La gente bien de Madrid llenó el Teatro Real de Madrid con motivo del estreno de la ópera 'Aida'. Un no parar de VIPS, empezando por la cúpula: Felipe VI y Letizia. La presencia de los reyes no pasó desapercibida, sobre todo por el detalle de la consorte, que daba la nota con un traje muy escotado. En su caso, eso sí, por la espalda. La parte posterior de Ortiz quedaba al descubierto, y lo que se veía era una musculatura digna de una culturista. La cosa era tan impactante que el diseño de 195€ que llevaba quedaba en un segundo plano, claro.

En el ranking de importancia mediática la segunda pareja más conocida era la formada por Isabel Preysler y Mario Vargas Llosa. Bueno, con la Preysler, reina del corazón por antonomasia, ya tendríamos bastante, pero incluiremos en el paquete al escritor peruano e ídolo del españolismo más caduco. Si Isabel es sinónimo de lujo, estilo y elegancia, Vargas Llosa no. El armario, el vestuario y los espejos son elementos que le son ajenos. Sí, de acuerdo: es hombre de letras y un intelectual, y tal, pero cuando compartes la vida (no sabemos si el domicilio, pero vaya) con una socialité como la filipina el escrutinio está asegurado. Y Mario siempre suspende. Si se tiene que vestir él solito, prepárense para el desastre. ¿Un ejemplo? La visita que hizo a Tamara Falcó durante la edición de 'Masterchef' en la que participó y ganó. Qué desbarajuste, una chapuza. No daba buena impresión con la camisa sin planchar y por fuera de los pantalones, también arrugados, como si hubiera salido de farra. Aquel día Isabel aprendió una valiosa lección.

Isabel Preysler, Tamara Falcó y Mario Vargas Llosa Masterchef RTVE.es
Isabel Preysler, Tamara Falcó y Mario Vargas Llosa en 'Masterchef' / RTVE.es
Mario Vargas Llosa descamisado en Masterchef RTVE.es
Mario Vargas Llosa descamisado / RTVE.es

Nota mental: Mario no puede vestirse solo. Hay que vigilarlo porque lo hace con tan poca gana que la cosa sólo puede acabar mal. De hecho cuando lo vemos sin la compañía de su querida, la única definición posible es la de pintas. ¿O no recuerdan las imágenes de Vargas Llosa cuando lo pillaron en su domicilio de soltero hace unos meses, entre rumores de separación y pelea? El hombre salía a caminar por la mañana de aquella manera. Aquella crisis sentimental se cerró a toda prisa, devolviéndolo a unos estándares estilísticos más aceptables. Sin estridencias ni grandes alegrías, aburrido pero presentable. Que no es poca cosa.

Mario Vargas Llosa en mansión Isabel Preysler GTRES
Mario Vargas Llosa de paseo matutino / GTRES
Isabel Preysler netflix
Isabel Preysler y Tamara Falcó alucinando / Netflix

En el Teatro Real vimos al escritor con su uniforme oficial, americana oscura, camisa blanca y corbata. Todo planchado y en su lugar. Un éxito. El lazo, además, hacía juego con el traje de la Preysler. ¿Qué bien, Mario, qué detallista, ¿verdad? Pues no. Vargas Llosa se lo encuentra todo en el galán de noche, sólo se tiene que poner las piezas. Isabel no se fía ni un pelo. Y lo reconoce. Un reportero de agencia, haciéndoles la rosca con la intención de obtener una respuesta o frase sobre Tamara Falcó y su alboroto con Íñigo Onieva, la pincha. "¿Le elige usted las corbatas?". La cara de ella, un poema. La respuesta lo dice todo: "Se las compro", decía con una sonrisa maliciosa. El armario ni tocarlo. Que después pasa lo que pasa.

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Isabel Preysler y Mario Vargas Llosa Europa Press
Isabel Preysler y Mario Vargas Llosa / Europa Press

La especialidad de Vargas Llosa son los libros, pero los cuadros no se le dan nada mal. Él es uno.