Lumen publica Usuras y figuraciones. Poesía completa, una esmerada edición de la obra poética de Carlos Barral, a cargo de Andreu Jaume. En el Real Círculo Artístico se ha querido hacer un homenaje al poeta, en una sesión con la participación de Andreu Jaume, el novelista Gonzalo Torner y el nieto del difunto, Malcolm Otero (a quién están dedicados algunos de los últimos poemas de Barral).

La poesía olvidada

Barral es recordado, habitualmente, como editor. Su contribución a la renovación de la literatura durante el franquismo ha sido unánimemente alabada. También hay mucha gente que lo recuerda por sus memorias, escritas en tres volúmenes: Años de penitencia, Los años sin excusas y Cuando las horas veloces. Eran documentos que relataban la vida de la gauche divine, el grupo de intelectuales frívolos y adinerados que dominaron la escena literaria barcelonesa en el tardofranquismo. De hecho, con frecuencia el Barral poeta ha quedado demasiado oculto ante el anecdotario sobre la vida privada de su grupo. Otra gente, sin mucho contacto con la alta cultura, sólo ha conocido a Barral a través de los textos incluidos en el libro Catalunya a vol d'ocell, un volumen con magníficas fotografías de Xavier Miserachs que tuvo una gran tirada.

El político

E incluso hay los que recuerdan a Barral como político del Partit dels Socialistes de Catalunya, en sus últimos años de vida, cuando se vio obligado a integrarse en el Senado y en el Parlamento Europeo ante el fracaso económico de sus proyectos editoriales. Barral, gran amante de los clásicos, propuso en el Parlamento Europeo la declaración del latín como lengua oficial y de trabajo en la Unión Europea; no hay que decir que su propuesta no tuvo muchos seguidores. Barral no se sentía satisfecho con la imagen que generalmente se tenía de él: quería ser definido, sobre todo, como poeta. La edición de Usuras y figuraciones pretende recuperar esta dimensión de Barral.

Autobiografía y poesía

Carlos Barral escribió poesía, básicamente, sobre su vida. Calafell, su universo de veraneo acostumbra a ser omnipresente en sus textos (en realidad, Barral se construyó una imagen mítica relacionada con el Mediterráneo: acostumbraba a ir por todo el mundo con gorra marinera). También son recurrentes las referencias a sus vivencias cotidianas: hechos observados, amores vividos, anécdotas familiares... Y, en los últimos años de su vida, a medida que envejecía prematuramente, fue tomando relieve el miedo a la decadencia y a la muerte. En el título del libro, justamente, "usuras" hace referencia al paso del tiempo. Barral reconocía que era "la obsesión de mí vida: el transcurso del tiempo y la decadencia física e intelectual a que nos condena". Eso es bien obvio en su poema "Lamentando la muerte de un vecino".

Lamentando la muerte de un vecino

En eso sobre todo lo que duele,

un súbito vacío muy cercano,

burbuja de no ser que la vida consiente

en su abundancia por descuido, mientras

por todas partes se derrama y crece.


La vida que te envuelve te divierte,

ignora que alguien falta, que ha perdido

el número preciso de su gente

y que somos impares; no nos dice

aún que no hemos sido el que perece.


Es un vacío inmenso y no sabemos

cómo, cuánto, qué cosa se disuelve

que a lo mejor ya fuimos y pregunta

cada cual si es el muerto de repente.

Contra el romanticismo

Sin embargo es una poesía que el mismo autor calificaba de "más intelectual que emotiva". Nada que ver con la poesía de base romántica. Barral se reconocía frío y mostraba un claro rechazo a la efusividad excesiva. Y sin embargo, sus poemas están teñidos de sensualidad.

Una poesía difícil

Barral ha sido acusado de ser un poeta hermético. Tenía una obsesió por la riqueza del lenguaje y era muy riguroso. Quizás por eso es un poeta "escaso": su obra no es muy abundante. En Barral es palpable la fascinación por los clásicos: Ovidi, Catulo... Los referentes que utiliza a veces también son difíciles. No es algo casual: Barral pretendía recuperar la lengua como una herramienta de pensar el mundo, y no sólo como un instrumento de entretenimiento.

¿En la Escuela de Barcelona?

Barral ha sido agrupado en la llamada Escuela de Barcelona. Aquí lo han enmarcado algunos de los mejores estudiosos de su obra, como Carme Riera. En este grupo se integrarían poetas como Jaime Gil de Biedma, José Agustín Goytisolo o Gabriel Ferrater, algunos de ellos compañeros de Barral en tertulias, debates, proyectos editoriales y fiestas. Pero Andreu Jaume relativiza la relación de Barral con la Escuela de Barcelona. Asegura que Barral siempre rehuyó ser un autor de moda y que escribía lo que le apetecía, desmarcándose estilísticamente de sus contemporáneos.

El Barral editor

En 1972, mucho antes de que LeClézio obtuviera el premio Nobel y que los diarios se llenaran de críticas de los libros del autor, Carlos Barral publicó La guerra. Su editorial sacó a la calle textos de lo más diversos: desde estudios emblemáticos en ciencias sociales, como Marcel Mauss o Jean Piaget, hasta libros provocadores como El general Custer murió por vuestros pecados, del sioux Vine Deloria, pasando por novelas negras, como las de Chandler. Se le recuerda, sobre todo, como el editor de algunas de las mejores obras de la literatura latino-americana, en pleno boom de ésta, con autores como Alejo Carpentier u Octavio Paz. Carlos Barral ironizaba afirmando que era "el editor institucional de la izquierda literaria". Pero los números nunca fueron la parte fuerte de Carlos Barral: tuvo que vender Seix Barral, la editorial familiar, y Barral Editores, la empresa que fundó a continuación, tampoco sobrevivió mucho tiempo.

El Barral comprometido

Carlos Barral siempre evitó la poesía comprometida. Y, a pesar de todo, en otros aspectos no rehuyó el compromiso. Ahora hace 50 años, Barral participó en la Caputxinada: y se quedó encerrado aunque hubiera tenido la posibilidad de salir sin problemas. Y como editor intentó publicar todo tipo de libros, a pesar de las presiones del régimen. Era famoso por su habilidad en discutir con la censura. Incluso consiguió editar K.L.Reich, el libro de Amat-Piniella sobre su estancia en los campos de concentración nazis. Dicen que no le tocaron ni una coma.

Sólo las palabras

Barral vio cómo su mundo idílico de juventud se iba desintegrando: las barcas de pescadores de Cadaqués abandonaron las playas para dejar sitio a las tumbonas de los turistas, los editores artesanos que amaban los libros fueron siendo barridos por las grandes compañías editoriales... El editor Malcolm Otero, nieto de Carlos Barral, recuerda que el mundo de Barral se fue desintegrando ya en vida de él: "Hoy en día de aquel mundo no queda nada. Se han muerto los amigos. No queda la familia. Ni siquiera queda aquella playa". Malcolm Otero cierra su epílogo a la antología de forma contundente: "Ya no queda nada, apenas la memoria que alimenta la nostalgia. Pero están al menos estos versos en los que el poeta entró en combate con la lengua, duelos a veces en florete, en ocasiones en sable, para dejar constancia poética de un mundo que no ha de volver".