Este año se celebra el Año Toda, que conmemora los 75 años de la muerte de un erudito catalán excepcional: un hombre que conoció China y Egipto, que enriqueció notablemente nuestras bibliotecas públicas, que defendió los vínculos entre el Alguer y Catalunya, que luchó por evitar la destrucción del patrimonio durante la guerra civil... Un personaje fascinante, de vida agitada, demasiado olvidado en nuestros días. Con motivo del Año Toda se han organizado varias actividades culturales, como paseos literarios por el Castillo Monasterio de Escornalbou, la antigua residencia de este intelectual, exposiciones, visionado de documentales, ciclos de lectura... Buena parte de esta programación tendrá lugar en Reus, ciudad natal de este intelectual.

La oveja negra de una familia destacada

Eduard Toda i Güell nació en 1855 en Reus, hijo de la soltera Francesca Güell i Mercader, y del alcalde de Reus, Eduard de Toda i Albertos. Creció con su madre y con su tío materno Josep, un escritor progresista que contribuyó decisivamente a su formación. En el colegio, Eduard Toda fue compañero de Antoni Gaudí, e hizo algunas excursiones con él. Se marchó a estudiar Derecho a Madrid, donde estableció amistad con Víctor Balaguer.

En el Extremo Oriente

En 1876 Eduard Toda fue nombrado vicecónsul español en la colonia portuguesa de Macao, en China. Allí empezó a interesarse por la cultura asiática. Viajó por China, por Japón, por Corea y por las Filipinas. Publicó numerosos artículos sobre estos países en revistas catalanas, pero también internacionales. Y fruto de sus viajes, también sacó algunos libros como Historia de la China. Coleccionó 15.000 monedas de la región, y llegó a publicar, en inglés, un libro sobre numismática de Annam (en Vietnam). Volvió a Europa en 1882. Pero de Asia no sólo se llevó monedas. Toda era un gran coleccionista de arte y compró numerosas piezas en China, que más tarde quiso vender al Ayuntamiento de Barcelona, pero que finalmente compraron Eusebi Güell y el Museo Arqueológico Nacional.

El catalanista

Cuando llegó a Catalunya, al volver de China, se implicó enseguida en el movimiento de la Renaixença. Fue entonces cuando empezó a publicar en catalán, aunque no abandonó nunca el castellano. Estableció lazos de amistad con Àngel Guimerà, con Narcís Oller, con Jacint Verdaguer y con otros escritores e intelectuales catalanistas. Llegó a presidir la Acadèmia de Bones Lletres. Sin ser ningún radical, Toda era un progresista, marcado por un profundo cosmopolitismo. Fue un defensor de la democracia frente a la tiranía; se opuso a la esclavitud, a la pena de muerte, al machismo, a la imposición de la religión católica... Durante la dictadura de Primo de Rivera financió el Institut d'Estudis Catalans parar garantizar su continuidad. Y no visitó la Exposición Universal, porque se negó a entrar en ella "hasta que cayera el gobierno de la dictadura".

Viajero impenitente

Toda viajó bastante por Europa: conoció lo bastante bien Francia e Italia, pero también pasó por Rusia, por Alemania, por Escocia, por Bélgica y por Finlandia. Trabajó en Inglaterra, de cónsul primero, y en una empresa naviera más tarde. Era un destacado políglota (incluso aprendió árabe). En sus viajes se dedicaba a conocer el arte de los diferentes países y a coleccionar objetos arqueológicos, y también se preocupaba por temas políticos. A través de sus diarios, sabemos de otra afición de Toda: era un incorregible mujeriego. Parece ser que el diplomático, alto, rubio y con ojos azules, tenía mucho éxito con las mujeres. Eran innumerables sus conquistas y se casó sólo porque había dejado embarazada a una chica madrileña: Dolores Valcárcel. Pero no parece que el matrimonio lo apaciguara. De hecho, se le retrae no haberse ocupado mucho de su familia.

Eduard Toda disfrazado de momia a Egipto

Toda entre momias

El 1884 Toda fue enviado como cónsul español al Cairo. Enseguida se sintió fascinado por el país, por sus gentes, por el desierto y, sobre todo, por la historia antigua. Empezó a dedicarse sistemáticamente a la egiptología: fue el primer egiptólogo catalán. Visitó los restos del Imperio Egipcio, e incluso visitó Nubia, la remota región sur del país. Participó en la excavación de la tumba de Sennedjem. Como tantos arqueólogos de la época, Toda se llevó numerosos objetos de las excavaciones. La regente Maria Cristina los compraría posteriormente para depositarlos en el Museo Arqueológico Nacional. Pero algunos acabaron en Vilanova, en la Biblioteca Museo Víctor Balaguer, donde incluso fue a parar una momia.

Eduard Toda en Egipto. Es el segundo por la izquierda.

