La primera escena de American Fiction, nominada a los Oscars 2024, pone las cartas encima de la mesa: un profesor universitario pregunta a sus alumnos del curso de Literatura del Sur de los Estados Unidos por el cuento que analizan, The Artificial Nigger, escrito por Flannery O'Connor y publicado a mitad de los años 50. Una alumna blanca levanta la mano: "no tengo nada que decir del cuento, pero esta palabra está mal, es ofensiva", dice. Con tanta paciencia como sentido común, pero perfectamente consciente de la provocación, el docente razona: "esta es una clase sobre literatura del sur de los Estados Unidos, y os encontraréis con pensamientos arcaicos, con lenguaje soez, pero aquí todos somos adultos y podemos comprender el contexto en el que estas obras fueron escritas". La chica insiste en cómo la ofende la palabra "nigger". El profesor, que por cierto es negro, remata: "con todo el respeto, yo lo he superado, estoy seguro de que tú también lo podrás hacer".
 

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El prólogo de American Fiction presenta a un protagonista cínico, con gusto por el conflicto y un absoluto atracón respecto de su entorno. Thelonious Ellison, Monk para los amigos, es un escritor con más prestigio que éxito, y, después del episodio con la palabra maldita que empieza por N, se ve obligado a tomarse unas vacaciones sin fecha de retorno. Es en este momento en el que nuestro hombre vive un doble punto de inflexión: por un lado, aprovecha para volver a casa y plantar cara a una caótica vida familiar que tiene medio abandonada. En plena crisis de la mediana edad, ve cómo su madre acaba de ser diagnosticada con alzhéimer, como su hermano se ha divorciado y ha salido del armario, y como su hermana, la más sensata de todos, acaba siendo la razón de que él tenga que instalarse permanentemente con los suyos.

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Por otra parte, cuando su agente le insiste en escribir algo menos elevado, más comercial y, sobre todo, más negro, el protagonista decide poner toda la carne en el asador. Monk escribe con seudónimo una novela intencionadamente ofensiva y mal escrita, con personajes estereotipados, barrio, jerga, gángsters, bandas, más erga, violencia... todos los clichés posibles sobre historias de negros, o más bien con todos aquellos ingredientes que los blancos (y concretamente los blancos ricos, privilegiados, poderosos) creen que tienen que tener las historias de negros. Y mientras se burla de lo que él mismo ha escrito, el interés por el manuscrito se multiplica, las ofertas de las editoriales llegan con muchos ceros a la derecha, Hollywood se interesa por hacer una adaptación, y él no escapa de una estupefacción creciente.

American Fiction coge las formas de sátira feroz apuntando y disparando hacia las hipócritas y paternalistas industrias culturales norteamericanas

Con todos estos ingredientes, American Fiction coge las formas de sátira feroz apuntando y disparando hacia las hipócritas y paternalistas industrias culturales norteamericanas (la literaria y la cinematográfica, pero las ramas se podrían ampliar) que mercantilizan, y vampirizan, cualquier forma de arte. Y, todavía más allá, y en este punto radica gran parte de la potencia de la película, es especialmente sangrante cuando dibuja una identidad negra pasada por el filtro del punto de vista blanco. La furia imparable de Monk tiene que ver con cómo se entienden las voces negras y con qué se representan exactamente: ¿puede un individuo representar a todo un colectivo? Es sensacional el momento en que el protagonista va a una librería y descubre un antiguo volumen clasificado en las estanterías de "estudios afroamericanos" y no de "ficción", cosa tan indignante como representativa del país en el que vive. "¡Lo más negro de este libro es la tinta!", exclama.

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Las contradicciones de la experiencia racializada se multiplican en un sector como el cultural, y American Fiction saca petróleo. El libreto escrito por el director debutante Cord Jefferson (fogueado como escritor en series como Watchmen o Master of None) adapta con mucho acierto Erasure, una novela de Percival Everett que mordía tanto como hace la película. Después de llevarse el BAFTA, la candidatura al Oscar a mejor guion adaptado es la más firme de las cinco que tiene American Fiction. Las otras están en mejor película, en la música de Laura Karpman y en dos categorías interpretativas que reivindican el fabuloso trabajo de Jeffrey Wright y Sterling K. Brown.

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Wright (popular por series como Westworld o Boardwalk Empire) compone un personaje egocéntrico, misántropo, cínico, permanentemente fastidiado pero con mucha razón en su rebeldía delante de la condescendencia de una industria dominada por blancos. Mientras Brown, por su parte, se convierte en un robaescenas en la piel del hermano inesperadamente gay del protagonista. Los dos brillan y serían justos ganadores del Oscar aunque ninguna quiniela, tampoco la nuestra, les da como favoritos. Más allá de premios, American Fiction recupera parte de la furia de las películas de Spike Lee de los años 90 y primeros 2000, y, con el humor como bandera, nos regala una fábula que, sin ser redonda, sí resulta extrañamente, excéntricamente, adorable.