Abel Escribà Folch es profesor del Departamento de Ciencias Políticas de la Universitat Pompeu Fabra (UPF). Se ha especializado en el estudio de los regímenes autoritarios. En 2015 publicó, con el profesor Joseph Wright (de la Universidad Estatal de Pennsylvania), el libro Foreign Pressure and Politics of Autocratic Survival en la prestigiosa editorial Oxford University Press. Ahora este libro sobre el papel de la comunidad internacional en el derribo de las dictaduras ha ganado el Stein Rokkan 2017, un premio a la mejor investigación comparada de Europa otorgado por el Consorcio Europeo de Investigación Política, el Consejo Internacional de Ciencias Sociales y la Universidad de Bergen. Con motivo de la concesión de este premio ha sido entrevistado por El Nacional en su despacho de la Universitat Pompeu Fabra.

 

La caída del muro provocó la caída de varios regímenes autoritarios. Pero después de eso, esta dinámica no ha tenido mucha continuidad. ¿Qué ha pasado?

La dinámica democratizadora no perdura porque es muy limitada geográficamente. La caída del Muro hace caer muchos regímenes, pero es un proceso muy limitado en el tiempo y en el espacio. En los años 90 primero hay una ola de cambio en el Este de Europa, muy rápida, pero geográficamente muy concentrada, y más adelante hay un proceso de cambio en los países africanos, también muy limitado a ciertas áreas. Una de las cosas que más afecta a los regímenes dictatoriales son los procesos de difusión. Cuando hay cambios en los países vecinos la estabilidad de las dictaduras se ve muy afectada. Hay un proceso de aprendizaje: la gente ve que es posible cambiar, porque eso ya ha pasado en los pueblos vecinos. La gente, antes de rebelarse, hace un cálculo de las posibilidades de ganar, y cuando hay revueltas triunfantes cerca, la gente se moviliza más fácilmente.

Los dictadores no son individuos regidos por miedos y por manías; toman decisiones de forma racional

Mobutu UN Photo Yutaka Nagata

Mobutu Sese Seko, de Congo Kinshasa. Foto: UN Photo / Yutaka Nagata.

¿Los dictadores han sabido sobreponerse a la oleada democratizadora?

Los regímenes dictatoriales también aprenden de los cambios. Aunque queremos pensar que los líderes autocráticos son individuos regidos por miedos y por manías, las decisiones que toman son racionales. Y nos tenemos que basar en la racionalidad para analizarlos. El fin de la guerra fría debilitó a los dictadores, porque los dos bloques aceptaban mantener regímenes autocráticos. Pero muchos autócratas, cuando vieron la caída de otras autocracias, aprendieron, e impulsaron cambios que les permitieron seguir en el poder. Por otra parte, muchas nuevas democracias son débiles y no duran. Como mantienen muchas estructuras propias de los regímenes autoritarios, es fácil que se reviertan las transiciones y vuelvan al autoritarismo.

¿Podríamos decir que hoy en día, en el mundo, todavía hay más gente que vive bajo regímenes autoritarios que gente que vive bajo regímenes democráticos?

Sin duda. El hecho de tener una dictadura en China desequilibra la balanza. Si lo miras en número total de países, las dictaduras no son mayoritarias, pero están muy lejos de ser minoritarias, habría un 40% de regímenes dictatoriales y un 60% de democráticos. Las democracias no empiezan a representar la mayoría de los gobiernos del mundo hasta los años 1990.

A diferencia de los del siglo XX, muchos regímenes autocráticos hoy se camuflan de democracias. ¿Porque este afán de dar un aspecto democrático a lo que no lo es?

El hecho de que las dictaduras usen instituciones nominalmente democráticas (parlamento, partidos de oposición...) es cada vez más común. Hay proliferación de elecciones... Antes no se hacían, o eran con un solo partido. Ahora hay un cambio. Se permiten elecciones regulares, aunque no son libres. Pero no engañan a nadie, muy pronto se ve que no son elecciones libres.

Todo autócrata se tiene que enfrentar al dilema del dictador: no sabe cuánta gente le da apoyo, porque todo el mundo miente

18th National Congress of the Communist Party of China

18 Congreso del PC Chino. Foto: Dong Fang.

¿Y para que hacen elecciones, pues?

