Marta Sánchez ha recuperado una antigua costumbre olvidada: sentirse noticia. Lástima, sin embargo, que este retorno a la primera línea no tenga el regusto dulce de antaño. No le gustará nada leerlo, pero la realidad es que se ha convertido en una caricatura de sí misma. Y por lo tanto es más fácil mofarte de sus peripecias que aplaudirla. A ver, que todavía le quedan incondicionales dispuestos a romperse las manos por ella, pero cada vez son menos. La estrella se apaga y no puede hacer nada para evitarlo. Drama.

También es cierto que ella no ayuda demasiado a revertir la situación. De acuerdo, Martísima es una diva del pop español y actúa como tal desde hace mucho tiempo: por eso se marchó de España en los 90 y se estableció en Miami, como tantos otros artistas que, curiosamente, se vanaglorian de españolidad pero sin colaborar con la causa. Es decir, pagar impuestos. Entre la cartera llena de billetes y la bandera rojigualda ella escogió la primera opción. En 2018 se hartó de la diáspora y volvió a la madre patria, un viaje de retorno con sorpresa en la maleta: le puso letra al himno de España. La 'Marcha Real' ahora es la 'Marcha de Marta'. O cuando menos eso cree. 5 años tiene su versión del himno nacional español... y 5 años de fracasos en la mochila. Le hace pupa. Mucha pupa.

Marta Sánchez avión EL Mundo
Marta Sánchez / Twitter

Marta Sánchez hizo el ridículo cantando su versión del himno de España en la final de la Copa del Rey

La última puesta en escena de esta ocurrencia delirante se materializó en la final de la Copa del Rey de fútbol, el sábado pasado en el estadio de La Cartuja de Sevilla. Un escenario ideal, 60.000 personas en las gradas y millones viéndolo por televisión. Eso sobre el papel, claro: la realidad era diferente. Y ridícula. No era el show de la Superbowl, era un espectáculo digno de las fiestas patronales del pueblo más recóndito de la España vaciada. Como el estadio, vacío como una mala cosa. Total, que Sánchez ejecutó ante cuatro gatos la creación que pergeñó durante un año y medio en Miami y remató en Madrid, "cuando supe que iba a hacer un concierto de piano en la Zarzuela, hice los arreglos para que sonara bien y acabé la letra". Fantasía pura: sigue sin sonar bien. Tampoco la letra engancha, solo a merengues y españolistas como ella. Los de Osasuna la frieron a pitos tras oírla desgañitarse con "rojo, amarillo, colores que brillan en mi corazón y no pido perdón. Grande España, a Dios le doy las gracias por nacer aquí, honrarte hasta el fin".

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El aspecto del estadio durante el himno de Marta Sánchez / Twitter
Marta Sánchez himno GTRES
Marta Sánchez en plena ejecución / GTRES

La reacción de Sánchez, amargura pura

Pues bien, Sánchez ha reaccionado tarde y mal a las críticas, las mofas y la pitada a su obra magna. En declaraciones a Europa Press ofrece una respuesta penosa, enrevesada, sin pies ni cabeza. La vemos amargada y confusa: "En este país los pitidos siempre son más ruidosos que los aplausos". En todos, amiga. "Hubo más aplausos que pitidos". Es una manera de verlo. Sesgada, pero una forma más. "¿Qué mejor sitio que la Copa del Rey para cantar mi himno, no?" Bueno, podemos proponer otros recintos más adecuados e íntimos, si quieres. "Me siento muy orgullosa de haber hecho este himno que es muy bonito, que le he puesto música y letra" (cuidao, que se lo apropia del todo). La traca final, directamente desde la Plaza de Colón: "Los que siguen pitándolo es una tristeza, siento pena por ellos, debe ser muy duro vivir en un país en el que no estás a gusto. Pero yo sí estoy muy a gusto y muy orgullosa de ser española". Lo sabemos. Olé-olé tú. Claro que sí.

Marta Sánchez descubriendo que hay ciudadanos del Estado que no se sienten españoles. Y aún menos, españolistas. Bienvenida al mundo real.