Hablar de los vinos de la DO Conca de Barberà es hablar de una historia apasionante que se remonta a hace más de seis siglos, pero también es hacerlo de los primeros vinos catalanes que recorrieron mundo y fueron exportados a América y otros países europeos, a mediados del siglo XIX. Sin la viticultura y la fuerza del sector del vino, sobre todo durante los siglos precedentes a la plaga de la filoxera, no podría entenderse la Conca de Barberà ni la prosperidad económica, social y cultural de la zona, de la misma forma que sin la Conca de Barberà posterior a la filoxera y su fuertísimo tejido cooperativo no podría entenderse el renacimiento del vino en esta región surgida en el regazo del río Francolí.

Monasterio de Poblet Vinyes Grans Muralles

Viñas junto al monasterio de Poblet.

Vinos con una historia propia

Las raíces vitivinícolas de la Conca de Barberà se remontan a los tiempos de los romanos, hace más de un milenio, cuando en los territorios que bordeaban el río Francolí y su afluente, el Anguera, empezó a implantarse el cultivo de la viña. Considerado un producto de altísimas cualidades terapéuticas, durante la ocupación sarracena de la zona el vino siguió siendo un cultivo preciado, pero la eclosión máxima y el origen cualitativo de lo que hoy conocemos como vinos DO Conca de Barberà se produce en la Edad Media, después de la colonización de las tierras por parte de catalanes y la llegada de las órdenes bernardinas del Cister y del Templo. Desde el monasterio de Poblet y desde el pedido de Barberà, respectivamente, fueron los monjes quién potenciaron, mejoraron y sobresalieron en el cultivo y la elaboración del vino en la zona, transmitiendo a los campesinos los conocimientos básicos para cultivar y producir vino y aguardiente de calidad: los conocimientos, que han perdurado hasta la actualidad, dotan los vinos de la DO de una expresividad y un ímpetu perceptible de la primera hasta la última botella producida en la zona.

La sabiduría monástica en el terreno de la vinicultura permitió que en el siglo XIX, antes de la llegada de la filoxera, el aguardiente de la Conca de Barberà elaborado gracias a un minucioso cultivo de la viña se exportara al continente americano y a media Europa, pero la llegada de la filoxera lo truncó todo, como el resto del país. Si en el Penedès la plaga fue el impulso definitivo para reinventarse haciendo vino espumoso, en la Conca de Barberà la filoxera espoleó a los afectados, los campesinos, a unirse y hacer frente a la crisis agrupándose en cooperativas agrícolas: el año 1884 los campesinos del pueblo de Barberà fundaron a un sindicato para elaborar el vino en común, haciendo que la Conca de Barberà fuera la pionera en Catalunya y en el resto del Estado en la agrupación de los campesinos en cooperativas agrícolas vinculadas al sector vitivinícola.

Bodega cooperativa de Barberà de la Conca

Bodega Cooperativa de Barberà de la Conca.

En el tarro pequeño está la buena confitura

El resurgimiento agrícola y vitivinícola de la zona alcanzado por los campesinos y el cooperativismo provocó que entre 1912 y 1919 se construyeran seis bodegas modernistas en la comarca, y eso, en un territorio tan pequeño es todo un mérito. ¿Por qué? Porque la DO Conca de Barberà es una de las denominaciones de origen más pequeña del país, con menos de 3000 hectáreas de viña y escasos 15 municipios adheridos a la DO. A pesar de esta pequeñez, existe un interesante cromatismo con respecto a las viñas, ya que hay plantaciones a 300 metros, pero también de otros que casi se elevan hasta los 1000 metros de altitud sobre el nivel del mar, como las viñas ubicadas en las vertientes de las montañas de Prades.

Este contraste entre el cultivo en la zona central de la Cuenca y el de las viñas más montañosas se nota también en la climatología: en líneas generales, la Conca de Barberà es un territorio que se define por su clima mediterráneo de transición, con una mezcla de la suavidad de las comarcas tarraconenses del litoral y la continentalidad propia de las comarcas leridanas. Esta combinación, sumada a la llegada de vientos húmedos de la costa y de la inversión térmica, hace que sea una zona donde existe un diferencial térmico notable entre el día y la noche, con inviernos fríos y veranos no demasiado calurosos. 

