No sé si os acordáis de la vez que más os habéis aburrido en la vida. Yo sí: mirando el Tour de France desde Coma-ruga, donde pasábamos los veranos, en los años noventa. Mediodía, sofá y aquellas multitudes de bicicletas silenciosas en la pantalla. Las curvas del asfalto hirviente y la ve somnoliento del retransmisor. Y no pasaba nunca nada, no caían, no se empujaban, no se les pinchaba una rueda. Cada día, durante veinte días, volvían, obstinados, pedaleando sin nunca detenerse con la espalda cada vez más encorvada. En Coma-ruga era el único televisor y no había opción alguna de poder intentar discutir la posibilidad de cambiar de canal. Ni en broma. Al final, para distraerme, la única cosa que me parecía mínimamente interesante del Tour eran los estampados de los maillots de los ciclistas. El de color blanco con topos rojos era con diferencia mi preferido.

No sé si os acordáis de la vez que más os habéis aburrido en la vida. Yo sí: mirando el Tour de France desde Coma-ruga, donde pasábamos los veranos, en los años noventa

Me parece que es un recuerdo de aburrimiento estival que se une a otro (también de verano, aunque no ocurrían al mismo momento) y que es la espera inacabable de la digestión antes de poder ir a la piscina del pueblo. Evidentemente, en casa ni se planteaba que te pudieras bañar justo después de comer. Era como decir que ibas a echarte de cabeza a un estanque de pirañas. En mi familia había un sistema de horario digestivo tan afinado que siempre se calculaba en función de lo que se había comido. Si el menú era una crema y un trozo de pescado, por ejemplo, podías salvarlo con una hora y cuarto de digestión en el sofá. Nada que ver con el bistec o las albóndigas, que requerían dos horas bien buenas antes no osaras a poner el dedo pequeño del pie en el agua hirviendo de la piscina. Dos horas son una vida, para un niño de seis años. Aparte de estos dos momentos estelares, recuerdo haberme aburrido frecuentemente, durante la infancia

El aburrimiento está mal visto. Porque vivimos una cultura que valora la productividad, que está acostumbrada a la sobrestimulación, al entretenimiento, que tiene acceso a toda la información

El aburrimiento está mal visto. Porque vivimos una cultura que valora la productividad, que está acostumbrada a la sobrestimulación, al entretenimiento, que tiene acceso a toda la información. No puede ser que te aburras. Debe ser que no tienes intereses, porque los estímulos son constantes. Está la creencia que aburrirse fomenta la creatividad y que, por lo tanto, es constructivo. Que justamente de aburrirte surgen las mejores ideas. He leído unos experimentos muy curiosos sobre el tema. En una universidad del Reino Unido hicieron copiar unas cuantas páginas de números de teléfonos antes de plantearlos el reto imaginativo de pensar cuántas funciones puede tener un vaso de plástico. Resulta que este grupo, que había hecho un trabajo tan amuermado primero, tuvo soluciones mucho más creativas que el grupo de control, que no había hecho nada previamente. En un tercer estudio, antes del reto se les hizo leer un rato la guía telefónica. Y los resultados todavía fueron mejores.

Está la creencia que aburrirse fomenta la creatividad y que, por lo tanto, es constructivo. Que justamente de aburrirte surgen las mejores ideas

Hay quien cree, sin embargo, que esta idea es un mito. Y que para evitar la sensación de aburrimiento hacemos cualquier cosa (dile ir a comer una galleta, dile tragarte un documental sensacionalista, ocho capítulos de cincuenta minutos). No salimos de la zona de confort y, la mayoría a veces, no creamos nada bueno porque para no aburrirnos escogemos el camino fácil. Me parece que ahora los niños no se aburren como antes (y reconozcamos que hay pocas cosas más pesadas que un niño aburrido). Lo que es seguro, sin embargo, es que ahora no se verían obligados a mirar el Tour de France. Porque cogen el móvil y miran TikTok. Que quizás no es más divertido, pero es más variado. Y como todo queda en Francia, acabaré con una cita de Victor Hugo, que decía que "solo hay una cosa más terrible que un infierno de sufrimiento: un infierno de ocio".