Fascinación por el Alguer

Su siguiente destino, tras Egipto, estuvo en Cagliari. Allí se enteró de que a la ciudad del Alguer se hablaba catalán y se convirtió en el gran divulgador de la catalanidad de Alguer. Publicó L'Alguer: un poble català d'Itàlia, en 1888; dio conferencias sobre Cerdeña; coleccionó documentos y objetos sobre la presencia catalana en Cerdeña... Incluso hizo un libro sobre la gastronomía sarda del siglo XVI. Gracias a Toda el hecho alguerés fue difundido por Cataluña. El intelectual de Reus todavía es considerado como uno de los mayores especialistas en este tema.

El retorno

Toda participó, como diplomático, en importantes negociaciones internacionales. Incluso firmó el Tratado de París de 1898, por el que España ponía fin a su presencia colonial en Cuba. Cuando Toda estaba en Londres decidió comprar el monasterio de Escornalbou, en el Baix Camp. Se trataba de unos escombros del siglo XII, que él reconstruyó esmeradamente para convertir en una gran mansión, donde se instaló cuando retornó a Cataluña. Escornalbou fue, desde entonces, el centro de reuniones del círculo de amigos de Toda. Per allà van passar-hi molts dels escriptors catalans.

Restaurar Poblet

Desde su mansión de Escornalbou, Toda se propuso la restauración de Poblet, ya que el viejo monasterio había quedado completamente destruido después de las desamortizaciones. Desde pequeño, el artista reusense se había obsesionado por este monumento, y había hecho estudios históricos y artísticos sobre él (en los que, a menudo, se había mostrado muy crítico con la Iglesia). Consiguió la creación de un patronato, del que fue designado presidente, y las obras avanzaron a buen ritmo. La intención de Toda era volver a dejar el viejo monasterio en manos de una congregación religiosa (aunque joven había sido anticlerical y en algún momento perteneció a la masonería). Los monjes no se instalarían hasta después de la guerra civil, poco antes de la muerte de Toda. Su instalación sería financiada por el erudito, aunque en aquellos años no pasaba por su mejor momento a nivel económico.

El Toda más generoso

Toda llegó a ganar mucho dinero con sus colecciones de arte. Pero también se destacó por su generosidad e hizo muchas donaciones de materiales artísticos y, sobre todo, de libros y manuscritos. Toda tenía una biblioteca y un archivo impresionante: dicen que reunió más de 60.000 volúmenes en Escornalbou. Y a lo largo de su vida fue cediendo parte de su extensa colección a instituciones públicas. Entre 1821 y 1841 cedió en la Biblioteca de Catalunya 3.000 impresos y 90 manuscritos (entre ellos, algunos de gran valor de temática sarda). En Poblet se conservan buena parte de sus materiales sobre este monasterio. El Arxiu Històrico de la Ciutat de Barcelona tiene el llamado Llegat Toda, que muestra la variedad de intereses del reusense; está constituído por algunos manuscritos originales de Domènec Badia (Alí Bey), 6.000 retratos de personajes famosos y 6.000 libros sobre España de autor extranjero. La Biblioteca Museu Víctor Balaguer de Vilanova conserva fondos bibliográficos y objetos recogidos por Toda en China y en Egipto... En la biblioteca del Congreso de Diputados español se conservan 20.000 manuscritos que Toda entregó, y que tratan sobre la dominación catalano-aragonesa y castellana en Cerdeña.

El salvamento de los archivos

Durante la guerra civil, Eduard Toda, que ya tenía 80 años, colaboró con Agustí Duran i Sempere, jefe de la sección de Archivos de la Generalitat, en la preservación del patrimonio documental catalán. Agruparon todos los archivos en unos cuantos edificios, donde fuera más fácil de protegerlos. Se preocuparon de inventariar todo lo que recibían y de rotular estrictamente todas las cajas, para poder restituir los documentos posteriormente a su archivo de origen. En algunos sitios incluso ocultaron los archivos con una pared disimulada. Toda era el responsable del archivo de Poblet, porque la Generalitat también le había delegado la protección del monasterio, donde también se habían depositado objetos artísticos de gran valor.

Triste fin

Toda no fue perseguido al fin de la guerra, a diferencia de muchos de sus amigos y compañeros de trabajo. Pero pasó por dificultades económicas, y se vio obligado a venderse la mansión de Escornalbou. Se instaló en Poblet y preparó la cesión del edificio a la congregación de los cistercienses. En abril de 1941 cogió un fuerte constipado, que derivó en neumonía, y murió en pocos días. Fue enterrado en Poblet. Pero para los franquistas más radicales, Toda era un personaje incómodo, por su catalanismo y por su mentalidad progresista y abierta. Al cabo de pocos años, la figura de Toda ya había sido marginada de la memoria intelectual del país.