DON CUENCA CUBREBARBA Archivo DON Conca de Barberà

'Trepat', una variedad patrimonial

Hablar de la Conca de Barberà es hablar del Trepat, la variedad de uva negra más típica de la zona y la que da personalidad a los vinos de la denominación de origen, pero si utilizamos el adjetivo típico y no autóctona es porque no se sabe a ciencia cierta si el Trepat es solo autóctono de la Conca de Barberà. Haciendo arqueología vitivinícola, se puede asegurar de que antes de la filoxera había Trepat en todo Catalunya, pero que después de la plaga, con el replante de todas las viñas, el Trepat solo se conservó en la Conca de Barberà. Pero, ¿por qué? ¿Puede ser que fuera por el hecho que el Trepat es capaz de rebrotar después de una helada y las características climáticas de las viñas de la Conca favorecen su cultivo?

DON CUENCA CUBREBARBA Archivo DON Conca de Barberà

Cepas de Trepat en una viña de la zona central de la Conca de Barberà.

Sea como sea, hasta el año 2004 el Trepat era una variedad despreciada, olvidada y muy poco valorada, ya que daba vinos con poco color y poco grado, considerándose una variedad para vinos rosados. De hecho, el año 2004 no existía en todo el mundo ningún vino tinto elaborado con Trepat. Todo cambió, sin embargo, cuando la bodega Carles Andreu decidió aquel año hacer una poda en verde en las viñas de Trepat y elaborar el primer negro de aquella variedad, por mucho que los más viejos de la zona llegaran a asegurar que "hacer un vino tinto con Trepat es imposible". La jugada fue arriesgada, y la realidad es que durante los primeros años nadie creyó que aquel experimento funcionara, pero el año 2009 dos bodegas más de la zona como Josep Foraster i Molí dels capellans se sumaron al reto, y la realidad es que hoy los vinos monovarietals de Trepat son valoradísimos, tanto en nuestra casa como por todo el mundo: el año 2011 el crítico de vinos Erik Asimov, del The New York Times, escribía que el Josep Foraster Trepat 2010 era "un extraño negro elaborado 100% con trepat cultivado en Catalunya, en la región de la Conca de Barberà, en el nordeste de España. Normalmente el taladrado sirve para elaborar rosados y cavas. Es pálido, fresco, ligero y con aromas de cereza, con un toque de chocolate amargo, resulta delicioso cuando se sirve ligeramente frío".

¿Solo hay Trepat en la DO Conca de Barberà? Evidentemente que no. Que esta variedad patrimonial ha permitido situar el nombre de la zona en el panorama internacional no excluye que en la región se cultive también Tempranillo o Garnacha Negra, así como Macabeo y Parellada, que dan como resultado vinos blancos ligeros, de fino aroma afrutado y moderado graduación alcohólica. Los rosados DO Conca de Barberà también tienen buena presencia en el mercado, ya que son vinos ligeros, afrutados y frescos.

Rutas: la Ruta del Trepat y la Ruta de las Catedrales del Vino

La huella cooperativista de la comarca está presente no solamente en la historia de la cultura del vino en la Conca de Barberà, sino también físicamente en las 6 bodegas cooperativas modernistas y que Àngel Guimerà describió como "Catedrales del Vino". Una ruta enoturística que recorre estos seis edificios emblemáticos, históricos y que en la actualidad no solo describen qué fue la Conca de Barberà, sino qué son hoy sus vinos y sus campesinos. Las seis bodegas son: L'Espluga de Francolí, Sarral, Barberà de la Conca, Rocafort de Queralt, Montblanc y Pira. La Ruta del Trepat es otra de las rutas turísticas más interesantes de la zona, y que incorpora el Trepat como eje vertebrador: recorriéndola pueden descubrirse todas las bodegas que elaboran con esta variedad de uva tan singular y especial.

1200px La cueva Bodega

Bodega Cooperativa de l'Espluga de Francolí.

Fuera de las propuestas enoturísticas pero ligadas estrechamente con la personalidad vitivinícola de la comarca, la Ruta del Cister, con parada importante y necesaria en Poblet, es otra gran manera de recorrer la identidad de la Conca de Barberà. Pero si lo que se desea es comprender cómo era la vida en esta comarca no hace tantos años y entender la importancia de la agricultura en torno al vino en la Conca de Barberà, el Museo de la Vida Rural de l'Espluga de Francolí es una opción valiosísima: un viaje al pasado no solo de la comarca, sino de su economía, sus costumbres y su sociedad. Es decir, un viaje a un mundo que ya no es el de hoy, pero que ayuda a entender por qué el mundo que hoy conocemos, a la Conca de Barberà o fuera de ella, es a lo que es.

 

Con la colaboración de:

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