A estas alturas todo el mundo tiene claro que este jueves será un Sant Jordi muy diferente a los que estábamos acostumbrados. Habituados a discutir sobre si tenía que ser festivo o seguir siendo laborable o si era un riesgo que coincidiera con Semana Santa o con el domingo; sobre la lluvia o el exceso de calor; sobre los libros llamados "mediáticos" y los rankings de los más vendidos; sobre si era mejor un solo día que generara un 10% de las ventas anuales o que todo se alargara durante el año —con la Setmana del llibre en català, sobre la cual todavía no se ha dicho nada, como segunda gran festividad—; sobre los riesgos de la banalización de la fiesta y la emergencia de los contrarios a la celebración, y un largo etcétera, nunca nadie había pensado qué pasaría si para el Día del Libro no se podía salir de casa, ir a las librerías, pasear por los puestos y comprar libros. Hablamos con editores y libreros independientes sobre la nueva situación, a corto y a largo plazo, cuando la explosión de nuevos proyectos, especialmente en catalán, había extendido la idea de una cierta normalidad esperanzadora.

"El sector editorial catalán estaba en un momento muy interesante desde el punto de vista de la creación, la diversidad de la oferta... y eso hacía que poco a poco se ganaran lectores, especialmente en el campo de la narrativa y el ensayo", recuerda Montse Ayats, editora de Eumo y presidenta de Editors.cat, que agrupa a los editores en lengua catalana. Coincide Laura Huerga, editora de Raig Verd, creada el año 2012: "Estábamos en el mejor momento de la editorial desde que nacimos, quizás un poco agotados después de ocho años dándolo todo, pero con ilusión por proyectos que tenían que venir". Entre estos, la publicación de Un mag de Terramar, de Ursula K. Leguin, lanzamiento frustrado por el estado de alarma. Aniol Rafel, de Periscopi, que este año ha publicado novedades tan destacadas como Ignot, de Manuel Baixauli, A l'horitzó, de Hernán Díaz o Atrapa la llebre de Lana Bastašić y Qualityland, de Marc Uwe-Kling —el lanzamiento de estos dos coincidió con el inicio del confinamiento y han visto suspendida su promoción y la visita a Barcelona de los autores—, también encaraba el año de una manera muy positiva: "Enero y febrero habían sido meses buenos, hasta este paro íbamos llegando a más lectores", se lamenta. También vivían un momento dulce las librerías, en plena efervescencia de Sant Jordi, como confiesa Rafa Brujo, de Dòria Llibres y vocal del Gremi d'Editors, que preparaba la Dòria Book Party, ya consolidada como cita obligada de escritores, editores y lectores antes de Sant Jordi. En La Calders, además, se había producido un cambio de socios, y Luigi Fugarolli y Club Editor se acababan de incorporar sustituyendo a uno de los fundadores, Abel Cutillas, que decidía tomar nuevos aires. Isabel Sucunza, la otra cofundadora, explica que la campaña de Navidad había ido tan bien que "bromeaba diciendo que después de toda la movida burocrática y de números que un cambio de este tipo implica, este Sant Jordi sería un paseo".

Montse Ayats: "El sector editorial catalán estaba en un momento muy interesante desde el punto de vista de la creación, la diversidad de la oferta..."

Montse Ayats LA SETMANA 1 (2)

Montse Ayats, presidenta de Editors.cat

La crisis del coronavirus, con el consiguiente decreto del estado de alarma y el confinamiento, ha caído como una maldición bíblica. Sorpresa, incertidumbre y desconcierto son algunos de los términos utilizados por los entrevistados. En Laie, Lluís Morral explica que han tenido que hacer un ERTE que ha afectado a los dependientes —la mayoría de personal de esta emblemática librería— y sólo ha quedado el personal de oficinas y un mínimo equipo para atender los pedidos vía web. La emergencia de propuestas culturales que proliferaron en la red especialmente durante los primeros días también asustó a Sucunza, que reconoce: "Nosotros, que normalmente somos muy activos, no nos veíamos con ánimos de mantener la actividad. Decidimos no pasar a formato virtual las presentaciones que teníamos programadas y rechazamos propuestas que nos llegaban. Pensábamos dos cosas: una, que como veíamos que la cosa iba para largo, mejor si nos centrábamos en pensar cómo nos apañaríamos los días antes de volver para que de alguna manera se nos viera en medio de tanto ruido; y dos, que las actividades, en la librería, las hacemos para vender libros". En este sentido, Sucunza admite que le asusta mucho la imagen esta de cultura hecha en poco tiempo y regalada que se ha ofrecido en las redes últimamente.

