró las izquierdas del mapa político español, con un discurso nacionalista que asociaba el autogobierno catalán a los regímenes autonómicos de Cuba y Puerto Rico previos a la independencia. Una densa cortina de humo para ocultar los problemas verdaderos de la sociedad española, que históricamente había generado el caciquismo.

Proclamación del 6 de Octubre / Arxiu d'El Nacional

La Generalitat intervenida

Después de los hechos del 6 d'Octubre, el gobierno español nombró hasta cuatro gobernadores que actuaban de facto de presidentes de una Generalitat descompuesta. Cuatro "presidents" en dieciséis meses, una media de un "president" cada cuatro meses. No tan solo la corta duración en el ejercicio del cargo, sino también la propia lista de personajes que ejercieron la dignidad resulta muy reveladora. El primer gobernador fue el coronel Jiménez Arias que, posteriormente, tendría una destaca participación en el golpe de Estado del 18 de julio de 1936. El segundo fue Portela Valladares, un todoterreno que bajo una pretendida ideología liberal había hecho carrera en todos los regímenes políticos, la dictadura incluida, del primer tercio del siglo XX. El tercero fue el lerrouxista Pich i Pon, que ejercería al mismo tiempo y reveladoramente de alcalde de Barcelona. Y el cuarto y último sería Escalas i Chamení, miembro de la Lliga Catalana, heredera desnaturalizada de la Lliga Regionalista de Prat de la Riba.

El gabinete de gobierno d'Escalas i Chamení / Arxiu d'El Nacional

El escándalo del Estraperlo

Las elecciones generales de febrero de 1936 representaron un descalabro para las fuerzas gobernantes. Los resultados invertían totalmente la composición parlamentaria surgida de las elecciones de 1933. La amenaza de los fascismos alemán e italiano serían el gran argumento propagandístico de las izquierdas. Pero no hay que olvidar que durante el bienio 1934-1936, el Bienio Negro, la coalición de derechas del Gobierno español protagonizó el mayor escándalo de corrupción de la historia de la II República. El 5 de septiembre de 1935 saltaba a la prensa el escándalo del Estraperlo, un caso de corrupción relacionado con el juego y con las comisiones que cobraban altos cargos de la Administración española y que implicaba directamente a dirigentes del partido de Lerroux: el sobrino de Alejandro Lerroux, el ministro de gobernación Salazar Alonso, y el alcalde de Barcelona y "president" de la Generalitat, Joan Pich i Pon.

Cartel de ERC en las elecciones de 1936 / Universitat de Barcelona

Las elecciones de 1936

El Govern encarcelado ganó aquellas elecciones. El 7 de octubre, el 155 de la República española, no había hecho más que impulsar a ERC, el partido del president, que se había convertido en la formación política depositaria de la legitimidad democrática del pueblo de Catalunya. En Barcelona ciudad obtuvo 8 (10, sumando a las confluencias) de los 20 escaños posibles; en la provincia de Barcelona, 5 (7 con las confluencias) de los 14; en la provincia de Girona, 3 (5 con las confluencias) de los 7; en la de Lleida, 3 de los 6, y en la de Tarragona, 2 (3 con las confluencias) de los 7. Con los 21 diputados de Esquerra Republicana del president encarcelado Lluís Companys, los 5 diputados de Acció Catalana Republicana del conseller encarcelado Martí Esteve y los 2 del Partit Nacionalista Republicà d'Esquerra del conseller encarcelado Joan Lluhí i Vallescà, el partido del president consolidaba el liderazgo en Catalunya (28 de 54 escaños) y confirmaba que Catalunya y España eran —y son— dos realidades políticas y sociológicas radicalmente diferenciadas.

Cartel electoral de la Lliga Catalana en las elecciones de 1936 / Universitat de Barcelona

 

Imagen principal: El ejército español asalta la Generalitat (1934) / Archivo de El Nacional