Creo que el pensamiento más universalmente conocido es el que cruzó la cabeza del coronel Buendía ante el pelotón encargado de fusilarlo. Y eso es porque Cien años de soledad forma parte de este selecto grupo de libros considerados universales, una de estas lecturas que acaba siempre en las listas de los '100 libros imprescindibles antes de morir' que tienen todos los diarios. Fue justamente después de acabar de escribirlo que García Márquez llegó a Catalunya y fue aquí donde el Nobel empezó a disfrutar las delicias de ser un escritor famoso, una celebridad mundial. Quizás por eso quiso que los Buendía, incluida Remedios y las sábanas con las que se elevó a los cielos, también hablaran catalán.

Si el talento te convirtiera en inmortal, supongo que hoy Gabo soplaría 94 velas. Sería una celebración pequeña (ya sabemos los tiempos que corren), probablemente sólo con Mercedes y alguna otra persona muy próxima. Una fiesta que se iría interrumpiendo por las constantes videollamadas exigiendo regalar los mejores deseos al autor. O quizás no, yo qué sé. Al fin y al cabo, el hecho de gastar las páginas de un libro no hace que conozcas a quien lo ha escrito. En cualquier caso, este abril hará 7 años que el hombre encargado de escribir uno los mejores inicios de novela que he leído jamás murió en Ciudad de México.

Lo que sí que sé, sin embargo, es que la familia García Barcha llegó a Barcelona en noviembre de 1967 en un coche de alquiler, que pasaron la mayor parte de sus ocho años de vida en la capital catalana en el número 6 de la calle Caponata, que admiraba a Mercè Rodoreda hasta el punto de leerla en catalán y que aquí parió El otoño del patriarca. Y, también, que si existe una traducción al catalán de su obra maestra es porque él lo quiso.

Tísner: el culpable

"La traducción literaria del español al catalán funciona bastante bien en los circuitos editoriales en casos muy concretos, como cuando los autores son catalanes pero escriben en español o cuando la obra hace referencia a una realidad catalana muy determinada [...] Este mecanismo, sin embargo, no ha acabado de hacer fortuna con obras y autores provenientes de realidades alejadas de la catalana, como es el caso de García Márquez", escribe el doctor en traducción Francesc Galera. Entonces, si la traducción estaba condenada al olvido comercial, ¿por qué editarla?

Pues porque García Márquez quería. Y punto. "Al autor le hacía gracia tener en la lengua de la ciudad que ha escogido para vivir su Cien años de soledad. Eso es todo. Si de todas las versiones de su libro la que más ilusión le producía era la que no se había escrito, ¿quien se habría visto con ánimos de negársela? ¿Habríamos sido capaces de confesarle que el obstáculo mayor era la falta de interés comercial de Cien años de soledad?".

Esto lo explica Avel·lí Artís-Gener, Tísner, en el prólogo de la primera edición del libro publicada en catalán. El periodista, escritor y dibujante fue el encargado firmar la traducción y (quizás) el culpable de que a García Márquez se le instalara en la cabeza la idea de editarla. Los dos se conocieron en México, donde fueron compañeros de trabajo. En 1967, Tísner decidió empezar a hacer probaturas con el texto por diversión, con el objetivo de sentir la sonoridad que tendría el libro en su lengua.

El ejercicio entusiasmó al colombiano, que le pidió que siguiera, pero Artís-Gener dejó de lado el trabajo. No fue hasta tres años después de que lo completara, cuando García Márquez reclamó la edición en catalán para celebrar la edición del ejemplar un millón de Cien años de soledad. Cent anys de solitud fue editado por primera vez por Edhasa, en 1970, y hasta el 2007 no se hizo una segunda edición, a cargo esta vez de Belaqva. No es, sin embargo, la única obra del autor que podemos leer en nuestra lengua, ya que Tísner también se encargo de hacer posible Crònica d’una mort anunciada.