Jordi Sánchez es uno de los actores más queridos por el público de todo el Estado. En Catalunya lo conocemos bien, gracias a series míticas como 'Plats Bruts'. En el resto de la península, su máximo esplendor llegó con 'La que se avecina'. De hecho, hay quien todavía piensa que su nombre real es Antonio Recio. Hace tan bien su trabajo que provoca esta confusión. Afortunadamente Jordi no tiene nada que ver con aquel personaje machista, xenófobo y 'cuñao' por antonomasia. Ni mucho menos. Nada más lejos de la realidad.

Sánchez es un especialista en hacernos reír, pero fuera de la pantalla hizo sufrir y mucho a su público, amigos y familiares. Se contagió con el coronavirus e inició un infierno personal descomunal. Pasó 24 días en la Unidad de Cuidados Intensivos sedado, dormido, aislado del mundo y con alucinaciones. Cuando despertó su mundo se hundió más todavía: era un ecce homo, incapaz de caminar, sin fuerzas ni siquiera para sostener una tablet. Una situación dantesca que, con el paso del tiempo y un esfuerzo enorme, pudo superar y dejar atrás. Actualmente no tiene secuelas, pero si un montón de vivencias conmovedoras. Un relato que ha vuelto a compartir a través de una carta muy especial y que publica el digital Vanitatis. Se lo escribe a si mismo, a su yo de hace un año y medio. Hay que leerla, impresiona.

Jordi Sánchez en una fotografía de su Instagram

El actor Jordi Sánchez cuando salió del hospital / Instagram

"Quiero hacerte saber la que se te viene encima. El domingo, en el AVE Barcelona-Madrid, vas a sentir escalofríos y a suponer que no va bien la cosa. Te harán la prueba y te dirán lo que suponías, que eres positivo". Así empieza la misiva, en la que también recuerda que su contagio se produjo en un momento especialmente doloroso: su padre acababa de morir por este enfermedad. Tras 8 días en casa sin demasiadas complicaciones, pero sin vencer sl virus, lo llevaron en ambulancia a un hospital. ""Te vamos a intubar. Si quieres llamar a alguien…” Empezaba el calvario. Llamó a su pareja y a su madre, a la que no reveló la gravedad de la situación. No así a sus hijos, para no preocuparlos tampoco. Acto seguido, la intubación y la sedación. 24 días después, despertaba. Sol. Muy solo. "No van a dejar que entre nadie y eso se te hará muy duro. Pero todo el mundo, y en la distancia a través de Skype, estará muy contento de que hayas despertado. Pero tú no vas a comprender el motivo de tanta alegría. Te habrán caído treinta años encima". Dos días terribles, "te dolerán todos los huesos, no podrás andar, no podrás escribir, no sabrás si puedes tragar y no van a dejarte ni comer ni beber. Y las alucinaciones que vas a sufrir debido a la medicación te harán creer que uno de tus hijos ha muerto".

"Cuando te digan que estás alucinando, y que tus hijos están perfectamente, vas a ser el hombre más feliz del mundo y vas a llorar como un niño de puro alivio, de agradecimiento, de alegría extrema". Después vendría la recuperación, lenta pero firme. Y tocar el paraíso:  "Por fin, un día te dirán que puedes irte. Y te irás encantado. Y fuera te estará esperando gente a la que quieres mucho. No toda, porque todavía no se puede viajar por el bicho, pero la suficiente, y una avalancha de mensajes preciosos. Pisarás el asfalto como si fuese el cielo". Hasta llegar al día de hoy, en lo que se ha zampado un arroz con gusto a gloria. El sabor de la vida plena. Una gozada.

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Jordi Sánchez / GTRES

Felicidades, Jordi. Te hemos echado de menos, del primero al último día. Bienvenido de nuevo.