La fama que tiene la belleza de Praga es tan grande que podría perjudicar la visita por aquello de las expectativas, pero eso es sencillamente imposible. Esta ciudad está a la altura de su reputación. Se cuenta que Hitler, que había arrasado Varsovia y Stalingrado, jamás se atrevió a bombardear Praga por el embrujo que le producía. Y Kafka afirmó de su propia ciudad que no le soltaba a uno, que era “una madrecita que tiene garras”. Y es que Praga es tan bonita que casi no parece real

Caminando por el casco antiguo, que puedes recorrer tranquilamente en poco más de media hora, te sientes como si estuvieras en un cuento de hadas que ha durado siglos, con castillos medievales y palacios renacentistas, góticos y modernistas, con plazoletas, blasones, gárgolas y un reloj astronómico. Es como estar en Disneylandia, sin las atracciones artificiales y con desbordante y magnífica cerveza.

Aquí tienes algunas sugerencias para pasar tres días perfectos en Praga.

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Día 1. Barrio judío, Plaza de la Ciudad Vieja y Kafka

Empieza la visita en Josefov, el barrio judío de Praga. Ubicado dentro de Stare Mesto (Ciudad Vieja), cuenta con seis sinagogas, el Salón Ceremonial Judío y el impresionante Antiguo Cementerio Judío.

Después, puedes pasar por la Biblioteca Municipal de Praga y observar su famosa torre de libros, que va desde el primer piso hasta el techo. Y de ahí no hay nada a la Plaza de la Ciudad Vieja, centro histórico de Praga y Patrimonio de la Humanidad, en donde encontrarás restaurantes, cafés al aire libre y puestos de comida y cerveza, así como algunos de los edificios más hermosos de Praga, como la Iglesia de Nuestra Señora de Týn, con sus dos torres gemelas que alcanzan los 80 metros de altura, la Iglesia de San Nicolás y el Antiguo Ayuntamiento con su reloj astronómico medieval.

Explorando el centro de la ciudad, encontrarás muchos homenajes a Kafka, como la obra de Jaroslav Rona, por ejemplo, en la calle Vezenska. Y no te pierdas la Casa Danzante, el edificio deconstructivista de Franck Gehry inspirado en los famosos bailarines Fred Astaire y Ginger Rogers.

Día 2. Tranvía 22, Castillo y Puente de Carlos

Praga es una ciudad de tranvías, con 500 km de vías. Una de las líneas más pintorescas es el tranvía 22, que puedes coger en Namesti Miru (Plaza de la Paz) y que pasa por barrios clave como Nove Mesto (Ciudad Nueva) y Malá Strana (Ciudad Pequeña) camino del Castillo de Praga.

Si quieres parar a desayunar, baja en Ujezd, acércate al Café Savoy, una hermosa cafetería neorrenacentista, y pide el vetrnik, un tipo de pastel chou glaseado con caramelo.

Vuelve a subir al tranvía 22 en Ujezd en dirección al Castillo de Praga, reconocido por el Libro Guinness de los Récords como el castillo antiguo más grande del mundo. Aquí están, entre otras cosas, el Antiguo Palacio Real, que se remonta al siglo XII, la Catedral de San Vito, construida durante un período de casi 600 años, y la oficina oficial del presidente de Chequia.

Muy cerca está Golden Lane, con sus pequeñas casas coloridas, en una de las cuales residió Kafka. Y no mucho más lejos está el muro dedicado a John Lennon y la calle más estrecha de Praga, de no más de 50 cm de ancho. Desde ahí, la visita obligada es el Museo Franz Kafka. Y vuelta a la ciudad vieja por el Puente de Carlos, uno de los puentes peatonales más bonitos del mundo.

Praga de noche en invierno / Pixabay
Praga de noche en invierno / Pixabay

Día 3. Siguiendo a David Cerny

Cerny es uno de los artistas contemporáneos más destacados de Praga. Obtuvo notoriedad por primera vez en 1991 cuando pintó de rosa un tanque conmemorativo soviético y ha estado haciendo casi lo mismo desde entonces. Su legado es tan importante que merece la pena dedicar un día a visitar sus obras provocativas por toda la ciudad.

Como la escultura llamada "Hombre colgando", que representa a Sigmund Freud colgando de un brazo sobre la calle Husova. O la cabeza cinética de Franz Kafka, a unos 5 minutos a pie al sur. O la llamada "Brown-Nosers", que consiste en dos esculturas gigantes de fibra de vidrio con escaleras que conducen a sus anos. O "Mear", cerca del castillo, que representa a dos hombres orinando fundidos en bronce.