Sant Jordi y más allá

Con respecto a la Diada de Sant Jordi, en la cual tenían depositadas todas las esperanzas, una vez asumido que no se podrá celebrar este jueves como sería habitual —"el daño principal, que es que no haya un Sant Jordi normal, ya está hecho", asegura Rafel—, libreros y editores valoran de diferentes maneras las opciones planteadas. Como dice Rafa Brujo, la viabilidad de la propuesta consensuada por el Gremi d'Editors y el de Floristes de celebrar la fiesta el 23 de julio dependerá más de las autoridades sanitarias que del mundo del libro, y valora que posiblemente habría sido más oportuno hacerlo en octubre. Lluís Morral también se muestra pesimista sobre las posibilidades reales de esta celebración alternativa antes del verano, como Isabel Sucunza, que recuerda que Sant Jordi no se hace levantando una persiana y listo: "Las librerías tenemos ahora mismo las plantillas recortadas; si abro ahora la Calders, yo soy la única trabajadora regularizada de la empresa, también hace un mes que no recibimos libros; hemos perdido el hilo de las novedades totalmente; también se ha perdido toda la promoción que los medios hacen para aquel día... ¿Se puede arreglar todo eso con un Sant Jordi sin puestos y sin gente? Entiendo que hay un interés por hacerlo digital y rascar lo que se pueda, pero será un Sant Jordi esmirriado, que, encima, quemará aquel que organizemos dentro de unos meses".

Isabel Sucunza: "¿Se puede hacer un Sant Jordi sin puestos y sin gente? Creo que será un día esmirriado que puede quemar el Día del Libro que se quiere celebrar más adelante"

Librería Calders

Imagen de la librería Calders

De todos modos, desde Editors.cat, su presidenta asegura que para el sector es importante celebrar un Día del Libro antes del mes de agosto, aparte de lo que pueda hacerse pasado mañana: "Detrás de la celebración hay todo un trabajo que ahora no se ha podido hacer porque estábamos confinados. Sant Jordi y la tradición de reglar libros está muy arraigada y la necesidad de encontrar maneras de tener ingresos ha hecho que salgan múltiples iniciativas para seguir celebrando el día 23 de abril, aunque haya una segunda fecha fijada". En este sentido hay que destacar iniciativas como la impulsada por Comanegra y seguida por varias editoriales, como Adesiara, Fragmenta, Fonoll, Sidillà, Apostroph, Obscura y Trípode, o el llamamiento "DesconfinemElsLlibres", con que editoriales como Pol·len, Periscopi, Tigre de Paper, Alrevés, Fonoll, L'Altra, Raig Verd, Les Hores, Edicions de 1984, Cossetània, Saldonar o Males Herbes han animado a la compra de libros a través de plataformas como Libelista o Llibreries Obertes. También Isabel Sucunza, de la Calders, explica que han tenido que poner en marcha una web de emergencia "donde damos la opción de enviar los libros a casa durante la misma semana de Sant Jordi, pero lo acompañamos de un mensaje que avisa del riesgo que eso comporta: no podemos asegurar que todos los agentes implicados en un envío (distribuidora, librería, empresa de mensajería y cliente final) tomen las medidas correctas para evitar el contagio".