Cuando un régimen abre la vía de las elecciones, aunque sean no competitivas, estás incurriendo en una serie de riesgos. Pero unas elecciones, para un dictador, también pueden representar una ventaja: por ejemplo, divides la oposición entre los que aceptan las reglas del juego que tu has marcado y los que no participan por considerar que no son libres. Además, todo autócrata se tiene que enfrentar al dilema del dictador: no sabe cuánta gente le da apoyo, porque todo el mundo miente. Y las elecciones revelan información y ayudan a detectar los focos de oposición. También permiten hacer rotaciones entre la gente del entorno del dictador, de forma que les ofreces una posibilidad de acceder al poder en el futuro y evitas que tengan la tentación de llegar al poder por la violencia.

¿Porque hay dictadores que se resisten a perder el poder y los otros lo aceptan?

Los dictadores saben que si caen de forma violenta pueden ser asesinados, enviados al exilio o perder su riqueza, y eso lo valoran a la hora de tomar decisiones. Los líderes que saben que se podrán retirar sin consecuencias es más fácil que lo hagan.

Hay una tendencia, sobre todo en África y Asia, por la cual algunos regímenes autoritarios se convierten en hereditarios. ¿Como es eso?

Es una estrategia muy efectiva para controlar el sistema de sucesión, porque evita la inestabilidad en el momento que el líder se muere. En el bloque de poder la sucesión de un dictador siempre genera incertidumbre, y genera tentaciones para los que quieren ser dictadores. Eso es potencialmente muy desestabilizador. Al reducir la incertidumbre, la sucesión reduce la tensiones dentro del régimen.

La realpolitik internacional es muy cínica y puede ser muy hipócrita

Pyongyang. Presentando los respetos a l'estatua del dictador. Foto John Pavelka

Presentando los respetos al monumento al dictador en Pyongyang. Foto: John Pavelka.

La comunidad internacional ha sido mucho más tolerante con algunas autocracias que con otras. ¿Hay un doble rasero?

La realpolitik internacional es muy cínica y puede ser muy hipócrita. Los regímenes que han sido estratégicos para alguna gran potencia no han sido presionados. Ha habido muchos regímenes autoritarios que han sido ayudados a sobrevivir por los regímenes democráticos. Al final de la guerra fría, las estrategias de presión para democratizar las dictaduras se extendieron y empezaron a afectar a más países que antes. Pero nunca han llegado por igual a todas partes.

¿Qué puede hacer la comunidad internacional para hacer frente a una dictadura, en caso de que tenga voluntad de hacerlo?

En Foreign Pressure nosotros dividimos las estrategias de presión a los dictadores en base a 2 principios. Por una parte las clasificamos en dos categorías: las "suaves", de convencimiento, persuasivas, y las "fuertes", de coerción. También las dividimos en función del ámbito que quieren afectar: culturales, económicas, militares, diplomáticas... Una forma de presión suave en el ámbito económico puede ser dar dinero a los grupos y partidos de oposición de un país dictatorial para empoderarlos. Eso es "asistencia". Cuando pasas a la coerción es cuando aplicamos sanciones económicas. El abanico de actuaciones puede ser muy grande... Incluso los intercambios educativos pueden tener importancia: formar a gente de países dictatoriales en sistemas democráticos puede tener efectos democratizadores al divulgar valores democráticos. Ahora con la creación del Tribunal Penal Internacional puedes incluso perseguir judicialmente a los dictadores que han cometido crímenes.

¿Cómo se adoptan las medidas de presión, en un mundo que vemos tan dividido hoy en día? El consenso no debe ser fácil.

La coordinación de las sanciones en la ONU hace que las presiones sean más efectivas, pero las medidas contra las dictaduras no siempre se coordinan. Las sanciones no hace falta que las apruebe a Naciones Unidas. Hoy en día se hacen muchas cosas unilateralmente. Las sanciones económicas no están contempladas en el derecho internacional, pero han sido aplicadas a menudo por Estados Unidos y por Rusia.

La única estratégica de presión que puede hacer caer un régimen, directamente, es la intervención militar

Idi Amin UN PhotoTeddy Chen

Idi Amin. Foto: UN Photo / Teddy Chen.

¿Se puede democratizar un país desde fuera, sin la participación de la sociedad local?

Es muy difícil. La única estratégica de presión que puede hacer caer un régimen, directamente, es la intervención militar. Todas las otras estrategias de presión sólo pueden tener éxito si cambian las actitudes de los actores interiores: o modifican la actitud de los que gobiernan o las capacidades de los que se oponen. Todas las estrategias tienen que pensar en cambiar las incentivos o las capacidades del propio régimen o de los que están fuera del sistema, los ciudadanos. El 5% de los regímenes que han caído desde 1945 ha sido por intervenciones exteriores. El resto por transformaciones internas.

Déme un ejemplo de un caso en que un régimen autoritario haya caído por la presión exterior.

