Josep Fontana, uno de los historiadores catalanes más internacionales, murió hace casi un año. Y ahora se publica un libro que dejó a punto al morir: Capitalismo y democracia 1756-1848 (lo edita Edicions 62 en catalán y Crítica en castellano). El subtítulo es contundente: "Como empezó este engaño". Se trata de un libro de máxima actualidad en que relaciona la evolución del capitalismo, desde sus orígenes, con la situación actual del mundo, tras la gran crisis de 2008. Un libro en que la historia más rigurosa se combina con la más contundente denuncia.

Fontana: el ascenso de un capitalismo depredador sigue imparable

Contra los manuales escolares

A menudo, en las escuelas, se nos ensalzó la Revolución Francesa, presentándola como fuente indiscutible de libertades y poniéndola como ejemplo de "revolución burguesa". Josep Fontana relativiza mucho esta visión. Afirma que no hubo una ruptura absoluta entre feudalismo y capitalismo, sino que se produjo una transición que en algunos sitios duró mucho tiempo (y recuerda que en ciertos países la democracia censataria se prolongó hasta el siglo XX). Fontana destaca que a la burguesía que pretendía la hegemonía a la sociedad contemporánea "no le gustaba el desorden político" y prefería el mantenimiento del sistema anterior a cualquier tipo de revolución. Fontana incluso deja bien claro que las clases dominantes españolas fueron durante mucho tiempo hostiles a la industrialización, por miedo a que la proletarización llevara a la revolución. Porque, para Fontana, el siglo XIX no es tanto el siglo de la revolución burguesa contra los residuos del feudalismo, sino la historia de las resistencias continuas de campesinos y obreros contra la imposición del capitalismo.

Marcha atrás

Contra las visiones que presentan la Revolución Industrial como un progreso que consiguió mejorar las condiciones de vida de la población, Josep Fontana se alinea con los historiadores más críticos con esta teoría, los que apuntan que hubo "una relación inversa entre desarrollo y nivel de vida". El capitalismo habría triunfado, tras una dura lucha, sobre "los que defendían un mundo más igualitario, controlado colectivamente desde abajo." En el fondo, las tesis históricas de Fontana son un torpedo a la línea de flotación de las teorías económicas neoliberales, que identifican mejora macroeconómica con mejora del nivel de vida de la población. Deja en evidencia que no siempre es así, y que no lo fue en los primeros momentos del capitalismo.

El capitalismo ha triunfado sobre los que defendían un mundo más igualitario, controlado colectivamente desde abajo

Cuando el mundo no era de todos

Fontana dedica mucha atención al llamado Congreso de Viena, uno de los hitos fundacionales del mundo contemporáneo, para deducir que en realidad no hubo ningún congreso, sino un simple encuentro entre las grandes potencias que acabó con la subyugación de las potencias menores (y, evidentemente, del resto del mundo). Fontana destaca un hecho que no se suele conocer: España no firmó las conclusiones del Congreso de Viena, pero acabó doblándose a sus dictados. La derrota de Napoleón en Waterloo supuso la imposición de un mundo desigual. Un mundo que no era otro que el feto del mundo de hoy.

Estado, ¿al servicio de quién?

Habitualmente los defensores del capitalismo aseguran que la economía moderna funciona de forma automática, siguiendo los dictados del mercado. Fontana demuestra que eso no es así, que el capitalismo no se impuso por la simple dinámica económica, sino que hubo que utilizar toda la fuerza de coacción del Estado para implantar este sistema económico. Las clases dominantes recurrieron al monopolio de la violencia que detenta el Estado para favorecer un proceso que no hubiera sido posible culminar únicamente a través de las dinámicas económicas. Las medidas económicas tomadas por el Estado para favorecer un nuevo sistema económico que reforzara a las élites, para Fontana, solo tiene un nombre: "Robo de clase". Medidas como el cierre de tierras o las reformas agrarias favorecieron a los propietarios en detrimento del campesinado.

Fontana: la regla de oro del capitalismo sigue siendo hoy, como a principios del siglo XIX, favorecer una expropiación creciente de las ganancias que producen el trabajo de los obreros

Capitalismo es globalización

Fontana elabora un relato centrado en los países donde se origina el capitalismo. Su texto está basado en los casos de Reino Unido, Francia y el Estado español (con pequeñas derivaciones en Italia, Bélgica, Alemania, Austria...). A pesar de todo, no olvida apuntar que el impacto del capitalismo fue mucho más allá y afectó a las poblaciones de India, Sierra Leone o Argel (y, al mismo tiempo, analiza sus efectos en poblaciones muy próximas, como Igualada). El capitalismo impuso su huella por todo el mundo, en un intento constante de acceder a nuevas materias primas y nuevos mercados. Argelia, Egipto y otras naciones fueron cayendo en la órbita europea, de una en una. Y Fontana recupera los estudios clásicos sobre el papel de la esclavitud en la formación del capitalismo, empezando por el Capitalismo y esclavitud de Eric Williams, y repasa también los materiales académicos sobre el papel del azúcar, del te y del algodón en la nueva economía globalizada, pero también en la consolidación del poder de determinadas potencias sobre el resto del planeta. A pesar de todo, la recepción del capitalismo por los pueblos no occidentales no es el eje central de su estudio.

Lección de historia contemporánea

Dicen los que conocieron a Josep Fontana que tenía un conocimiento enciclopédico sobre casi todo. Lo leía todo, era capaz de relacionar los materiales más diversos y tenía opinión propia sobre las cuestiones básicas del mundo moderno. Y eso se hace patente en Capitalismo y democracia, un libro que ofrece una visión amplia, pero muy coherente y cohesionada del mundo, que solo es posible que haga alguien como Fontana, que lo ha leído todo, todo, todo... La espectacular bibliografía que figura al final de este libreto muestra que pese a su corta extensión es fruto de un trabajo largo y profundo. Fontana es un claro exponente de la historiografía marxista, pero muestra también un cierto eclecticismo y recoge estudios históricos de las corrientes más diversas. Finalmente, Capitalismo y democracia quiere ser una pequeña gran historia del mundo moderno, pero también una denuncia del sistema socioeconómico actual. Para Fontana la historia no tenía sentido si no estaba al servicio de la política, y este libro es un claro ejemplo de ello. En realidad, el "maestro Fontana", como lo llamaban sus discípulos y los discículos de sus discípulos, manifiesta claramente su intención de sacar a la luz la "trama oculta" de la imposición del capitalismo para evidenciar sus perversas mecánicas. Unos mecánicos que, según él, no han cambiado. En realidad, en el libro equipara la situación actual del mundo con la ofensiva contrarrevolucionaria de 1814 o de 1848 pero apunta a que el capitalismo actúa "ahora con más ambición". Fontana afirma que "el ascenso de un capitalismo depredador sigue imparable", y hace suyas las palabras de Jared Bernstein: "La hoja de salarios del trabajador refleja su fuerza y las dos están demasiado bajas". El gran historiador catalán apuntaba a que la situación de hoy no era tan diferente a la del pasado: "La regla de oro del capitalismo sigue siendo hoy, como a principios del siglo XIX, favorecer una expropiación creciente de las ganancias que produce el trabajo de los obreros, acosta no solo de su nivel de vida, sino también de sus derechos y libertades". Y advertía que el capitalismo ha empezado una ofensiva terrible, que no se había atrevido a emprender hasta ahora, para quitar la tierra a los habitantes de muchos países del tercer mundo.