Un comentarista de fútbol es una figura parodiada. Los teleespectadores les conocen todos los tics, exageraciones y vocabulario. Michael Robinson no es Puyal pero huye del tópico. Su castellano de guiri y su talento británico lo convierten en uno de los narradores más entretenidos del fútbol televisado. Robinson sufre un cáncer con metástasis que le diagnosticaron en otoño y que le dijeron "no tiene cura". Una sentencia de muerte que ahora está tratándose y le permite una metáfora futbolística. En una entrevista al diario El País se ve así: "Me siento como que pierdo 2-0 y falta media hora". Cierta angustia que resuelve con optimismo: "Pero ahí tengo a Messi quitándose el chándal para salir. Lo gano seguro".

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Antena 3

A Susanna Griso le reveló que el primer tratamiento le costaba unos 14 mil euros mensuales que no se podía permitir. Ahora está en manos de la sanidad privada siguiendo un tratamiento. Explica el susto de encontrarse un bulto del tamaño de un limón en el sobaco: "No me planteo morir de esta. Viajé del infierno al cielo en dos horas. Me salió un bulto en la axila que en pocos días se me puso como un limón. El segundo doctor me dio un 37% de posibilidades de cura total y la seguridad de que, al menos, si no desaparecía la enfermedad, conviviré con ella". Tres operaciones después y sesiones de inmunoterapia permiten verle cada fin de semana retransmitiendo partidos en Movistar.

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Robin, como le llaman los amigos, envía un optimismo contagioso a tantas familias que conviven con un pariente con cáncer: "Nunca me había planteado que me quisieran tanto. He llorado más de emoción por las reacciones de la gente que por la gravedad de la situación. No me he vuelto religioso. Esto me va a convertir en un buen tío antes ser demasiado mayor. Creo que si fuera a morir, lo sabría". El campo aplaude en pie. El minuto de silencio tendrá que esperar.