El fotógrafo Antoni Campañà (Arbúcies, 1906-Sant Cugat del Vallès, 1989) era un católico a quien estremeció la oleada sacrílega desatada al inicio de la Guerra Civil y un catalanista a quien incomodaba la destrucción de la cultura catalana iniciada por los franquistas después de su victoria. Como tantos otros hombres de su generación, no hablaba demasiado de la guerra y procuraba trabajar siempre para que a su familia no le faltara nada. Pero, sobre todo, fue un artista y un profesional que retrató en miles de fotografías alejadas de la consigna ni la censura a la extraña cotidianidad de una ciudad en guerra.

Con su Leica captó la marcha de los milicianos en el frente y las consecuencias de los bombardeos, la exhibición de las momias de las monjas en los conventos asaltados y las colas de los comedores populares. Unas imágenes que en un momento determinado decidió guardar en una caja, que la familia no encontró hasta el año 2018. Ahora, el Museu Nacional d'Art de Catalunya expone trescientas de estas imágenes –algunas, nunca positivadas por el fotógrafo– en una muestra retrospectiva que pone el foco en este archivo oculto en una muestra titulada, del todo intencionadamente, La guerra infinita. Antoni Campañà. Las tensiones de una mirada (1906-1989).

3.Antoni Campañà, Miliciana en una barricada de la calle Hospital, 1936, julio 1936

Antoni Campañà. Barricada. Calle Hospital, Barcelona, 25 de julio de 1936. Arxiu Campañà

Las causas de una ocultación

Los tres comisarios de la muestra, el historiador Arnau González i Vilalta, el periodista Plàcid García-Planas y el nieto del fotógrafo Toni Monnè, coinciden en señalar que su mejor fotografía fue, precisamente, esta decisión de esconder sus fotografías del conflicto bélico y apuntan una posible explicación. El año 1939 Campañà, que había trabajado por el Comisariado de Propaganda de la Generalitat y sus fotos habían sido usadas por partidos y sindicatos, superó de una manera relativamente fácil el proceso de depuración gracias al ingeniero y fotógrafo José Ortiz Echagüe y, como hicieron otros profesionales, entregó sus imágenes en un archivo de confianza para evitar hacerlo a los servicios documentales franquistas. En su caso, en el Archivo Mas, que el año 1943 fue vendido al Instituto Ametller d'Art Hispánico. Cuando descubrió que sus fotografías habían servido para ilustrar el libro propagandístico Alzamiento, revolución y terror rojo en Barcelona, sin su consentimiento, decidió recuperarlas y las ocultó.

Nunca quiso volver a hablar y cuando se le dedicó una exposición retrospectiva antes de morir, cedió sólo unas pocas imágenes donde trataba de una manera similar tanto a las milicias anarquistas y los soldados vencedores. Campañà era el autor de uno de los grandes iconos fotográficos del anarquismo –el retrato de una joven con la bandera negro y roja, delante de la Casa Bruno Cuadros, en la Rambla–, reproducida en libros, carteles, incluso en camisetas, por ejemplo, pero a diferencia de su colega Agustí Centelles, amb qui se l'ha comparat, no creyó necesario remover su archivo y reivindicarse como fotoperiodista de guerra. La guerra le hacía daño. Fue el año 2018 cuando se recuperaron y vieron la luz en el libro La caja roja, todo un éxito editorial publicado por Comanegra.

2. Antoni Campañà. Comedor para pobres, 1936

Antoni Campañà. Sin título [Comedor para|por pobres], Casino de San Sebastián, Barceloneta, Barcelona, 1936. Arxiu Campañà

Un artista devorado por la fotografía

Campañà, de quien su nieto y los otros dos comisarios de quien aseguran que fue devorado por la fotografía, no era un aficionado ni un anónimo, sino que antes del levantamiento franquista era uno de los nombres más prometedores de la fotografía catalana. Representante del pictorialisme fotográfico catalán, con obras tan emblemáticas como Tracción de sangre, recibió premios de todo el mundo y publicó en cabeceras prestigiosas, abierto a las nuevas tendencias de la vanguardia soviética y alemana y el estilo publicitario norteamericano.

Incluso su viaje de novios tuvo como destinación Alemana, donde aprovechó para aprender de uno de los referentes de su arte, Willy Zielke. Amante del deporte, retrató la Patum y uno de los últimos grandes acontecimientos de masas antes de la guerra, una final Barça-Madrid de la Copa de la República. Contra la posible acusación de ambiguo o equidistante, un detalle: de las imágenes que envió a la revista de los catalanes de Argentina, donde tenía un familiar, sólo firmó las hechas antes de la guerra, que evocaban un mundo perdido, que era el suyo.

 Antoni Campañà. Tracción de sangre, 1933

Antoni Campañà. Tracción de sangre, 1933. Depósito de la Generalitat de Catalunya. Colección Nacional de Fotografía, 1999. Museu Nacional d'Art de Catalunya, Barcelona

Con la guerra bien cerrada a la caja roja, se ganó la vida con un estudio-tienda de fotografía, como fotógrafo industrial trabajando para SEAT, la empresa que presidía Echagüe o, con el boom del turismo, que también documentó, dedicándose a las postales. El hombre que había enviado joven sus creaciones artísticas a concursos de todo el mundo, sirvió sus fotos como souvenirs de Barcelona dirigidos por todo el planeta.

Más atento al comportamiento humano que a las ideologías, vivió una vida lo bastante larga por retratar las caras de los que habían ido a recibir al presidente Companys a su retorno triunfal a Catalunya el año 1936 después de salir de la prisión y los que recibieron 40 años después a su sucesor Tarradellas o el testigo mudo de la estatua de Colón al entierro de Durruti y a las visitas triunfales de Franco. La exposición, que intenta iluminar las contradicciones y complejidades humanas del fotógrafo acaba con una de sus postales, icono de la ciudad y sugerente metáfora de su vida artística y humana. Tenéis tiempo hasta el 18 de julio, justamente, para descubrir de qué imagen se trata.

1. Antoni Campañà Fotografia del retorno de Lluís Companys, 1936

Antoni Campañà. Sin título [Retorno de Lluís Companys], 1 de marzo de 1936. Arxiu Campañà

 

Foto principal: Antoni Campañà. Sin título [Dos mujeres después de un bombardeo], Poble-Sec, Barcelona, 14 de marzo de 1937. Arxiu Campañà