El 28 de octubre se cumplirán 80 años del desfile de retirada de las Brigadas Internacionales por la Avenida Diagonal. Entre un mar de flores, 500.000 personas, según los diarios de la época, se agruparon para despedir a aquellos hombres que habían venido voluntariamente, desde los últimos rincones del mundo, a defender la república. Menos de 4 meses después, el 20 de febrero, las tropas franquistas desfilarían con sus tanques, en una demostración de fuerza, por una ciudad vencida. Para recordar el desfile de los brigadistas, el Memorial Democràtic ha organizado una exposición de 10 fotografías de Henry Buckley en los jardines del Palau Robert, que colabora con la iniciativa. Esta exposición estará expuesta hasta el 4 de noviembre.

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El desfile por la Diagonal. Henry Buckley.

Una retirada en la derrota

Las Brigadas Internacionales fueron decisivas en diferentes momentos de la guerra civil, especialmente en la Batalla de Madrid, cuando contribuyeron a evitar la ocupación de la capital del Estado y una rápida derrota de las tropas leales. A finales de 1938, la República quiso hacer un gesto ante el Comité de No Intervención y decidió la retirada de los brigadistas. La batalla del Ebro iba francamente mal, y los republicanos esperaban que la ONU forzara la retirada de los alemanes e italianos, aliados de las fuerzas rebeldes, lo que creían que podía ayudar a alargar la guerra (hasta el estallido del inminente conflicto mundial). Pero la comunidad internacional cada vez se mostraba más flexible con los fascismos. Hitler había ocupado a los Sudetes y no había habido ninguna reacción. Las tropas regulares italianas y alemanas se quedarían en el Estado español hasta el final de la guerra. Los franquistas y sus aliados pronto ganarían la batalla del Ebro, y al cabo de poco acabarían derrotando al ejército republicano. El presidente norteamericano, Roosevelt, se arrepentiría entonces de no haber colaborado con los republicanos; sabía que la victoria franquista daría alas al nazismo. Unos meses más tarde, Hitler invadía Polonia y estallaba la Segunda Guerra Mundial, a la que Estados Unidos, y medio mundo, acabarían arrastrados.

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Despido de los brigadistas en la Espluga del Francolí. Foto: Henry Buckley.

Nada a cambio

Los brigadistas vinieron al Estado español como voluntarios. Dejaron sus casas y sus familias para ir a ayudar a la República. Había intelectuales, pero también obreros, campesinos, profesionales... Y salieron como derrotados. A muchos su derrota les perseguiría. Algunos ni siquiera se marcharon en octubre de 1938, porque no tenían donde ir, porque sus países eran dominados por el fascismo y allí su vida corría peligro. Muchos acabaron en los campos de concentración alemanes, donde perderían la vida. Y algunos fueron perseguidos por los gobiernos democráticos, pues su pasado les hacía sospechosos de ser "demasiado revolucionarios" (algunos brigadistas norteamericanos fueron severamente hostilizados por el maccartismo). Una pequeña exposición de homenaje, en Barcelona, la ciudad que los despidió con una lluvia de flores, era el mínimo que se merecían.

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El público en la Avenida Diagonal. Henry Buckley.

En primera línea

El británico Henry Buckley (1904-1972) llegó a Barcelona como reportero de The Daily Telegraph; y como periodista estableció relación con personajes míticos de este mundo, como Hemingway o Capa. No era un fotógrafo genial, pero sus fotografías complementaban su trabajo principal. Buckley, vivió en Sitges tras su boda con Maria Planas, hija de un exalcalde de la ciudad, y en la casa familiar de esta ciudad, se encontraron 200 imágenes inéditas, con que se depositaron en el Archivo Comarcal del Alt Penedès. Diez de estas fotografías son las que se exponen en el Palau Robert. Un mínimo recuerdo para tanto sacrificio.