He topado con un libro de Maria Barbal, nacida en 1949 en el Pallars Jussà. En los últimos años, se la ha reconocido como una escritora de trayectoria, y su novela de referencia es Pedra de tartera. El azar no ha querido que leyera Pedra de tartera, el debut de Barbal, sino otra novela suya, Càmfora. Eso de no leer la obra principal de un autor y leer, en cambio, una “secundaria” nunca ha sido algo que me haya inquietado demasiado. Las distintas novelas de un autor no son sino variaciones de una única novela con un tema principal. Creo que no me equivoco demasiado en el caso de la obra de Maria Barbal: el tema es el éxodo de una mujer desde los Pirineos hasta Barcelona. Pedra de tartera, Mel i metzines y Càmfora son las tres novelas que Barbal tiene sobre el Pallars. He echado un vistazo a su biografía y me ha sorprendido ver las cifras: más de 200.000 ejemplares vendidos de las tres obras, traducidas a más de trece lenguas. Es una autora de referencia y larga trayectoria en la literatura de este país tan pequeño, pero no la había leído hasta ahora. Siempre piensas que a los consagrados ya los leerás, y me ha llegado el momento de hacerlo.
La novela retrata la primera inmigración que hubo en la Cataluña moderna, que es la de los catalanes del campo hacia las ciudades, sobre todo a Barcelona
Bajar del Pallars, la primera inmigración
Palmira baja del Pallars a Barcelona con su marido Maurici y su suegro Leandre. A Leandre, el yerno le ha apuntado con una navaja en el café del pueblo. Càmfora es la historia de una pareja joven y el padre de él que dejan atrás el pueblo de Torrent por una turbia cuestión de dotes y herencias y que van a vivir cerca de Sant Antoni. La novela retrata la primera inmigración que hubo en la Cataluña moderna, que es la de los catalanes del campo hacia las ciudades, sobre todo a Barcelona. Este tránsito constante también coincidió con las oleadas posteriores, las de la gente que venía de todo el estado a construir el metro de Barcelona. Càmfora refleja la añoranza, ese sentirse forastero y haber perdido los títulos y las jerarquías que en la montaña aún se conservan. Y la pobreza, por supuesto. Palmira intenta recordar algún regalo que le hiciera Maurici cuando ella era joven y no recuerda ninguno: un día le llevó una cesta con manzanas. En Barcelona, detrás del mostrador de la tienda de ultramarinos, la pareja tiene que hacer muchos números para salir adelante. Podrían vivir en Torrent, o en Barcelona, contando cada peseta. Saldrán adelante, pero serán pobres hagan lo que hagan.
La ciudad como refugio
La prosa de Barbal tiene un poco de Mercè Rodoreda y un poco de Víctor Català. El tremendismo de Català está en la ruralidad y en las relaciones familiares y sociales que se establecen en ese ambiente, de resentimientos espesos que se acumulan. De Rodoreda encontramos la psicología de los personajes, el discurso interno, el talante de la protagonista femenina.
A Barcelona se’ls reconeixia justament pel seu esforç, ningú no coneixia de quina casa provenien, si eren hereus o només cabalers. A ella, aquella vida li feia el pes. Si bé era obligada no era tan rutinària com a Torrent, i podien conèixer persones diferents, amables, i potser també mala gent, però no sabia com dir-li, mala gent que d’un moment i que mai més, en acabat, no la tornaves a veure
Mujer acostumbrada a agachar la cabeza y a decir pocas palabras, Palmira es un poco como la Colometa de La plaça del diamant, que se ha dejado llevar por lo que le decían. Pero en la ciudad se abre camino, tiene unas buenas manos y, con discreción, consigue trabajos de costurera, quizá con la misma discreción con la que Maria Barbal ha vendido 200.000 ejemplares de sus libros. Palmira ve Barcelona como una oportunidad para respirar de la vigilancia social y el tedio. Si Palmira en Barcelona se expande, el marido se encoge. Maurici quiere volver al pueblo, y lo hace, en una ocasión durante más de un mes, porque tiene que ir a cobrar por las tierras que Leandre y él tienen arrendadas. En el campo, el hombre lucha contra el insomnio y el extrañamiento, alienado en el campo pero acobardado para afrontar la vida urbana. Mientras Maurici está en Torrent, Palmira tiene una hija y se siente desamparada. Se distancia del marido, que ha empezado a trabajar figuritas de madera, saleros, como si necesitara reencontrarse con la materia. Él echa de menos precisamente que lo conozcan, que sepan quién es y la solidez de sus aciertos y de su linaje.
Sesenta años son muchos, pero sobre todo el mundo ha cambiado muy deprisa en los últimos cincuenta. Además, por el camino hemos perdido mucho léxico
Son finales de los años cincuenta y al Pallars acaba de llegar la electricidad, se nos dice. Barbal describe un mundo que parece más lejano de lo que es. Sesenta años son muchos, pero sobre todo el mundo ha cambiado muy deprisa en los últimos cincuenta. Además, por el camino hemos perdido mucho léxico. Parte de las expresiones de Barbal están ligadas al trabajo en el campo, pero hay otras que no, y me avergüenza admitir que hay bastantes palabras de Càmfora que no entiendo y que desconocía, empezando por el título: una “cámfora” es un tipo de cetona terpénica que se extrae de un árbol, el alcanforero.
El otro día, un usuario de X escribió que las mujeres jóvenes están fascinadas por la ciudad, que deberíamos irnos al campo porque allí la vida tiene más sentido; de la ciudad, añadía, son las distracciones cuando salimos del trabajo. Yo creo que es más lo que apunta Palmira, cuya opinión comparto letra por letra: la maldad en la ciudad existe, pero puedes dejarla pasar como quien coge el siguiente metro.