El régimen de Idi Amin, en Uganda, que cae en 1979. Empieza en 1971 y muy pronto se convierte en un régimen brutal, de cariz personalista. A Amin se le imponen sanciones económicas, por parte de Estados Unidos, porque se sabe que Uganda depende, para obtener divisas, de la exportación de café, que representa buena parte de los ingresos del régimen. Buena parte de este café se vende a EE.UU. El bloqueo que impone Washington afecta mucho a Idi Amin. Y mucha gente del entorno de Amin ve que a causa de las sanciones no pueden mantener su nivel de vida. Y eso hace que cambien. Además, Reino Unido limita los vuelos que hacía a Uganda, y que llevaban bienes de lujo al entorno de Amin. Los altos cargos del régimen empiezan a cambiar de preferencias. Amin se pone nervioso y hace una salida  hacia adelante y se lanza a la conquista del norte de Tanzania. Pero Tanzania contraataca, porque sabe que la comunidad internacional, que sanciona a Amin, está con ella. Y muchos exiliados ugandeses dan apoyo a Julius Nyerere, el presidente tanzano. El régimen de Amin cae en 1979, pero el nuevo régimen que aparece después, el de Milton Obote, no es democrático, como tampoco lo es el de ahora, el de Yoweri Museveni. Obote y Museveni no serán tan crueles como Amin, pero no son democráticos.

Un dictador que piense que puede perder y puede ser juzgado no convocará nunca elecciones libres

Rawlings UN PhotoEvan Schneider

Jerry Rawlings. Foto: UN Photo / Evan Schneider.

¿Y otro caso diferente?

Ghana es un caso muy diferente al de Uganda. En Ghana hay un presidente, Jerry Rawlings, que domina un régimen autoritario altísimamente dependiente de la ayuda externa. Cuando acaba la guerra fría, Estados Unidos exige que se democratice el país a cambio de mantener la ayuda. Rawlings cederá porque calcula que si acepta las condiciones y hace elecciones multipartidistas, tiene posibilidades de ganar. Rawlings sabía que con un sistema multipartidista podía ganar, y ganó. Sabía que no tendría que marcharse al exilio, ni sería juzgado. Y aceptó la democratización. Eso no lo hará nunca un dictador que piense que puede perder y que puede ser juzgado.

Explíqueme un caso de algún régimen autoritario que no haya caído a pesar de la fuerte presión exterior.

Dos casos emblemáticos: Cuba o Corea del Norte. O, durante muchos años, Myanmar, que ahora ha empezado un proceso de transición. Hay muchos casos en que las presiones han fracasado. El fracaso, a pesar de todo, se puede producir de diferentes formas. Tú puedes poner muchas presiones y que el régimen no cambie, como pasa en Cuba. El segundo tipo de fracaso es que tú pongas presión para desestabilizar un régimen y lo hagas caer, pero que el país no se democratice, sino que se instale una nueva dictadura. La mayoría de regímenes autoritarios que han caído en las últimas décadas han dado paso a dictaduras.

Foreign pressure alega que según cómo la presión internacional puede ser contraproducente y reforzar un régimen autoritario. ¿Cómo es eso?

Las presiones pueden ser contraproducentes por dos mecanismos diferentes. En el primer caso, tu estrategia puede ayudar a consolidar un régimen. Es el caso de las sanciones económicas: no siempre funcionan. En algunos casos van bien porque presionan a las élites, pero en otros países ciertas medidas pueden ayudar al régimen, al facilitarle el control del comercio y de los recursos económicos. Eso lo hizo Milosevic en Serbia: las sanciones económicas que le aplicaron le ayudaron a reforzarse. Pero las presiones contra las dictaduras también pueden ser contraproducentes porque pueden desestabilizar un régimen y crear alguna cosa peor. Incluso pueden desembocar en un estado fallido. El dilema, no tanto moral sino práctico, es pensar que si desestabilizas a Gadafi, te puede salir alguna cosa peor. Ahora, en Libia, hay guerra civil, acciones de grupos terroristas... Cuando decides presionar a una dictadura, no tienes que pensar sólo en buenas intenciones, sino también en consecuencias... Tienes que saber muy bien cuáles serán los resultados de lo que haces...

Muchas veces no se tiene suficientemente en cuenta contra qué tipo de régimen se lucha

Gadafi Ban Ki Moon UN PhotoMark Garten

Gadafi recibe a Ban Ki-Moon, secretario general de la ONU, en su jaima. Foto: UN Photo / Mark Garten.

¿Una medida que puede ser eficaz para un tipo de régimen puede no serlo para otro?