Dòria Llibres también está vendiendo por internet —"Hace tres años que tenemos una magnífica web y es ahora cuando no paramos de recibir pedidos. ¿Curioso, no?", explica Brujo—, como Laie, y las dos participan en Llibreries Obertes, impulsada inicialmente por el grupo cooperativo Som y la agencia de publicidad Mortensen y ahora asumida por Òmnium, y con la cual Sucunza se muestra muy crítica. "Sólo haciendo cuatro números, se ve enseguida que ha sido un despropósito. Parece ser que han vendido unos 7.000 libros; echad cuentas: dividido por los días que llevan funcionando y dividido por las 350 librerías que están apuntadas, sale una media de un libro por día por librería; dividido por la mitad, que es la parte del precio que hasta ahora retenía Som hasta que las librerías no vuelvan a abrir, queda el beneficio de medio libro por día por librería", reflexiona Sucunza. "Eso sin entrar a considerar que es una iniciativa que pone la venta de libros en manos de un grupo editorial en vez de en las librerías, y que uno de los beneficios que saca este mismo grupo, aparte del efectivo que tiene retenido hasta que no reabramos (que no sabemos cuándo lo haremos) es que se hace con la base de datos de los clientes de las librerías y de otras editoriales. Ha habido otros, como la propuesta de Penguin. Todas comparten que van disfrazadas de altruismo, cuando en realidad son intervencionistas y muy muy interesadas". Menos contundentes se muestran los editores, como Laura Huerga, que desde Raig Verd echa de menos una pizca más de unidad en un momento de excepcionalidad como el que estamos viviendo. Ha impulsado la venta y suscripción por internet que da un porcentaje a las librerías que escoge el cliente, y que considera todas las opciones positivas, aunque asegura que es una lástima que, en vez de aprovechar los canales existentes, como Libelista, se hayan impulsado otros nuevos. Como miembro de Llegir en Català, asociación que agrupa diversas pequeñas editoriales en catalán, recuerda que ellos también han impulsado la campaña #Obrimfinestres para promocionar sus libros e impulsar la compra a través de Libelista. Ayats pone sobre la mesa la clave de todo: "Quien tiene necesidad de tener el dinero ahora son las librerías y, de rebote, toda la cadena del sector".

Rafa Brujo: "Hace tres años que tenemos una magnífica web y es ahora que no paramos de recibir pedidos. ¿Curioso, no?"

Laura Huerga (e) y Blanca Busquets (ACN)

Laura Huerga, editora de Raig Verd, y Blanca Busquets / ACN

Medidas públicas imprescindibles

Mirando de cara al futuro inmediato y pensando en qué medidas públicas habrá que impulsar para remontar el desastre ocasionado por la Covid-19, todos los entrevistados tienen claro cuáles tendrían que ser las medidas de choque, pero son pesimistas sobre su aprobación. Rafa Brujo asegura que, de momento, "las únicas opciones reales y por las cuales damos las gracias, son nuestros asociados y nuestros clientes que hacen ingresos, la mayoría sin tener el libro, y hacen aportaciones a sus cuentas de clientes. Las ayudas públicas que tenemos dan risa, los créditos ICO con intereses y a retornar a partir del año siguiente. Aparte, cada librería intentará aplazar los pagos a proveedores" y recuerda como desde el Gremi de Llibreters, conjuntamente con editores y distribuidores, propuso créditos a interés cero, aplazamiento del pago de impuestos, autónomos y IRPF. "¿Y si se aplazan los alquileres y se tienen que devolver más tarde, quién nos asegura que no nos volveremos a encontrar con lo mismo?", se pregunta el alma de Dòria Llibres. Sucunza también cree que las medidas se tendrían que centrar en impuestos y gastos fijos (alquileres, suministros...), pero recuerda irónica las primeras declaraciones del ministro de Cultura para asegurar que no confía demasiado en la aprobación de políticas específicas, mientras Lluís Morral añade la necesidad de dotar de liquidez las librerías, "pero no sólo en base a crédito, sino también a fondo perdido". Desde el sector editorial, Aniol Rafel cree que una buena medida sería la compra extraordinaria en librerías por parte de bibliotecas. Ayats, desde Editors.cat, piensa que lo más importante ahora es parar el golpe, actuar con rapidez para que el sector disponga de liquidez, pero recuerda que "la administración, por naturaleza, es lenta y farragosa para encontrar mecanismos para resolver las urgencias". Por eso cree que es básico poner en valor la lectura y la cultura e incentivar el consumo, más allá de esta crisis, con aumento de presupuestos. Una idea que comparte Laura Huerga, que rechaza la solución del endeudamiento para el sector cultural y recuerda el clamor para aumentar la inversión en cultura al 2% del presupuesto de la Generalitat: "Estamos a un vergonzoso 0,6%. 30 euros por ciudadano en Catalunya cuando en Portugal son 158€ o en Francia 476€". Huerga también propone impulsar proyectos que ayuden a los colectivos más débiles y precarios del sector, por ejemplo "que todas las subvenciones incluyan una tarifa mínima a los colaboradores para precisamente desincentivar la precarización... Hay mucho para hacer y no todo es dinero. Sólo hace falta voluntad política", asegura.

