Una denuncia vecinal presentada a la Sindicatura de Greuges de Barcelona ha abierto un curioso debate sobre los espacios de recreo para perros, popularmente conocidos como pipi-canes. La queja expone que en uno de estos espacios, situado a la Derecha del Eixample, se pueden escuchar perros ladrando desde las seis de la mañana y hasta las dos de la madrugada, lo que dificulta el descanso de los vecinos. Ante esta molestia razonable, la grande pregunta planteada por la Síndica de Greuges ha sido: ¿Se tienen que restringir las horarios de los pipi-canes? ¿Es realmente tan insoportable el ruido como para tomar una medida de estas características? ¿Cómo se tendría que actuar?

En Barcelona hay actualmente 105 zonas de recreo para perros, repartidas por los diferentes distritos. Los territorios menos densamente poblados, como Sarrià-Sant Gervasi, encabezan el número de ofertas de estas zonas habilitadas para perros; mientras que en el centro de la capital catalana, en Ciutat Vella y el Eixample, precisamente donde hay más concentración de población, hay menos pipi-canes. Y parece lógico: las altas edificaciones del centro de la ciudad, junto con la proximidad de las zonas de recreo a las viviendas, complican la instalación de estos espacios.

La queja que se entregó a la Sindicatura de Greuges hace referencia a una serie de episodios de ruido que han sufrido los vecinos del pipi-can de la calle de Nápoles con Gran Vía de las Corts Catalanas. En la denuncia se expone que en la zona se escucha ladrar los perros en horas intempestivas, como las dos de la madrugada o las seis de la mañana, lo que complica el descanso de los vecinos. Además, no sólo se expresan problemas con los perros, sino también con los propietarios. En muchas ocasiones, a partir de las 11 de la noche, se reúnen grupos de personas en los pipi-canes que también hablan y generan molestias.

Otra denuncia, en lo referente al pipican situado en la avenida de Mistral, expone una situación parecida a la planteada en la zona de recreo para perros de Gran Vía.

Ante esta molestia, la Síndica de Greuges, Maria Asumpció Vilà, ha abierto la posibilidad de que se establezca una limitación horaria que ayude en la conciliar a las necesidades de perros, propietarios y vecinos. Una posibilidad para garantizar la implementación y el respeto a esta medida podría ser un Decreto de Alcaldía que incorpore el horario de los espacios a la legislación de la ciudad.