La editorial Comanegra, con el Ayuntamiento de Barcelona, ha publicado La Criolla. La puerta dorada del Barrio Chino, de Paco Villar. Villar es toda una autoridad en el Barrio Chino de Barcelona: en 2009 ya publicó otro libro emblemático: Historia y leyenda del Barrio Chino (1900-1992) y también escribió un libro delicioso sobre los cafés de la capital catalana: La ciudad de los cafés: Barcelona, 1750-1880. En su último libro se centra en la historia de La Criolla, un local del Barrio Chino que no tuvo mucha duración: se inauguró en 1925 y se cerró en 1936; quedaría absolutamente destruido por una bomba de la aviación italiana en 1938. Pero en el poco tiempo que existió se convirtió en todo un referente de la Barcelona canalla. Villar lo define como "el local nocturno más transgresor y cosmopolita que ha tenido Barcelona".

Interior de La Criolla visto desde el estrado de la orquesta. Gabriel Casas y Galobardes, 1930. ANC

Interior de La Criolla visto desde el estrado de la orquesta. Foto: Gabriel Casas y Galobardes, 1930. ANC.

Drogas, homosexualidad y transformismo

Villar explica que La Criolla estaba en la calle del Cid, detrás de Drassanes,  y que era uno de los sitios más sucios y siniestros de Barcelona. Como estaba muy cerca del puerto, era frecuentado por marineros, delincuentes y prostitutas. No era infrecuente que estallaran peleas, que de vez en cuando acababan a navajazos. En esta calle, y en algunas otras de la zona, se acumulaban los burdeles y las tabernas. La Criolla se convirtió en el principal local de diversión de la zona por su oferta de baile, sexo y drogas. Tenía un pequeño escenario y un gramófono, y ofrecía tanto música en directo como grabada. Cada día, en La Criolla, se juntaba mucha gente para bailar sensualmente, sin ningún tipo de freno. El principal atractivo del local era el sexo: se podían negociar todo tipo de encuentros sexuales: con prostitutas, con casadas, en grupo, con menores, homosexuales, para hacer de voyeur... Durante una temporada en La Criolla se celebraban muchos espectáculos de transformismo, e incluso en una ocasión se convocó el concurso de Miss Barrio Chino, reservado exclusivamente a transexuales. En el reservado y en las habitaciones del local se producían todo tipo de encuentros sexuales. Y había una fluida circulación de drogas: según Villar gracias a la proximidad del puerto se podía conseguir la mejor cocaína, poco adulterada, la que llamaban, en la época, "mandanga chachi".

Participantes en el primer concurso de travestíes Miss Barrio Chino celebrado en La Criolla en 1934. Ballbé. Colección particular.

Participantes en el primer concurso de travestíes Miss Barrio Chino celebrado en La Criolla en 1934. Foto: Ballbé. Colección particular.

Entre el vicio y el espectáculo

La Criolla no era uno más de los locales de los bajos fondos de Barcelona: era todo un referente de la vida nocturna de la ciudad, porque en este establecimiento se mezclaban los marineros y las prostitutas con los burgueses de la ciudad. La alta sociedad barcelonesa hacía incursiones en la calle del Cid, incluso en familia, para mezclarse con los sectores más marginales de la sociedad y volverse, al cabo de unas horas, a los confortables barrios altos de la ciudad. Pero en La Criolla también llegaban muchos extranjeros: esta taberna se convirtió en una escala obligada en la ruta turística de la Barcelona de los años 30. Visitantes de todo el mundo acababan su estancia en la capital catalana con una noche loca en La Criolla. El libro de Villar no intenta mitificar este local, sino que reconoce su papel ambiguo, como local de diversión popular por una parte, pero también como escenario donde las clases populares se convertían en el espectáculo de las clases dominantes.

La Criolla sobre el papel

Si La Criolla consiguió ser tan famosa, es porque fue frecuentada, no sólo por mafiosos, prostitutas, proxenetas, asesinos, marineros y turistas, sino también por muchos intelectuales catalanes, que más tarde la darían a conocer, en sus obras. Este local era punto de encuentro de periodistas, escritores y artistas y muchos de ellos reflejaron el ambiente del Chino en sus obras. Domènec de Bellmunt, Paco Madrid y Alfonso Martínez Rizo escribieron sobre La Criolla; los fotógrafos Brangulí, Gabriel Casas y Josep Maria de Sagarra fotografiaron al público de esta sala, y también a los artistas que actuaban allí y a las prostitutas que la visitaban; el ilustrador Ricardo Opisso, un habitual del local, realizó algunos dibujos sobre el lugar... Pero también muchos escritores extranjeros se pasaron por la Criolla y la retrataron en sus obras, desde Jean Genet, Joseph Kessel o Pierre Mac Orlan (todos ellos especialistas en explicar historias de ambientes "canallas") hasta Ilyá Ehrenburg. Y sabemos que pasaron por la calle del Cid otros famosos personajes, como la bailarina afroamericana Josephine Baker o la filósofa francesa Simone Weil, aunque no escribieron nada sobre el local.

Thonet Balvey libro de firmas de La Criolla

Thonet Balvey. Dedicatoria en el libro de firmas de La Criolla.

El libro de firmas

Paco Villar recupera uno de los libros de firmas que tenían en el despacho del gerente del local y que ofrecían a los visitantes más ilustres. Una perla con 784 firmas, 535 dedicatorias y 43 dibujos, que pone de relieve la fama y la transversalidad de este local. En primer lugar, se constata que tenía público de todas las tendencias políticas, desde el republicano Eduardo Barriobero hasta el nacionalista Ventura i Gassol. Entre los escritores, están las firmas de Josep Pla, de Josep Maria de Sagarra o del protofascista César González Ruano. Entre los dibujos, se encuentran algunos de artistas desconocidos o con una firma indescifrable, al lado de otros de genios como Opisso (del TBO) o Marcel·lí Porta (de La Esquila de la Torratxa). Y también se pone en evidencia que La Criolla era un lugar frecuentado por la gente del teatro, como la genial Margarida Xirgu.

De referencia

La Criolla es un libro sobre un local, un local de libro. Probablemente la historia de La Criolla y sus clientes daría para varios volúmenes. Si las paredes de este local hubieran hablado, habrían hecho tambalearse el país. Este libro, pues, parte de una excelente materia prima, y sabe extraer de ella el máximo provecho. Parte de una investigación de fuentes muy exhaustiva, que se combina con una magnífica redacción. En esta edición se reproducen numerosas imágenes de época de La Criolla y de su entorno, y gracias a eso el lector se puede transportar hasta el local más canalla de la capital catalana y vivir su ambiente. Pierre MacOrlan dijo que La Criolla era "La locura de la noche llevada hasta la exasperación". Y Paco Villar, en este ensayo mágico que se lee como una novela, nos sumerge en el mundo fascinante de este local nocturno y la vida canalla de una Barcelona que fue destruida, como La Criolla, con la guerra civil.

 

Foto de portada: Carnaval de 1932 en La Criolla. Foto: Josep Maria de Sagarra y Plana. ANC.