En el Día Nacional de Francia, el presidente Emmanuel Macron decidió pasar su tiempo libre dando una vuelta por París con su mujer. Previamente, en la tradicional entrevista de presidentes para conmemorar este día, no dijo nada relevante: más inversión sanitaria para enfrentarse al coronavirus y aumentar las políticas medioambientales. Más allá de eso, el malestar continúa vigente y durante el paseo al lado de su mujer Brigitte, un grupo de chalecos amarillos lo interpeló. Macron, que no ha conseguido convencer a la izquierda ni a la derecha a pesar de presentarse como una figura de consenso lejos de bandos, sí ha dado una lección de democracia (o de imagen) a sus homólogos de todo el mundo.

El presidente francés se detuvo y mantuvo una conversación con los manifestantes. Estos le pedían que ordenara retirar a sus guardaespaldas para poder hablar de tú a tú y Macron les recordó que no podía porque algunos de ellos, a veces, han actuado con violencia. A partir de aquí se inició un juego de reproches, los chalecos le recordaron que Macron se debía a ellos ya que era un "trabajador público". Este dijo que "los escuchaba pero una buena manera de resolver el conflicto sería actuar sin violencia". La empatía que tuvo Macron consiguió encontrar un punto de acuerdo con el grupo espontáneo que acabaron aceptando: "A pesar de no te votaremos nunca, gracias para darnos su tiempo".