El escándalo no ha tardado en estallar. Rocío Carrasco, heredera universal autoproclamada de la memoria de Rocío Jurado, ha ejecutado un movimiento tan inesperado como polémico: ha vaciado el museo de su madre en Chipiona, dejando tras de sí una colección que, según algunos vecinos, ha quedado reducida a unos pocos objetos. Todo, para trasladar el contenido a un nuevo “show itinerante” en Cullera, Valencia. La situación ha generado una auténtica tormenta en Chipiona, donde el Ayuntamiento aún mantiene un contrato activo con Carrasco y su marido, Fidel Albiac, por la gestión del museo. Un contrato que, con prórroga incluida, les ha reportado ya más de 180.000 euros de dinero público, a cambio de mantener un museo... que ahora no tiene nada que mostrar.

Cullera bajo sospecha: el “museo errante” arranca en pleno verano

Lo que en Chipiona es ahora una sala vacía, en Cullera promete ser un espectáculo de luces, vestuarios y —según muchos vecinos— engaño y bochorno. A partir del 16 de julio, fecha de la Virgen del Carmen, se abrirán las puertas de esta exposición errante en la que los trajes originales de Rocío Jurado serán la estrella. Todo esto a un módico precio de 12 euros la entrada, lo que muchos consideran “una tarifa simbólica para ver la memoria de una artista convertida en mercancía de mercadillo”.

El problema, sin embargo, no es solo moral. Se trata también de legalidad y ética pública. ¿Cómo es posible que Chipiona siga pagando un canon anual por la conservación del legado de Jurado mientras sus vestidos viajan en tráiler rumbo a otros pueblos? ¿Se ha convertido Rocío Carrasco en una vendedora de recuerdos? ¿Y Cullera, en la primera escala de un espectáculo itinerante que parece más un recordatorio de tragedia que un evento cultural?

La “maldición Carrasco”: denuncias, demandas y dinero que nunca aparece

Según reveló Maica Vasco en su canal de YouTube, los habitantes de Chipiona están hartos. Empresarios, hosteleros y vecinos no entienden cómo se ha llegado a esta situación, ya que antes recibían visitantes de toda España atraídos por Rocío Jurado, pero ahora la afluencia ha caído drásticamente, hasta el punto de que un hostelero señaló que hasta la cafetería del museo sufrió pérdidas al caducar su mercancía debido a la escasez de clientes.

Y no es la primera vez que la hija de la artista protagoniza un capítulo turbio. Recordemos el famoso caso de los azucarillos con la imagen de Jurado que, al ser distribuidos por una asociación local, provocaron el envío inmediato de un burofax amenazante por parte de Carrasco, exigiendo su retirada. El temor a las demandas por usar el nombre de la cantante ha paralizado cualquier intento de homenaje desde entonces.

En una maniobra que rozaría el surrealismo si no fuera real, Rocío Carrasco y Fidel Albiac han apostado por un modelo de museo errante: trajes en camiones, luces, espectáculos musicales con Anabel Dueñas como telonera. ¿El objetivo? Llevar el legado de Rocío Jurado de pueblo en pueblo... al mejor postor. Pero la pregunta más incómoda sigue sin respuesta: ¿por qué lo hacen? Porque según confesiones cercanas, la pareja no tiene un euro. Tras documentales, musicales fallidos y contratos públicos opacos, el dinero se esfuma y nadie sabe exactamente a dónde va. Lo único cierto es que la memoria de Rocío Jurado ha quedado en entredicho y su museo, reducido prácticamente a la nada.