En un giro que nadie esperaba, Isabel Preysler, la siempre sofisticada socialité filipina-española, contactó con Mario Vargas Llosa días antes de su fallecimiento. La noticia ha sacudido los círculos mediáticos y culturales, no tanto por la acción en sí, sino por la carga emocional que representa. Fuentes cercanas al entorno de la ex pareja aseguran que la llamada no fue directa, pero sí clara en su intención: Isabel, enterada del deterioro en la salud del Nobel, movió hilos discretamente para hacerle llegar un mensaje lleno de afecto y respeto. Según testigos, la comunicación no fue personal, sino a través de terceros de confianza que trasladaron los deseos de Preysler al entorno más íntimo de Vargas Llosa. No se trataba de una reconciliación, ni mucho menos, sino de un gesto humano que reflejaba su filosofía de vida: la educación, la empatía y el respeto están por encima de cualquier confrontación o malentendido.

Tamara Falcó y su madre, unidas por la cortesía diplomática

Pero Isabel no estuvo sola en este gesto. Tamara Falcó, su hija y figura pública de gran peso mediático, también habría mostrado su respeto hacia la familia del escritor, aunque siempre desde la distancia. Ambas mujeres, conscientes del legado cultural y político de Vargas Llosa, hicieron llegar sus condolencias a la familia del autor de La fiesta del chivo. La pregunta que flota en el ambiente es clara: ¿fue este gesto bien recibido por los hijos del escritor? Ante la incómoda cuestión, Álvaro Vargas Llosa, primogénito del Nobel, prefirió guardar silencio. En un reciente homenaje celebrado en el Ateneo de Madrid, donde presentó el libro El polemista arriesgado, Catorce asedios liberales a Vargas Llosa, evitó confirmar o desmentir si hubo contacto con Isabel o Tamara. Su respuesta fue evasiva, pero el gesto fue leído por muchos como una forma elegante de no abrir viejas heridas en un momento de luto.

Un homenaje cargado de emociones y presencias ilustres

El evento en Madrid reunió a grandes personalidades como José María Aznar, Mariano Rajoy y Felipe Calderón, entre otros líderes políticos y culturales, que quisieron rendir tributo a un hombre que no solo fue un titán de la literatura, sino un actor incansable en los debates ideológicos de nuestro tiempo. En ese contexto solemne, la ausencia de Isabel Preysler fue tan notoria como comprensible.

La historia que compartieron, repleta de flashes, portadas y frases cruzadas, había quedado atrás… pero no olvidada. Álvaro Vargas Llosa no ocultó su emoción al recordar a su padre, destacando la cercanía entre ambos: “Echo de menos todo”, confesó ante los medios. También reveló que tanto su madre, Patricia Llosa, como sus hermanos, se encontraban serenos, unidos y agradecidos por las múltiples muestras de cariño recibidas desde distintas partes del mundo.

La actitud de Isabel Preysler en este delicado episodio ha sido descrita por quienes la conocen como “digna y sensata”. Su voluntad de no hacer públicas las condolencias, ni aprovechar la situación para protagonizar titulares, contrasta con lo vivido en otras rupturas mediáticas. No hubo flores en el funeral, ni declaraciones públicas, solo un mensaje privado que cruzó el Atlántico, acompañado por el respeto que nunca se perdió del todo. El rey emérito Juan Carlos I, gran amigo del escritor, también hizo su parte, llamando personalmente a Álvaro para ofrecer sus condolencias desde Abu Dabi. Así, el círculo se cierra con discreción. Isabel Preysler, mujer de glamour y diplomacia, eligió el camino menos estridente para despedirse de quien fuera su gran amor durante casi ocho años.