Si el universo del rap se ha identificado históricamente con el oro, el estigma, la lucha de clases y las mujeres en cueros meneando el trasero, se puede decir que Lil Nas X ha transgredido su significado. Montero Lamar Hill (Georgia, 1999) se ha convertido en una revolución silenciosa que acumula ya más de 40 millones de escuchas mensuales en Spotify. Ha cambiado la violencia de los suburbios por los memes en Twitter. Ha sustituido las vírgenes colgadas de la garganta por el desafío sistemático al conservadurismo de la derecha religiosa norte americana. Y es capaz de pausar un concierto de repente por un apretón y decírselo a sus espectadores desde el retrete. También de colgar el cartel de sold out un jueves 17 de noviembre en un Sant Jordi Club de Barcelona que va a quedársele pequeño para presentar Montero (2021), su primer álbum de estudio.

Montero es un vestigio de la Generación Zeta que ha sabido aprovechar las nuevas tecnologías para hacerse un hueco en la música mundial. Con Old town road, su primera canción, ascendió a los cielos en 2018, y lo hizo con un tema producido en casa, sin discográficas, ni publicistas, ni campañas. Bedroom pop en su máxima expresión. La canción se viralizó en Tik Tok con el Yeehaw Challenge y se coronó como la canción más exitosa del año en Estados Unidos. No solo eso: el remix del tema, con la participación de Billy Ray Cyrus —mito de la música country y padre de Miley Cirus—, llegó al número uno de la lista Billboard americana. Después llegó Montero (Call me by your name) en 2021 y a Lil Nas X se le fueron las cifras de las manos: más de 1.500 millones de escuchas en Spotify y un videoclip kitsch, camorrista y provocador al estilo Samantha Hudson que ha superado los 500 millones de reproducciones en poco más de un año.

Pero ¿quién es Montero y por qué ha creado escuela en una industria llena hasta los topes de talento y alternativas? Con 16 años, ya soñaba con ser creador de contenido y, después de pasar por Facebook, comprobó que la acidez de Twitter se le daba mejor: ahí empezó a acumular a sus primeros seguidores bajo el alias de ‘Nas’, un espacio en el que se popularizó con un carácter irónico, divertido y sarcástico. Jugó bien sus cartas. Cuando quiso dedicarse a la música, aprovechó el nicho y espacio que había abonado con perseverancia y creatividad en el espectro virtual, tiró de memes (llegó a hacer unos cien para promocionar Old town road), aunque según contaría el rapero en una entrevista para Rolling Stone, empezó a hacer música por aburrimiento. Ese primer éxito superventas, que fue catapultado por los tiktokers mundiales como la canción del verano 2019, le costó solo 50 euros: se gastó 30 en una base que compró en la red y otros 20 para grabar las voces en un estudio de grabación de Atlanta que promocionaba los 20 dollar Tuesdays (Martes a 20 dólares).

El rapero reinventa el imaginario marica utilizando el show por el show, jugando con el estereotipo y abrazándolo, y mirando directamente a los ojos de los intolerantes para retarles

Con su primer álbum, Montero, ha removido los pilares de la industria, no solo por su inteligente uso de las redes en pro de sus intereses promocionales, si no por construir un submundo donde se reapropia de lo queer con orgullo y responsabilidad. El spot promocional de este disco fue una mezcla de coincidencias y casualidades que solidificaron en una estrategia brillante. Un spot que duró años y que tiene su valor añadido en haber utilizado todas las posibilidades de la red muy agudamente, casi en paralelo a la imprevisibilidad de los primeros movimientos. Dicen algunos expertos de Internet que se trata de una de las mejores estrategias de lanzamiento de los últimos años. Todo ello hace de Montero un producto redondo que encuentra su cúspide en el universo estético y musical de su interior. El rapero reinventa el imaginario marica utilizando el show por el show, jugando con el estereotipo y abrazándolo, y mirando directamente a los ojos de los intolerantes para retarles. Lo hizo con el videoclip de Montero (Call me by your name) —un paraíso de perversiones y pecado en el que acaba descendiendo a los infiernos subido a una barra de stripper, insinuándose ante el mismísimo demonio con un baile sexy y declarándose él mismo nuevo Rey de las Tinieblas—, y repitió la receta de la transgresión en las canciones Industry baby o Thats what I want, en el que explica las dificultades de ser amado siendo un hombre negro abiertamente gay.

Lil Nas X montero destacada
Lil Nas X en un fragmento del videoclip de Thats what I want. / Youtube

Contra el fascismo y concienciado con la crisis climática

El éxito de Lil Nas X también bebe de sus enemigos. En un país extremadamente conservador como Estados Unidos, polarizado, religioso y acostumbrado históricamente a pisar a las minorías y esconder a sus rebeldes dentro del armario, no era de extrañar que los gritos llenaran el cielo y desembocaran en el escándalo. De hecho, todo apunta a que fue un cebo puesto a conciencia por el mismo Montero: una campaña de difusión gratis que tuvo su epicentro en Twitter, precisamente la red social que el artista doma a la perfección y que se saldó con tuits ocurrentes que el cantante envió a algunos de sus haters rancios, entre los que se encontraban gobernadoras, religiosos o influencers de derechas. Prueba también de su guerra abierta contra los carcas y los fascistas fue el lanzamiento de unas zapatillas deportivas con motivos satánicos, las Satan Shoes, con una edición de 666 pares que causó polémica.

Montero es la estrella en la que puede mirarse el colectivo LGTBIQ+ a partir de un género musical todavía legitimado y sustentado por el heteropatriarcado. También es un ejemplo de perfil joven concienciado con las luchas que pretenden hacer de este mundo un lugar mejor. Hace un par de semanas, colgó una fotografía en su cuenta de Twitter en la que satirizaba los ataques a obras de arte para protestar por el cambio climático con un montaje de Los girasoles de Van Gogh encima de Las latas de Sopa Cambell de Andy Warhol, con el que pretendía no solo mostrar su disconformidad con esa forma de manifestarse, sino también incentivar la concienciación de la sociedad a través de otras formas.