Hasta hace poco el Palau del Marquès d'Alfarràs -también conocido como Palau Desvalls-, situado en la entrada del parque del Laberint d'Horta, ostentaba el dudoso mérito de ser uno de los espacios patrimoniales de Barcelona en peor estado de degradación. Años sin uso ni conservación -excepto un ala utilizada por Parcs i Jardins- habían deteriorado hasta tal punto el inmueble que ya no tenía cubiertas en el tejado y, por lo tanto, el agua de lluvia aceleraba la decadencia de un palacio que había tenido momentos de esplendor, que da sentido a la existencia del laberinto, y que incluso fue objeto de una visita real, la del borbón Fernando VII el año 1826.


Esta situación empezó a cambiar en diciembre del 2022, cuando, aunque con medio año de retraso sobre el previsto, empezaron unas esperadas obras de rehabilitación presupuestadas en 4,7 millones de euros que, aunque inicialmente tenían que acabar en marzo de 2024, se han dado ahora por acabadas. La buena noticia es que, una vez finalizadas estas obras, Barcelona recupera un palacio que deja boquiabiertos a los visitantes que, a partir precisamente de este domingo, podrán acceder al interior en visitas guiadas todos los domingos y miércoles, los mismos días en que el parque del Laberint es de acceso gratuito. Una visita, en todos los sentidos, muy recomendable, pero para la cual ya no quedan plazas para esta semana.
El Palau del Marquès d'Alfarràs está catalogado como Bien Cultural de Interés Nacional, y la última gran actuación se hizo entre los años 1983 y 1987, cuando se rehabilitó el ala derecha del edificio, que desde el año 1993 acoge el Centre de Formació El Laberint, que imparte cursos y talleres de jardinería, agricultura y biodiversidad, con el objetivo de incrementar y consolidar el conocimiento y la divulgación del verde y la naturaleza urbana de Barcelona al conjunto de la ciudadanía. Ahora, la esperada rehabilitación ha permitido consolidar la estructura del edificio y, lo que sorprenderá de entrada a los visitantes, rehabilitar la fachada exterior, de un atrevido estilo historicista con elementos orientalistas que, con todo, conforman un monumental trampantojo, un artificio donde la decoración de la fachada aparenta ser en tres dimensiones, pero en realidad es toda pintada.
Un palacio laberíntico hecho a base de ampliaciones
Aunque la fachada de la entrada, que se abre a un peculiar patio redondo con un estanque central, contiene todos los elementos para captar la atención de los visitantes, el interior, aunque de momento no tiene uso, también tiene bastante interés. Para empezar, cabe decir que su original forma redonda tiene que ver con el hecho de que este edificio ha ido creciendo a partir de una torre inicial, la Torre Soberana, de los siglos XI-XII, también redonda, que sigue siendo el punto más alto del complejo. Además, como se trata de un edificio que se ha ido ampliando sucesivamente y de forma excéntrica en torno a la torre inicial, añadiendo nuevos espacios, al final el mismo palacio es un laberinto, situado al lado del parque del Laberint.



Entre los espacios interiores destacables, que ahora se han consolidado y asegurado, además de restaurar la decoración, eso sí, muy dañada, hay varias salas nobles, escaleras señoriales, terrazas con vistas a Barcelona y el mar, el acceso a varios jardines más privativos todavía que el propio parque, y en el sótano una bodega, ya que el edificio se convirtió en los siglos XIV-XV en una masía fortificada rodeada de viñas. Después de ser abandonada en el marco de la Guerra de Sucesión, la masía se fue transformando en palacio a base de ampliaciones y reconfiguraciones, pasando por la época dorada del siglo XIX y, lamentablemente, su abandono reciente, y eso que el Ayuntamiento de Barcelona lo adquirió en el año 1971.
Visitas agotadas y sin previsión de uso a corto plazo
Con respecto a las visitas, según ha apuntado Izaskun Martí, directora técnica de Parcs i Jardins, se prevé que sean posibles los miércoles y domingos "en formato de visita guiada y gratuita", con la intención de ofrecer dos turnos, a las 10:30 y las 12 horas, de veinticinco personas cada uno. Para visitarlo se requiere inscripción previa, que se ofrecerá con una semana de antelación y, como muestra de la expectación creada, las visitas para la primera semana ya están agotadas. De momento, estas visitas se mantendrán hasta el mes de enero de 2026.




Con respecto al uso de este edificio recuperado, de momento no hay ninguna decisión tomada, aparte de mantener el ala derecha para la escuela de formación de Parcs i Jardins. La rehabilitación, en todo caso, ha permitido asegurar la estructura del edificio y hacer instalaciones mínimas, a la espera de que se decida su futuro. Ahora el edificio está consolidado y ya no amenaza ruina, pero para dotarlo de algún tipo de uso: equipamiento, museo, cesión a alguna entidad..., hará falta definir las necesidades y después hacer las instalaciones -de agua y electricidad, principalmente- que hagan falta. A modo de ejemplo, se ha preparado un pozo para un eventual ascensor.
En todo caso, mientras este futuro uso no llega, Barcelona ha ganado para disfrute público un palacio que, injustamente, hacía demasiados años que estaba en el olvido y cada vez más degradado y que, además, se podrá visitar, "por primera vez". Pasear por el jardín y sus estancias, aunque estén vacías, son un viaje en el tiempo que no se puede pasar por alto que, además, se puede completar con el recorrido del parque del Laberint, que inicialmente era el jardín privado de los residentes del palacio y está formado por un conjunto de jardines de varias épocas con una extensión de más de 54 hectáreas distribuidas en tres niveles escalonados. En paralelo a la rehabilitación del palacio, también se está llevando a cabo la reforma integral del principal punto de atracción, el laberinto de cipreses recortados, ahora mismo sin ningún árbol, en una imagen del todo inusual que, a su manera, también es histórica.
