El hábito de cenar solo fruta es bastante común en muchas personas preocupadas por su figura, por sus kilos de más y por su salud. Ocurre sobre todo en mujeres de todas las edades. Acostumbran a reservar el momento de la última comida del día para las tres raciones de frutas diarias recomendadas, e incluso alguna más si llegan a casa con hambre. Entienden que son alimentos que sacian y llenan. Al mismo tiempo creen que hacen de la cena un menú ligero en calorías. Pero, ¿es esto así? ¿Cenar fruta ayuda a adelgazar o es un mito dietético? En el siguiente artículo se abordan estas cuestiones.

La cena es importante a la hora de cumplir nuestros objetivos

Cena con sorpresa inesperada

Una pera, una manzana, un par de kiwis para cenar. En lugar de elegir otros alimentos, hay personas que escogen solo piezas de fruta fresca para terminar el día, creyendo que se trata de una cena ligera y que esa opción les ayudará a adelgazar. La sorpresa se la llevan cuando, después de una o dos semanas de seguir con el plan de cenas frugales (solo fruta), comprueban que no han adelgazado o, si lo han hecho, no han perdido los kilos deseados.

Piezas de fruta
Piezas de fruta

En muchos casos, si no se pierde peso es porque a la persona no le sobra grasa, de manera que el organismo no pone en marcha los mecanismos necesarios para desprenderse de ella. Suele suceder que los molestos «kilos de más» por los que se hace el cambio en las cenas responden a la falta de tono muscular por falta de ejercicio (queda marcada la «barriguita» y resulta incómoda la flacidez de los brazos).

Cenar solo fruta es una idea relativamente extendida entre mucha gente, pero equivocada si se quiere perder peso. De todas maneras, sí que puede ser efectiva de forma temporal, si lo que se persigue es aligerar el cuerpo cuando se tienen problemas digestivos, hinchazón abdominal o digestiones pesadas.

Poder diurético, no adelgazante

Las frutas tienen una composición nutritiva muy específica. Son abundantes en agua y fibra, fuente indiscutible de vitaminas (vitamina C, ácido fólico, betacaroteno o provitamina A) y de minerales como el potasio y el magnesio. Completan su valor nutritivo los pigmentos, que en las frutas cumplen un doble propósito. Primero su poder colorante, lo que da tono a la piel o a la carne de las frutas (betacaroteno de naranjas, mandarinas y melocotones; licopeno de las fresas; y antocianinas de las uvas y las ciruelas). En segundo lugar, su poder antioxidante, por lo que resultan complementos indiscutibles en una dieta preventiva.

La combinación de todos estos nutrientes en las frutas explica la propiedad esencial de los vegetales para cuidar el organismo. Por ello, su consumo habitual se manifiesta en una mejoría física y mental. Se siente la cabeza más despejada y el cuerpo, en particular las piernas, más ligeras y menos pesadas. Se fortalecen las arterias y las venas, con la consiguiente mejora de la circulación sanguínea. Se nota que se orina mucho más, por lo que se eliminan más sustancias de desecho, pero no grasa. Así, quien come fruta siente más ligereza, algo que no necesariamente se ve reflejado en el peso.