San Sebastián (País Vasco), 23 de septiembre de 1892. La reina regente María Cristina, viuda de Alfonso XII y madre de Alfonso XIII y a propuesta del presidente del gobierno -el conservador Cánovas del Castillo- firmaba un Real Decreto que declaraba el 12 de octubre Fiesta Nacional de España. Pasadas dos décadas, el 12 de octubre de 1914, y a propuesta del diputado ultraconservador Faustino Rodríguez de San Pedro, la Fiesta Nacional pasa a la dudosa categoría de Fiesta de la Raza. Y, una década después, el 12 de octubre de 1931, varias voces de la derecha española más reaccionaría hacen pública la propuesta de llamarla Fiesta de la Hispanidad, que sería la denominación oficial y definitiva a partir de 1935. Esta escalada patriotera dibuja un camino que no es ingenuo, sino que traza un trayecto, perfectamente delimitado por los miliarios, del "problema catalán".

Alfonso XIII y Rodriguez de San Pedro. Fuente Museu d'Història de Catalunya y Ministerio de HaciendaAlfonso XIII y Rodríguez de San Pedro / Fuente: Museu d'Història de Catalunya y Ministerio de Hacienda

Vamos por partes. La propuesta de Cánovas del Castillo no obedecía al simple hecho de que el calendario estaba en las puertas del 400 aniversario del pretendido "Descubrimiento". Es difícil creer que nadie lo pensó nunca hasta tres semanas antes. Aquel decreto (el de la Fiesta Nacional) firmado a toda prisa y en la mesilla de noche (o en el inodoro) de la residencia veraniega de los Borbones en la costa vasca era la reacción de las clases extractivas madrileñas (oportunamente vestida de patrioterismo nacionalista español); en la aprobación y publicación -cinco meses antes- de las Bases para la Constitución regional catalana, más conocidas como las Bases de Manresa (27/04/1892). La prensa de la época revela que el poder español nunca vio el catalanismo moderno como una oportunidad para regenerar España -como un vehículo político-, sino como una amenaza a su estatus personal, familiar y de clase.

Más cosas. El año 1914 Rodríguez de San Pedro (por cierto, bisabuelo de Rodrigo Rato, expresidente de Bankia y exvicepresidente del Gobierno) crea una corriente de opinión que culminará con una sorprendente (o no) inmediatez del cambio de denominación de la "Fiesta Nacional": a partir de entonces "Día de la Raza". Y el "problema catalán" es, de nuevo, al trasfondo de aquella ridícula reacción: el 6 de abril de 1914, también -como en el caso anterior- cinco meses antes, Enric Prat de la Riba culminaba el proyecto de creación de la Mancomunitat de Catalunya, el primer gobierno catalán desde el fin de la Guerra de Sucesión (1714). De nuevo, la prensa de la época revela el rechazo de las clases extractivas madrileñas al proyecto catalán: las escalas del viaje que había hecho Cuba (1868-1898) -provincialización, autonomía, independencia- retronaban en las Cortes de Madrid.

Franco y Ramiro de Maeztu. Fuente Biblioteca Virtual de Defensa y GipuzkoaKulturaFranco y Ramiro de Maeztu / Fuente: Biblioteca Virtual de Defensa y GipuzkoaKultura

Más cosas, todavía. Durante la dictadura de Primo de Rivera (1923-1930), el Gobierno intentó la expansión del "Día de la Raza" al conjunto de las antiguas colonias americanas. Salir con el "Descubrimiento" con todo lo que había significado históricamente, era un monumental despropósito. Pero en aquel escenario, sublimar a las viejas te glorias imperiales (más bien, los viejos fantasmas de la leyenda) era un instrumento recurrente para justificar la represión desbocada contra el catalanismo y contra el obrerismo. En este punto es donde entra en juego una figura que, posteriormente, destacará como ideólogo del golpe de estado militar de 1936: el clérigo vasco Zacarias de Vizcarra, enviado a propósito a Argentina, les dijo que, en las repúblicas americanas, el término "raza" se les había puesto de través. Coloquialmente, como una patada a los cojones.

