En enero de 1939, el republicano, catalanista y católico, con simpatías por Acción Catalana, Antoni Campañà (Arbúcies, 1906-Sant Cugat del Vallès, 1989), decidió no exiliarse con sus compañeros. Volvió a Barcelona y se entregó a los franquistas en el mismo Cuartel del Bruc donde había servido como chófer de las Bastantes Áreas Republicanas, en el volante de un Plymouth matrícula 1521. Su profesión de fotógrafo fue providencial. Otro fotógrafo, el militar franquista e ingeniero aeronáutico José Ortíz Echagüe sería su avalador y le permitiría superar el  proceso de depuración con éxito. Campañà, autor de algunas de las fotografías más icónicas de la Revolución, de los mejores retratos de las milicianas de la CNT-FAI y perteneciente al Comisariado de Propaganda de la Generalitat, pudo retratar el desfile de la Victoria del ejército franquista, en febrero de 1939. Antes de guardarlo todo en cajas y ganarse la vida como fotógrafo publicitario, de deportes o como autor de buena parte de las postales que los viajeros enviaban a su casa, en los inicios del boom del turismo.

El descubrimiento el año 2018 de las fotografías de la Guerra Civil que el fotógrafo había escondido en cajas en el garaje de su casa y, especialmente, la publicación de La caja roja, publicado por Comanegra, sirvió para iniciar la revalorización de un fotógrafo artístico que antes del conflicto había ganado premios internacionales y que observó aquel enfrentamiento bélico poniendo más énfasis en la belleza y el escrutinio psicológico que en la ideología. La exposición al MNAC, La guerra infinita. Antoni Campañà. Las tensiones de una mirada (1906-1989), ha servido para situarlo en el imaginario como uno de los grandes fotógrafos catalanes. Ahora, en paralelo en la muestra del museo de Montjuïc, dos exposiciones y un libro permiten profundizar en el boom Campañà.

Un coche despeñado en una playa de Portbou, en una de las imágenes expuestas al MUME/Antoni Campañà

Un coche despeñado en una playa de Portbou, en una de las imágenes expuestas al MUME/Antoni Campañà

Paisaje después de la retirada

Reintegrado al mundo fotográfico, no sin temores ni dificultades iniciales, Campañà viajó al Alto Empordà para retratar el paisaje después de la retirada. Coches despeñados, rastros de los bombardeos sobre un ejército en retirada y soldados franquistas en confraternización con la Gendarmería, forman un juego de contrastes con la propia biografía de Campañà y sus fotografías anteriores, donde siempre primará la belleza estética y humana del retratado y la verdad de aquello que ve. Es fácil, en este sentido, percibir la misma incomodidad que debería notar al estar cerca de un exilio que él no tomó y, al mismo tiempo, al ver que sus fotografías serían usadas por personajes tan siniestros como Ernesto Giménez CaballeroGecé, uno de los intelectuales del fascismo español.

El exilio nos aparece, en las fotografías expuestas al Museo Memorial de l'Exili de La Jonquera y al libro homónimo L’endemà de la retirada. Antoni Campañà. Portbou, 1939: autoretrat de l’absència (Comanegra), como uno no lugar, como una no preséncia, como un vacío. Lejos de las escenas captadas para|por Robert Capa y de otros fotógrafos, Campañà no capta el éxodo y sus rostros, si no el recuerdo de este sobre el paisaje, sobre el país, sobre uno mismo. En este sentido, el prólogo de Arnau González Vilalta, comisario de la exposición y curador del libro, es poéticamente esclarecedor.

Campañà, el fotógrafo del automóvil

Campañà, renovador del último tramo del pictorialismo fotográfico y receptor de las vanguardias de entreguerras, fue un fotógrafo preocupado por la evolución del país, por el paso del mundo rural en el urbano, de la modernidad y la sociedad de la máquina. En este sentido, el autor de Tracción de sangre, una de sus fotografías más destacadas de antes de la guerra, sintió una enorme atracción por el coche como símbolo de este progreso que quería captar con su Leica, otro símbolo de las capacidades mecánicas de su tiempo. Retrató los coches de la Barcelona burguesa, los coches requisados embadurnados de siglas de partidos y sindicatos el 36 y los coches abandonados a los arcenes y a las carreteras del exilio, el año 39. Y su larga carrera todavía le permitiría poder ocurrir, gracias otra vez en Ortiz d'Echagüe, presidente de SEAT, fotógrafo de la sociedad automovilística española.

Imagen promocional de un SEAT 1500 delante del edificio de la marca en Barcelona/Antoni Campañà

Imagen promocional de un SEAT 1500 delante del edificio de la marca en Barcelona/Antoni Campañà

Para SEAT realizó campañas publicitarias pero también reportajes sobre las cadenas de producción que ahora se pueden descubrir a la exposición Campañà. La estética de la modernidad mecánica, en Casa SEAT, el centro cultural de la marca en la Avenida Diagonal. La muestra, comisariada por los responsables de la exposición del MNAC (Arnau González Vilalta, Plácido García-Planas y Toni Monné, nieto del fotógrafo) recupera más de dos centenares de imágenes de vehículos que permiten trazar la propia biografía del fotógrafo. De hecho, siguiendo la larga vida de este fotógrafo redescubierto podemos pasar del vehículo que condujo a las Fuerzas Aéreas durante la guerra al viaje por Europa, el año 1958, para celebrar las bodas de plata con su mujer, en el volante, como no podía ser de otra manera, de un 600, y, para cerrar el círculo, al garaje donde, después de muerte, sus nietos descubrieron el tesoro escondido.

 

Imagen de portada: Militares franquistas en Portbou/Antoni Campañà