Pocas cosas debe haber más egoístas que fotografiarse el miembro. En serio. Coger el móvil con una mano, en la otra la virilidad imponente, dura o flácida; dar un pollazo a través de la pantalla y que el golpe resuene en la red o en el corazón avergonzado de alguna interlocutora anónima. O de varias. El fenómeno ‘fotopene’ muestra la realidad de tantas, pero no se habla demasiado de él. ¿A quién le importa? A menudo las imágenes quedan en la papelera del móvil u ocultas en conversaciones de Whatsapp que jamás volverán a leerse. Otras, menos, se critican por redes sociales o en grupos de amigas indignadas, en conversaciones que no resuenan más allá del disgusto lógico. De la angustia, la sumisión inherente, el asco. El acoso está servido a golpe de 5G pero al mundo (patriarcal) le da la risa. A mi me da el cabreo.

cara de fàstic

Porque mandar una foto de los genitales propios es algo que se hace, desde hace algunos años, casi de forma enfermiza. En la sociedad del aquí y el ahora, la inmediatez demanda información fidedigna a la velocidad de la luz, incluso si esto supone sobrepasar el límite de la intimidad. Las ‘fotopollas’ se han normalizado a la hora de ligar, o mejor dicho, algunos hombres han tirado de ellas más de lo normal para acelerar las fases de apareamiento y saciar precozmente su instinto sexual, culminar su obra, rebrotar su ego. En serio, tíos: ¿no tenéis suficiente con ser los amos del universo que ahora también queréis colaros en casas ajenas, adueñaros del bluetooth y prostituir el wifi con capullos y frenillos rugosos que nadie os ha pedido?

La cultura machista del ‘todo vale’

Vamos a ver. Os hablo de las fotos de penes totalmente gratuitas, las que no tienen el consentimiento de ellas en el binomio hombre-mujer (de las demás orientaciones hablaremos después). Según un estudio de The Journal of Sex Research de 2019 titulado I’ll show you mine and you’ll show me yours (Te enseñaré lo mío y me enseñarás lo tuyo), el 48% de los hombres encuestados habían mandado una foto de su miembro sin recibir petición alguna por parte de la interlocutora. Casi un 50% de invertebrados y aquí no pasa nada.

De ellos, la finalidad del 82% es que la mujer sienta excitación al recibir la imagen. Increíble. Y lo que piensa, lo que siente la figura femenina... ¿qué? En un segundo plano o pisada bajo las sábanas empapadas de fluidos solitarios. Porque la cultura machista aprueba y ampara cualquier actividad venida del falo por ser autoridad, raciocinio, beneplácito y poder. Que la mayoría no queráis acosar sino excitar, no sirve. No cuando el debate del consentimiento está en boca de todos. No cuando las violaciones no dejan de crecer. No sirve aquí la más mínima excusa de redención.

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Tampoco el narcicismo es argumento. Se comparaban penes con objetos cotidianos en múltiples pósters del número 13 del magazine Useful Photography (2015), editado por los fotógrafos Hans Aarsman, Julian Germain, Erik Kessels y Frank Schallmaier para explorar la categoría de los selfie penes. Una brutal alegoría a la potencia del pene como centro, una burla a la hombría asociada al miembro, una muestra icónica del falo como rey de la selva. El ego como excusa, el yo, grande y libre para salir de cualquier enfrenta.

Poco más que añadir a quien autodefine la acción de fotorabo

Y mucho menos excusable es el mal por el mal, el reconocimiento misógino de quien siente su superioridad reforzada tras recibir un ‘no’ repulsivo. Los hay; leí por ahí que uno de ellos autodefinía la acción de fotorabo y poco más que añadir a tal hazaña lingüística. Nos lo ponéis muy fácil para poneros a todos en el mismo saco, porque mientras uno actúa bajo cualquier perspectiva, los demás hacéis burla. Ninguno cuestiona ni para los pies al prójimo, retroalimentando el derribo y perfeccionando las técnicas más ruines para despojarnos de humanidad. A las mujeres. A todas nosotras. Habrá quien se burle de estas letras mientras son leídas y haga coña con los amigotes de turno. Siento lástima por ellos.

El falocentrismo también es que se haya hecho un estudio sobre qué motivaciones tienen los hombres para con este tipo de fotos antes que uno que indague en cómo nos sentimos las mujeres que las recibimos. Esta organización social usa el pene como métrica y excluye a cualquiera que no tenga uno entre sus piernas. Uno blanco, heterosexual y con rasgos totalmente masculinizados, a poder ser. Las (y los y les) demás estamos de más.

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No es tendencia, es acoso

Hace un par de días la Audiencia de Girona impuso la pena máxima de 1 año de prisión por exhibicionismo (¿?) a un hombre que enseñó su pene a una menor de 11 años por videollamada, absolviéndolo de abuso sexual continuado. Esto de las dick pick algunos lo tildan de tendencia sexual. Pues bueno, a mi me gusta más etiquetarlo de acoso sexual.

El bochorno cuando se recibe una foto no solicitada con un capullo erecto (o no) en primer plano es de juzgado de guardia. Me atrevería a decir que es imposible no sentir atisbo de rechazo y repugnancia al descargar la imagen y encontrarse con eso en la cara, aunque hay algunas voces que discrepan. En 2020, el estudio Women’s and men’s reactions to receiving unsolicited genital images from men reconoció que la mayoría de las mujeres (3 de cada 4) tienen una reacción negativa cuando reciben imágenes del pene de su interlocutor. Porque, joder, ¿qué tipo de superioridad moral de mierda es esta? Igual la que solo busca el consentimiento unidireccional, la que ha trasladado los abusos al sofá de cada casa. Bajo esta regla de 3, somos muchas las que hemos sido violadas.

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No lo perciben igual los hombres homosexuales y bisexuales. En este caso, la estadística es proporcionalmente inversa: solo 1 de cada 4 se siente contrariado con el fenómeno ‘fotopene’ contra una mayoría que lo siente como un acto curioso, divertido y tremendamente útil. Un chico gay que conozco me dice que todo depende de la intención, que si está en una app buscando sexo esporádico no le incomoda que alguien le mande una foto de su miembro. "En el sexo, somos más prácticos y a la hora de buscarlo vamos a lo que vamos". No seré yo quien lo cuestione, faltaría más. Pero sí le molesta, en cambio, cuando alguien que no le interesa abre la conversación con dicha imagen. Normal. Porque es abusivo. Porque no mola.

Así que tíos, parad. Ajustad el miembro. Frenad el frenillo. Para colmo, mientras Instagram continúa pixelando pezones de mujer, mientras Tinder está llena de nabos que nadie ha pedido, yo no he podido ilustrar mi crítica con el descaro de otro. Ni para eso me sirve vuestra autoridad. Porque mientras lo mío es punible, lo vuestro es presumible. Basta ya.