No hay que explicar el por qué. Ya en aquellos momentos, el término "raza" era parte esencial del ideario de los regímenes ultraderechistas europeos que se habían impuesto en la Itàlia de Mussolini y en la España de Primo de Rivera, y que se impondrían en la Alemania de Hitler. Regímenes que resucitarían el tétrico matrimonio colonialismo-racismo con sus peores harapos. En la España de Alfonso XIII, de Primo de Rivera, de Calvo Sotelo, de Martínez Anido, de Milans del Bosch... y de Largo Caballero (líder del PSOE, el único partido de tradición democrática que colaboró con el régimen dictatorial); el 12 de octubre siguió siendo el "Día de la Raza". Incluso -y muy reveladoramente- con la proclamación de la II República (14 de abril de 1931) y con gobiernos pretendidamente de izquierdas (españolas, naturalmente) el 12 de octubre seguiría siendo el "Día de la Raza".

Primo de Rivera y Zacarias de Vizcarra. Font Museo del Ejército y Blog FilosofíaPrimo de Rivera y Zacarias de Vizcarra / Fuente: Museo del Ejército y Blog Filosofía

El término "Hispanidad", ideado para esquivar la piedra "racial" situada en medio del camino, llegaría, curiosamente, de la mano de la derecha reaccionaría española. Durante el gobierno de coalición formado por la CEDA -de Gil-Robles-, el PRR -de Lerroux-, y el Partido Agrario -de Martínez de Velasco- (noviembre, 1933 – enero, 1936) surgieron algunas voces en torno a la figura del falangista Ramiro de Maeztu, que proponían cambiar "raza" por "hispanidad". Aquella propuesta, formulada en 1931, había dormido en el cajón del olvido hasta que, reveladoramente, se produjeron los Fets del Sis d'Octubre (1934): la proclamación de la República catalana. Otra vez el "problema catalán" en el trasfondo de la denominación. Cuatro meses después del juicio y condena (junio, 1935) en el gobierno de Catalunya, la "Fiesta de la Raza" se convertía en la "Fiesta de la Hispanidad".

No por mucho tiempo. Otra vez la prensa de la época revela que en el primero 12 de octubre después de la Guerra Civil (1936-1939), el régimen franquista había recuperado la denominación "Fiesta de la Raza". Y que el plato fuerte de aquella jornada fueron los desfiles militares. Burgos, Salamanca o Toledo, ciudades idealizadas a la fuerza por el aparato propagandístico del régimen franquista; cedieron su protagonismo ("manu militari", naturalmente) en Zaragoza, especialmente; pero también a Barcelona, Valencia y Madrid, ciudades icónicas de la resistencia republicana, en una exhibición desbocada de militarismo, de patrioterismo y de autoritarismo; similar (en las formas, en el contenido y en el mensaje) a la de, por ejemplo, el ejército nazi alemán que ocupó París en junio de 1940.

La regente Maria Cristina y el presidente Cánovas del Castillo. Fuente Àustria Forum y Congrés de los DiputadosLa regente María Cristina y el presidente Cánovas del Castillo / Fuente: Austria Forum y Congreso de los Diputados

El régimen constitucional de 1978 consagró el 12 de octubre como el "Día de la Hispanidad", y como "Fiesta Nacional de España". ¿De qué hispanidad? ¿De la España atávica, violenta y eterna de fábrica borbónico-franquista? Un hecho más que desenmascara la difundida -y blanqueada- transición. Por qué en cualquier caso los interrogantes básicos serían: fiesta, ¿de qué raza? Nadie con un mínimo conocimiento de la historia podía justificar esta denominación. Ni en 1914, ni en 1926. Por lo tanto, claramente, la repregunta sería: ¿con qué propósito? Y desde 1987, de nuevo el régimen constitucional del 78 en un ejercicio de maquillaje profesional (ay, la transición) prescinde de la denominación "hispanidad" para dejarlo en "Fiesta Nacional". La cuestión de nuevo es: ¿de qué nación? ¿De la España atávica, violenta y eterna, que en octubre del 2017 coreaba, a pedir de boca, "a por ellos, oé?"

 

Imagen principal: Representación de Colón desembarcando en la Hispaniola, obra de Dioscóro Puebla (1862) / Fuente: Museo del Prado