Lisboa, agosto de 1944. Un grupo de niños y niñas judíos centroeuropeos que habían estado refugiados en Barcelona llegaban a la Estación Central de la capital portuguesa para emprender su camino hacia América. La asociación civil semiclandestina American Jewish Joint Distribution Committee, dirigida por los hermanos sefardíes portugueses Sequerra, creó una eficiente red que, desde Barcelona, salvaría la vida a miles de personas. No obstante, la capital catalana ya no era aquel refugio seguro de la época de la Generalitat republicana. El régimen de Franco, aliado de los regímenes de Hitler y de Mussolini, había dejado claro que no contemporizaría con la minoría judía catalana. El saqueo y el incendio de la sinagoga de la calle Provença, al día siguiente de la ocupación de la ciudad (1939), era una clara muestra de la postura del nuevo régimen. Y Barcelona pasaba a ser, tan sólo, una escala clandestina de miles de refugiados que escapaban del Holocausto.

Fotografía de los hermanos Joel y Samuel Sequerra. Font Mozaika
Fotografía de los hermanos Joel y Samuel Sequerra / Fuente: Mozaika

La Barcelona de la plenitud judía

Pero justo antes de que se produjera este descalabro, Barcelona era uno de los principales destinos de judíos mediterráneos y centroeuropeos. El ascenso de Hitler al poder (1933) y las negras perspectivas que se cernían sobre la numerosa y potente comunidad judía alemana, intensificaron el fenómeno migratorio judío hacia Barcelona. Según un estudio de los investigadores Josep Calvet y Manu Valentin, de la Universitat de Barcelona, esta segunda ola migratoria, básicamente alemana y en menor medida de países amenazados por el régimen nazi de Hitler, estaba formada por empresarios (fabricantes y comerciantes) y profesionales liberales (médicos, arquitectos, profesores, artistas, abogados). Era un colectivo profesional muy cualificado que tenía que repercutir muy positivamente en el tejido económico de la ciudad. A principios de 1936 la población judía de Barcelona estaría situada sobre las 3.000 personas (0,3% de la población de la ciudad).

El cineasta David Oliver

Este porcentaje estaba muy lejos del 15% de la población judía de la Barcelona de 1391 (la víspera de los pogromos que provocaron la destrucción de las principales juderías del país). Pero era un grupo muy dinámico y muy innovador. Sería el caso, por ejemplo, del productor cinematográfico David Oliver (Unizh, entonces Polonia y actualmente Ucrania, 1880 – Londres, 1947), que se refugió en Barcelona después de sufrir un atentado en Berlín perpetrado por terroristas nazis (1933). Oliver ya era un destacado empresario del cine alemán. Había sido uno de los pioneros y uno de los principales productores cinematográficos alemanes: había producido más de 150 cortometrajes en Alemania y había construido la sala de exhibiciones más grande de Europa en Hamburgo. En Barcelona fundó Iberica Films, que fue pionera en la incorporación de varios géneros musicales en el cine. Pero con el estallido de la guerra española (1936) se exilió de nuevo.

Fotografía de los hermanos Metzger (judíos suissos) presentando sus productos al rey Alfonso XIII. Font European Observatory of Memories
Fotografía de los hermanos Metzger (judíos suizos) presentando sus productos al rey Alfonso XIII. Fuente: European Observatory of Memories

El psicólogo Werner Wolff

Otro ejemplo de aquella segunda ola migratoria sería el médico Werner Wolff, que llegó a Barcelona en 1933. Wolff (Berlín, 1904 – Nueva York, 1957) ya era un prestigioso psicólogo de la escuela académica del psicoanálisis y de la etnopsicología, que, poco después del ascenso de los nazis al poder, fue víctima de una depuración ideológica y étnica en la Universidad de Berlín. El prestigioso psicólogo catalán Emili Mira i López, en aquel momento director del innovador Departamento de Psicotecnia y Formación Profesional de la Generalitat, lo incorporó a su equipo de investigación. Durante aquella etapa de colaboración (1933-1936) interrumpida por el estallido de la Guerra Civil, Mira y Wolff revolucionaron las técnicas de selección de personal. Pero, a causa de la ocupación franquista de Catalunya, se tendrían que exiliar y los resultados de sus trabajos, de extraordinaria repercusión, no verían la luz en Barcelona.