Laura Huerga: "Hace falta que todas las subvenciones incluyan una tarifa mínima a los colaboradores para precisamente desincentivar la precarización... Hay mucho para hacer y no todo es dinero. Sólo hace falta voluntad política"

librería laie

Imagen de la Librería Laie

Un golpe especialmente duro para la edición en catalán

Donde coinciden los seis entrevistados es en que el golpe para el libro en catalán, con un mercado más pequeño que su competidor castellano, será especialmente brutal. Como señala Huerga, la edición en catalán vivía un momento dulce, "estaban surgiendo muchas editoriales y librerías nuevas y se estaba preparando un espacio donde asaltar géneros que no son tan habituales o que son inexistentes en catalán" y que tenían que hacer consolidar el aumento de lectores en catalán. Ahora, este camino está lleno de incertidumbre. Lluís Morral augura que las editoriales pequeñas, que habían tenido un papel clave en el buen momento del libro en catalán, sufrirán mucho. También, según su opinión, los grandes grupos aprovecharán para recortar oferta buscando rentabilidad inmediata, y eso afectará especialmente al libro en catalán. Montse Ayats explica algunas claves: "Nos falta musculatura económica para poder afrontar situaciones como estas. Algunos proyectos será difícil que puedan continuar. Por otra parte, para el libro en catalán hay un reto fundamental, el mantenimiento de las librerías de proximidad. Si vamos perdiendo puntos de venta, cosa que ya pasaba antes de la crisis, la edición en catalán es quien pierde más posibilidades. En este sentido, desde Raig Verd, Huerga pide que el golpe nos haga tomar conciencia sobre qué políticas hay que defender. Isabel Sucunza, sin embargo, es optimista y asegura que un factor importantísimo en el crecimiento de los últimos años del libro en catalán ha sido el aumento del número de lectores, que describe como espectacular, y que esta crisis no lo ha tocado.

Aniol Rafel: "Los proyectos independientes tienen menos músculo financiero para aguantar la sacudida, pero también menos gastos estructurales y eso puede ser clave para sobrevivir"

Doria Party/Eugènia Güell

Imagen de la Dòria Party del año pasado. Eugènia Güell

El futuro: trabajar conjuntamente y no olvidar al lector

El futuro de proyectos independientes como los que encabezan los seis entrevistados, tanto en el ámbito editorial como de librería, es el que más les preocupa. "Tanto la absorción de pequeñas empresas como el despido de trabajadores en las grandes me parecen malas noticias. No nos podemos permitir perder a nadie", afirma Laura Huerga, mientras Aniol Rafel pone sobre la mesa que si bien los proyectos pequeños tienen "menos músculo financiero y menos capacidad de endeudamiento para poder aguantar la sacudida", el hecho de que tengan unos gastos estructurales menores les da más capacidad de resistencia. Ayats asegura que la experiencia de las últimas crisis permite augurar una nueva polarización del sector. De todos modos, está convencida de que hay fórmulas positivas a estudiar y poner en práctica que no pasan por los grandes grupos ni por las microeditoriales: "Creo que tenemos que ser capaces de construir empresas medianas compartiendo determinados servicios o haciendo que la ambición, el trabajo y la visión empresarial permitan que sean viables. Y también tenemos que ser capaces de mejorar algunas cosas colectivamente. La eficiencia en la logística, por ejemplo. Hace tiempo que hablamos del modelo alemán, con una central logística única. Si mejoramos este aspecto, podremos destinar recursos a otras necesidades de la cadena". Al final de la cadena, en las librerías, Sucunza asegura que ya se habla de iniciativas de grandes grupos pensadas para llenar las librerías con sus libros. "Los grandes grupos, obviamente, pueden hacer eso con mucha más facilidad que una editorial independiente. Creo que la concentración se podrá evitar en cierta medida si las librerías y las editoriales independientes trabajamos juntas para evitarla". Trabajar conjuntamente y no olvidar nunca al lector. Como recuerda Rafa Brujo, "sin el lector desapareceremos todos juntos, porque si alguien puede hacer desaparecer un sector es el Homo Sapiens, como diría Yuval Harari".