Marisela Escobedo dejó de respirar el 21 de agosto del 2008, mañana hace justo 13 años. Fue en el momento en que le dijeron que nunca volvería a ver su hija. A Rubí Marisol Frayre, de 16 años, la mató su novio, Sergio Rafael Barraza, en Ciudad Juárez (México). La mató, la quemó y la arrojó a un vertedero de cerdos. En la tierra donde las muertas se amontonan en las esquinas. Donde diez mujeres son asesinadas cada día. En el país donde, solo en 2019, los feminicidios ascendieron a la friolera de 4.000. De ellos, según la asociación Mexicanos contra la Corrupción y la Impunidad (MCCI), el 97% queda impune.

No sabía en ese momento Marisela que aún le faltaba morir dos veces más. La primera, cuando un veredicto absolvió al asesino de Rubí aun habiéndose declarado culpable, aún habiendo pedido perdón un par de horas antes, y el grito desgarrador de una madre desesperada quedó encerrado entre esas cuatro paredes para siempre. La última, cuando le pegaron un tiro en la cabeza en plena calle, justo enfrente del palacio de Gobierno de Chihuahua, lugar al que había llegado caminando los más de 350 kilómetros que separan la sede de su casa, lugar donde había apañado un campamento protesta por una sentencia absolutamente injusta. Su asesinato, al igual que el de su niña, quedó en nada.

Un símbolo para las madres de México

"Soy Marisela Escobedo Ortiz, madre de Rubí Marisol Frayre Escobedo, y le he perdido el miedo a todo". Con estas palabras se presenta el tráiler de Las tres muertes de Marisela Escobedo, un documental de Netflix dirigido por Carlos Pérez-Osorio que expone los hechos de manera soberana, que hila cada cabo suelto como en la camilla de un forense, que pone palabras (e imágenes) a hechos demasiado difíciles. Cuando su hija desapareció, fue esta madre quien empezó a investigar por su cuenta. Así sería hasta el final. "Inicié sola, por mi cuenta, las búsquedas y los rastreos, tropezando y batallando, pasando los filtros de las autoridades, simplemente para que se levantara un acto de desaparición", cuenta ella misma durante una entrevista. Solo le hicieron caso cuando les dijo que un testigo aseguraba saber del cierto que Barraza había matado a Rubí. 

Pero Marisela no solo fue una madre que dio su vida por su hija: sin quererlo, se convirtió en un símbolo – aún en vida – para las tantas otras madres de adolescentes asesinadas en México. Las movilizó, las apoyó y les dio un motivo para luchar, cuando la palabra feminicidio todavía no pesaba. Y aún tuvo tiempo de encontrar al asesino de su hija mientras las autoridades lo dejaban escapar.

El asesino pertenecía al cártel mexicano de Los Zetas

Y es que pese a que el jurado acabó revocando la sentencia exculpatoria, el asesino de Rubí estuvo prófugo y jamás se pudrió entre rejas. Tampoco se esforzaron la polícia ni el gobierno, habiendo claros rumores entonces que Barraza pertenecía a Los Zetas, el cártel mexicano más sanguinario de la historia del país y con una cola de actividades ilícitas y delictivas que quitan el hipo: narcotráfico, terrorismo, secuestro, tráfico de personas, robos, homicidios. La guerra contra el narcotráfico es una realidad que convive con los feminicidios en México; también la enorme corrupción gubernamental, que mancha cualquier posibilidad de justicia y hace de nexo directo con el crimen organizado. Sergio Barraza murió en 2012 en un enfrentamiento militar en Zacatecas. Marisela había repetido muchas veces que el asesino de su hija se escondía allí.​marisela escobedo

Ciudad Juárez, la ciudad más peligrosa del mundo

"Desgraciadamente, en México la justicia es privilegio solamente de algunos de la clase alta, de los altos mandatarios de gobierno. La justicia no está hecha para la clase media y menos para la clase baja". Diez años después de la muerte de Marisela, la situación está lejos de cambiar: Ciudad Juárez continúa encabezando el ranking de las ciudades más peligrosas del mundo. Los feminicidios, en el país, están lejos de mejorar; y ella ya no está para arrojar un poco de esperanza a tanta oscuridad, a tanto corazón frío. En 2012 su presunto asesino, José Enrique Jiménez Zavala, fue detenido y procesado. Según la policía, la mató por orden de Los Zetas, aunque la familia de Marisela siempre ha mantenido que cogieron a un cabeza de turco. Días después de su detención, Jiménez Zavala fue estrangulado en su celda.

La mare de Rubí no quería ser un icono, ni un nombre reconocido, ni una placa conmemorativa entre cuatro baldosas. Habría soñado con arropar a su nieta, echarle una mano a su hija, salir a hacer la compra o dar un paseo en un día soleado. Las cosas bonitas y simples del día a día. Seguir haciendo los quehaceres típicos de cualquier persona que no ha sido asesinada a quemarropa.