A los pies de la Selva Negra, se acaba de celebrar una de las cumbres económicas de más alto voltaje que se recuerdan desde 2008, cuando había que impedir que la crisis financiera terminara en otra Gran Depresión. Esta vez, el punto omega de la agenda ha sido el proteccionismo. Si el gran riesgo en aquel entonces era que los mercados financieros se cerraran a cal y canto dejando al mundo sin dinero, ahora el miedo es que el mercado de bienes y servicios se quede seco. En esta batalla, los muros reales y virtuales de Donald Trump han sido el peligro a abatir. Al final, las conclusiones han sido más matizadas.

Angela Merkel, anfitriona del encuentro, se mostró claramente partidaria del comercio libre con el apoyo interno del banco central alemán, el Bundesbank. Por su parte, Mario Draghi, presidente del BCE, recalcó que un comercio sin trabas "ha sido el pilar de la prosperidad mundial durante muchas décadas".

A este respecto, el premio Nobel de Economía Michael Spence ha señalado recientemente que tal éxito, que representó el apogeo de la globalización, "caracterizó los 30 años, aproximadamente, que siguieron a la Segunda Guerra Mundial". Pero, luego, puntualizó, "los patrones de crecimiento subyacentes cambiaron. De la mano del arbitraje laboral propio de la globalización económica y del surgimiento de las tecnologías digitales disruptivas, los empleos industriales de la clase media en las economías avanzadas desaparecieron, sus ingresos se estancaron  y la polarización laboral creció". Y añadió que "ese nuevo patrón, que persistió en los años 1980 y 1990, se aceleró además en los años 2000 e hizo que la desigualdad creciera marcadamente". Y en este tipo de situaciones, sentencia Michael Spence, al final, "el cortacircuitos es político".

En el estado de confusión actual, la ambigüedad se revela así de omnipresente. Días después de que Bruselas se definiera a favor de una Europa a distintas velocidades, Jean-Claude Juncker, presidente de la Comisión Europea, hablando del plan industrial que lleva su nombre, dijo que las empresas europeas deberían aprovecharse de las inversiones previstas en el mismo "para reducir sus costes y depender menos de los proveedores de terceros países". El mensaje ha sido recibido.

China invita a Europa a reforzar sus relaciones comerciales en línea con el discurso aperturista que ofreció el presidente Xi Jinping en Davos

Mientras, China ha invitado a Europa a reforzar sus relaciones comerciales en línea con el discurso aperturista que ofreció el presidente Xi Jinping en Davos. No obstante, y paralelamente, su número dos, el primer ministro Li Kiqiang, ha culpado a la Unión Europea de imponer restricciones a sus propias exportaciones tecnológicas, dando lugar a la formación de los superávits comerciales chinos y de los que se quejan últimamente las cámaras de comercio de la UE. 

Por su parte, EEUU, que ha estado representado por su secretario del Tesoro, Steven Mnuchin, ha hecho hincapié en que en el caso de China las empresas estatales constituyen un problema particular ya que cerca de un tercio de las mismas no han obtenido nunca beneficios. Esto ha alimentado un exceso de capacidad que ha llevado a un dumping de productos como en el caso del acero y el aluminio. Según la versión americana, estas empresas, además, están siendo mantenidas por los bancos estatales chinos, que son una vía para ofrecer subsidios artificiales.

El secretario de Comercio de Donald Trump, Wilburg Ross, ha dicho, refiriéndose al actual estado de cosas, que "no soy anti-trade, sino pro-trade", Pero, eso sí, agregando, que "soy un pro-comercio sensible respecto a los trabajadores estadounidenses".

El libre comercio mundial, al igual que una Europa cada vez más integrada, ha saltado por los aires

El libre comercio mundial, al igual que una Europa cada vez más integrada, ha saltado por los aires. De hecho, en los últimos años ha sufrido un declive muy significativo. En 2016, "la progresión de los intercambios aumentó a un ritmo del, 1,8% frente a un 3% del crecimiento global", según la OMC. Y lleva años así.

El efecto desintegración que se observa en tantas esferas exige modelos nuevos, en el comercio y en otros ámbitos. El objetivo de un "nacionalismo responsable" podría  ser la primera meta a alcanzar. Ese pudo ser, expresado en buenos términos, el lema que los participantes del G-20 se llevaron a sus casas tras unos días en Baden Baden.