Desde que, según expertos y politólogos, China "está destinada a convertirse en la primera potencia mundial a partir de 2019", Pekín sigue mostrando dos caras: una integradora y global, y otra cargada de autoritarismo y represión. Lo llamativo es que esta semana se han mostrado a la vez, como advirtiendo al mundo, que si quiere alinearse con su lado amable deberá aceptar al mismo tiempo su parte oscura y violenta. Los protagonistas de ambas versiones han sido el primer ministro, Li Keqiang y el disidente y premio Nobel de la Paz, Liu Xiaobo.
El martes, en una versión de verano del Foro de Davos celebrado en la ciudad de Dalian (noroeste), Li Keqiang, animó a las empresas extranjeras a invertir en el país y aseguró que cada vez sufrirán menos restricciones.

"Les prometo que todos los beneficios generados en China por empresas extranjeras podrán moverse libremente dentro y fuera de China y no habrá ninguna limitación", apuntó el primer ministro en el acto de inauguración.
Li aseguró que el crecimiento económico de China está ganando nuevo impulso y "no habrá ningún aterrizaje forzoso", recalcó. "China continuará abriendo sus mercados en los sectores de servicios y manufacturas. Se reducirán las restricciones a la participación de empresas extranjeras en las empresas conjuntas (semipúblicas) y se asegurará de que China seguirá siendo el destino más atractivo de inversión", apuntó.
El foro tenía como lema "Lograr crecimiento inclusivo en la IV Revolución Industrial".

Pekín sigue mostrando dos caras: una integradora y global, y otra cargada de autoritarismo y represión.

Ese mensaje coincidió con la puesta en libertad condicional de Liu Xiaobo, debido a que padece un cáncer terminal de hígado, diagnosticado el 23 de mayo. Desde finales de 2009 se hallaba en prisión por "incitar a la subversión contra el Estado".

Un intelectual que le conoció bien, Simon Leys, autor entre otras de la célebre obra "Los nuevos trajes del presidente Mao" escribió en "Breviario de saberes inútiles" (editorial Acantilado) algunas reflexiones de Xiaobo menos conocidas que sus demandas de más democracia. Ahora, China ha entrado en un periodo de cinismo, dice el Premio Nobel de la Paz. "La persecución exclusiva del interés personal y el adoctrinamiento incesante de la ideología del Partido Comunista ha producido una generación de individuos cuya memoria está absolutamente vacía". Ahora China vive un "carnaval erótico", según describe Liu. Este maremoto, indica, no refleja más que el hundimiento moral de una sociedad que está vaciada de todos sus valores. "El frenesí de la revolución política se ha transformado simplemente en frenesí de sexo y de dinero".

Según Liu, "la transformación económica de China, que desde el exterior puede parecer tan vasta y profunda, es en realidad frágil y superficial

Según Liu, "la transformación económica de China, que desde el exterior puede parecer tan vasta y profunda, es en realidad frágil y superficial. La combinación de factores espirituales y materiales que había estimulado la reforma política de la década de 1980, todo ello ha desaparecido".

Y en cuanto a la libertad de movimientos empresariales, las últimas noticias no son tranquilizadoras. Desde 2015 han “desaparecido” una docena de grandes empresarios multimillonarios". El último ha sido Wu Xiaohui, presidente del gigante asegurador Anbang, que fue detenido para ser interrogado a principios de junio. Desde entonces, no se sabe nada. Como si se lo hubiera tragado la tierra.

La sonrisa del chino sigue siendo enigmática y cada vez lo oculta menos.