Cada martes, los accesos a la prisión de Puig de les Basses (Figueres), donde está encerrada la consellera Dolors Bassa, son el escenario de una cena de hermandad —cada uno se trae la suya— que tiene la intención de hacer llegar el calor y la solidaridad a los presos políticos en su dura situación.

En estas cenas han ido aumentando progresivamente la asistencia y, si a mediados de julio se reunían unas 150 personas, este último martes —en medio de agosto y en víspera de festivo— se reunieron más de 2.000 comensales, que colapsaron los accesos a la prisión. Habrá que ver cómo evoluciona el fenómeno en las próximas semanas.