Ni la concesión del premio Nobel de Literatura a Bob Dylan impidió que una melodía oscura dominara Wall Street. Los acordes del Greenwich Village no llegaron a sosegar el pesimismo que cundió cuando el Dow Jones perdió los 18.000 puntos. Algo malo a secas se presentía.

Ya había iniciado la sesión con un desengaño cuando se vio la debilidad de las exportaciones chinas. Algo se estaba secando al otro lado del Pacífico. Los flujos comerciales internacionales siguen descendiendo.

La compañía aérea americana presentó unos resultados que decepcionaron a los inversores, haciendo retroceder al título un 3% a media sesión.

La cuestión es que la temporada de presentación de resultados de las empresas en EEUU y fuera no son tranquilizadores, a excepción de las compañías automovilísticas alemanas, que ni siquiera han logrado que la Bolsa de Frankfurt cerrara en positivo.

La caída de un 94% de los beneficios de Ericsson, el golpazo que se está dando Samsung o el anuncio de retirada del presidente de Wells Fargo, junto con Alcoa, han creado un mal presagio. Veremos si la Fed sube los tipos en diciembre.

 La muy respetada firma de bolsa y renta fija Pimco ha recomendado reducir el riesgo en las carteras. El mercado está receloso ante los resultados que pueden venir aun cuando el petróleo aguante.

El Ibex volvió a su última guarida de protección, sobre los 8.500 puntos, después de los fuertes descensos ArcelorMittal, Bankia y Popular, cuyos directivos  tratan de separar el riesgo inmobiliario acumulado del resto de sus operaciones. De momento, sin éxito.

 Ha vuelto a llover y pese a las canciones de Dylan sobre la bendita "the rain" nos hemos vuelto a mojar. Quizá sonriamos en otro momento, pero hoy está oscuro.