Hay que saber muy bien con qué régimen te enfrentas cuando luchas contra él. Y muchas veces no se tiene esto suficientemente en cuenta. Esta es una de las grandes conclusiones del libro. Las desestabilizaciones de regímenes personalistas fácilmente dan pie a un Estado fallido y a situaciones de caos.

A menudo lo que se ha construido después de caer una autocracia ha sido una autocracia peor. ¿La comunidad internacional ha estado más preocupada en destruir autocracias que enconstruir democracias?

Yo creo que en los últimos años se ha ido tomando conciencia de este problema. Ahora las grandes potencias empiezan a pensar que hace falta estabilidad. Y hacen proyecciones: piensan en qué pasará cuando desestabilicen un régimen. Pero hay ocasiones en que derrocar un régimen es lo bastante importante como para obviar lo que viene después... Es lo que pasó con el Afganistán de los talibanes. Actuar sin prever qué pasará en el futuro lo hacen a menudo Estados Unidos. En cambio, la comunidad internacional se rige últimamente con el principio de "responsibilty to protect". Parte de la base que lo que hagas tiene que tener efectos positivos y que te tienes que comprometer a reconstruir el lugar. Pero no siempre se aplica realmente esta política.

Rusia promueve la autocracia activamente en las zonas donde tiene influencia

Putin UN PhotoRick Bajornas

Vladimir Putin. Foto: UN Photo / Rick Bajornas.

¿Qué futuro ve a los regímenes autoritarios? ¿Avanzamos hacia un mundo más democrático?

La tendencia en la última década es a estabilizarse. No hay más democracias en el mundo: no es cierto que estemos yendo a un mundo democrático. No empeoramos significativamente, pero seguimos estando en precario. Hay tendencias autoritarias muy marcadas en algunos países (Turquía, Venezuela...), pero no hay una tendencia generalizada al autoritarismo. Me preocupa Rusia, que podría hacer caer democracias. Rusia promueve la autocracia activamente en las zonas donde tiene influencia.

Donald Trump se ha mostrado muy poco interesado en la democratización del mundo y ha dado apoyo abiertamente a algunos regímenes autoritarios. ¿Se ha acabado el papel de EE.UU. como "gendarme de la democracia"?

No lo creo, porque las idas y venidas entre el idealismo y el pragmatismo en el gobierno de Estados Unidos han sido constantes. Las presiones para la democratización se generalizan en tiempo de Jimmy Carter, pero esta política va y viene... No podemos considerar que la política de promoción de la democracia haya sido una base de la política de Bush... Que Estados Unidos diga que quiere promover la democracia, no quiere decir que lo haga ni que lo haga por todas partes. Con Donald Trump la situación puede empeorar, porque en determinados países dónde la presión de EE.UU. sería eficaz para promover la democracia, no tiene ningún interés en hacerlo. Él, de este tema, no sabe mucho. Y a sus asesores en política exterior ni les preocupa la promoción de la democracia, ni saben como hacerla, porque apuestan por el neoaislacionismo. Pero a Trump, en un momento determinado, le puede interesar actuar en un país determinado, incluso por cuestiones domésticas... Para mantener a sus votantes, puede hacer alguna cosa contra un país musulmán, como Irán. Sería una decisión estúpida, pero no la descarto.

El terrorismo islámico ha hecho que muchos gobiernos, en política exterior, apuesten más por la seguridad que por la democratización. ¿Eso ha reforzado regímenes algunos autoritarios?

Sí, porque un régimen autoritario, que antes era considerado un elemento a superar, cuando se convierte en colaborador en la lucha antiterrorista se puede convertir en un aliado. Las potencias saben que un gobierno fuerte, efectivo, es más capaz contra un grupo terrorista que un gobierno debilitado. No debemos olvidar que los grupos terroristas se aprovechan de la situación de desestabilización de algunos países, como Libia. El dilema ahora, es para los organismos internacionales: ¿tenemos que reforzar  a Bashar el-Assad para acabar con Estado Islámico? ¿Y si destruimos a Assad, el caos sirio será peor todavía? Es una decisión terrible, porque no hay una solución fácil...

España juega un papel marginal a la esfera internacional

Bush and Aznar at Azores Staff Sgt. Michelle Michaud, USAF

Bush y Aznar en las Azores. Foto: Staff Sgt. Michelle Michaud, USAF.

¿Cómo valora la política exterior española en este ámbito?

Ha sido muy marginal, porque España ha sido un país con poca relevancia internacional, y por lo tanto no ha jugado un papel especial, por más que Aznar se quisiera hacer la foto de las Azores (la foto más vergonzosa de la historia española reciente). España juega un papel marginal en la esfera internacional.