Con ocasión de la Diada de Sant Jordi, la Casa Batlló, el genial edifici de Gaudí al Passeig de Gràcia, se ha cubierto de "rosas solidarias". Según los organizadores del acto, la Casa Batlló se siente especialmente representada por la historia de Sant Jordi y el dragón, porque algunos elementos de su fachada y del interior son alegóricos de la leyenda. Las tejas del tejado tienen forma de escamas, en representación del dragón, y los balcones en forma de huesos y calaveras representan a las víctimas del monstruo...

El triunfo del porexpan

La idea de cubrir los balcones y las tribunas de la Casa Batlló de rosas podía ser una gran idea. Pero queda muy deslucida por el hecho de no hacerlo con rosas naturales, sino con réplicas artificiales de gran tamaño (se argumenta que esto se ha hecho por motivos ecológicos). El resultado de estas "rosas solidarias", si bien engaña con la distancia, en la proximidad deja mucho desear. El estilo modernista deriva de inmediato en el kitsch.

Gaudí con los excluidos

La iniciativa de cubrir la Casa Batlló de rosas va asociada a una obra altruista. La idea es que, aprovechando el impacto visual de la acción artística, la Casa Batlló ponga en venta 2.016 rosas, y que los beneficios generados por eso vayan íntegramente en beneficio de la Fundació Arrels, una organización que lucha por evitar que gente de Barcelona duerma en la calle. Esta fundación no sólo da apoyo a los sin techo, sino que reivindica un cambio en la sociedad para que deje de haber gente que se quede sin hogar. Y denuncia que, en estos momentos, en Barcelona hay 3.000 personas que no tienen hogar. Sin duda, el objetivo de la acción no puede ser más encomiable.

El modelo barcelonés

Y a pesar de todo no hay que olvidar que la Casa Batlló, como tantos otros monumentos de Barcelona, es una obra de arte que cada vez excluye más a los propios barceloneses. Con una entrada que cuesta a partir de 15 euros por persona, esta obra parece reservada para el turismo de élite. En la cola de entrada no se ve nunca a ninguna escuela, y los visitantes autóctonos están claramente en minoría (el edificio recibe cerca de un millón de visitas anuales). La iniciativa altruista de la Casa Batlló forma parte de estas extrañas paradojas que se dan en una Barcelona en la que se dan la mano, contra natura, buenas obras, fiesta popular, publicidad, arte, masificación turística y exclusión.