El fin del sueño Barcelona

El deterioro de la vida judía en Barcelona se inició antes de la ocupación franquista de la ciudad (26 de enero de 1939). La entrevista que mantuvieron el president Companys y los dirigentes de la Comunidad Israelita de Barcelona a finales de marzo de 1936 (lo explicábamos en la anterior entrega) revela que, poco antes del estallido de la Guerra Civil española, los judíos barceloneses se sentían amenazados por elementos que gravitaban en torno al consulado alemán en la capital catalana. En aquella reunión los dirigentes judíos locales expusieron que su comunidad era objeto de prácticas difamatorias, que les causaba graves perjuicios comerciales, y de inquietantes seguimientos, que les provocaban un estado de angustiosa inseguridad. La decidida intervención del gobierno catalán evitaría males mayores, sin embargo, sería una prueba de cargo contra el president cuando fue detenido por la Gestapo en la Francia ocupada (15 de agosto de 1940).

Oliver i Wolff. Fuente Wikimedia Commons
Oliver y Wolff / Fuente: Wikimedia Commons

Barcelona antisemita

En aquel afán persecutorio y difamatorio (1933-1936) participaron elementos forasteros y autóctonos. La investigación historiográfica revela la existencia de una "legión de agregados culturales" alemanes (naturalmente, con la acreditación del partido nazi) que se desplegaron vigilando los movimientos de la comunidad judía local. En cambio, la labor difamatoria —la que amenazaba la ruina económica de los judíos barceloneses— iba a cargo de grupúsculos locales de la ultraderecha españolista, que simpatizaban con el ideario nazi y que actuaban al amparo de los reductos más inmovilistas y reaccionarios de los aparatos judicial y policial españoles. Uno de los grupos más radicalmente antisemitas sería la Peña Blanca, fundada por José Enrique de Olano y José María Milà Camps (burgueses ennoblecidos por el régimen borbónico), y formada por las oligarquías más reaccionarias de la ciudad. Su divisa era: "Viva Cataluña española".

Birnbaum y Sagués

La ocupación franquista de la ciudad sería la aceleración de un deterioro que la Generalitat había conseguido parar pero no erradicar. Al día siguiente de la ocupación (27 de enero de 1939) un grupo de falangistas forasteros asaltaron la sinagoga de la calle Provença y tiraron y quemaron en medio de la vía pública todos los libros y los objetos de aquel espacio de culto. El incendio de la sinagoga ponía punto final a la primavera judía de Barcelona, y marcaba el inicio de los años de plomo de las persecuciones. Por ejemplo, los comerciantes Henri Birnbaum (Berlín, 1921 – Barcelona, 2004) y Joseph Palomo-Sagués (Pursa, Turquía, 1902 - ? ?) fueron detenidos y acusados —sin pruebas— de disidencia al régimen (en realidad lo que pesaba era su condición de judíos). Y, sin ningún tipo de juicio, fueron internados en el campo de trabajos forzados de Miranda (Castilla y León), hasta que en 1943 consiguieron salir para emigrar a Palestina.

Himmler en Barcelona (1940)
Himmler en Barcelona (1940)

Companys y Urraca

No es cierto que la España de Franco hubiera protegido a los judíos. El embajador Sanz Briz y algunos otros actuaron a título particular. Nunca en nombre del Gobierno. Y la prueba más evidente sería en lo que fue convertida Barcelona. El 15 de octubre de 1940, el régimen nacionalcatólico español fusilaba al president Companys, que había sido un defensor de la comunidad judía barcelonesa durante la etapa republicana. Companys fue interrogado en París y extraditado a Madrid por Pedro Urraca, elemento de confianza del antisemita Félix Lequerica, embajador español en Vichy. A la conclusión de la II Guerra Mundial (1945), Urraca fue repetidamente reclamado por la justicia francesa, y finalmente juzgado y condenado in absentia por crímenes contra la humanidad. Durante su estancia en la Francia ocupada (1940-1945) se enriqueció con el saqueo y el asesinato de docenas de familias judías que intentaban escapar del Holocausto.

Laval, Galbolde y Bonnard
Laval, Galbolde y Bonnard

Barcelona y las 'ratlines'

Queda claro que la España de Franco no protegió a los judíos. El régimen nacionalcatólico español no entregó nunca a Urraca a la justicia francesa. Como tampoco entregó a los miles de fugitivos nazis (alemanes y franceses) que se ocultaron en la España de Franco. Barcelona fue convertida en una importante base de las ratlines (el sistema clandestino de fuga para nazis). El 2 de agosto de 1945, Franco autorizaba el aterrizaje de un avión en el aeropuerto de El Prat que transportaba a Pierre Laval, Abel Bonnard y Maurice Gabolde, dirigentes del siniestro régimen de Vichy que había capturado y enviado a los campos de la muerte miles de judíos. Pasadas unas semanas, Franco cedió a la presión internacional y, masticando cristales, extraditó a Laval. Y, paradojas de la historia, Bonnard, Gabolde y un mínimo de 13.000 nazis franceses y alemanes fueron amparados por el estado español y murieron en la cama. Una buena parte de ellos, en Barcelona.