La implementación en la ciudad de Barcelona del modelo supermanzana tiene efectos contradictorios, de un lado, ha generado calles más amables y verdes que han permitido la mejora de la calidad de vida urbana, del otro, han sido focos de incivismo y de gentrificación. A estos efectos se suma ahora otro, la posibilidad de generar desigualdades si no se adaptan a la escala metropolitana o, dicho de otra manera, si no abandonan un cierto barcelonacentrismo. Esta es una de las principales conclusiones del estudio efectuado por profesores del Departamento de Geografía de la Universitat de Barcelona, que apuntan que implantar este modelo desde lo que llaman "localcentrismo", desconecta las actuaciones de la realidad metropolitana.
En concreto, el estudio Urban Planning Paradoxes and Sociospatial Fragmentation: The Superblock Barcelona Case (2016–2023)', publicado en la revista International Journal of Urban and Regional Research y elaborado por los geógrafos Lluís Frago y Alejandro Morcuende denuncia las contradicciones entre el discurso ecológico y las prácticas urbanas locales del proyecto Superilla Barcelona, poniendo en duda su capacidad para afrontar los grandes retos ambientales y sociales desde una visión metropolitana a partir de un análisis académico de la aplicación de las supermanzanas en Barcelona dónde compara los objetivos de este tipo de intervenciones urbanísticas con su implementación práctica, y reflexiona sobre como este enfoque puede afrontar los grandes retos ambientales y sociales desde una óptica más amplia y metropolitana.
El artículo observa que el modelo supermanzana, presentado como una solución a los efectos del cambio climático y como modelo de ciudad más saludable y humana, se ha desarrollado principalmente desde una óptica de proximidad y actuación a escala de barrio, sin tener en cuenta la complejidad funcional y territorial de Barcelona. Los autores hablan de un fenómeno que denominan "localcentrismo", una focalización para intervenir solo a escala de distrito o barrio, que desconecta las actuaciones de la realidad metropolitana y de las necesidades del conjunto de la ciudad. Uno de los casos analizados con más profundidad es el del distrito del Eixample, donde se ha desplegado el proyecto de manera más intensiva. A pesar de ser un espacio de alta densidad, con gran concentración de actividades económicas, sanitarias y culturales, las actuaciones en forma de supermanzana han sido guiadas por criterios residenciales y ecológicos. Esto ha generado algunas inquietudes por la pérdida de funcionalidad urbana y el impacto sobre sectores como el comercio, la restauración o el transporte de mercancías.
Tres paradojas a considerar en el despliegue del modelo
Frago y Morcuende identifican tres paradojas que, según su opinión, pueden generar tensiones en el desarrollo del modelo supermanzana. En primer lugar, apuntan que el proyecto podría favorecer una cierta fragmentación territorial, ya que podría intensificar la dinámica competitiva entre municipios y favorecer una urbanización más aislada y con desigualdades de acceso a los servicios. En segundo lugar, observan que el objetivo de afrontar retos globales como el cambio climático a menudo se traduce en acciones muy focalizadas a escala local, con un impacto que puede resultar limitado si no se integra en una estrategia más amplia. Finalmente, expresan que el modelo tiende a priorizar la función residencial del espacio urbano, dejando en segundo plano otros usos como el comercio, la actividad económica o la movilidad, con el riesgo de que esta orientación reduzca la complejidad urbana y el derecho colectivo a la ciudad. En este sentido, introducen el concepto de "hacer ciudad haciendo menos ciudad" para referirse al riesgo que ciertas intervenciones puedan restringir el potencial inclusivo del espacio público, a pesar de partir de un discurso con vocación transformadora y socialmente comprometida.