Hace tiempo que no vemos demasiado ni a Carlos Lozano ni a Mónica Hoyos por la tele. A él, hace siglos que no le vemos presentar, cuando muchos años atrás era uno de los nombres más buscados por las cadenas para conducir sus proyectos. Operación Triunfo, Granjero busca esposa, Con T de tarde, La ruleta de la fortuna... Después, le vimos más haciendo de concursante en programas como Gran Hermano VIP o haciendo de colaborador. A ella, la descubrimos en 1999 haciendo de azafata en el programa donde se conocieron con Lozano, El precio justo. La peruana y el madrileño mantuvieron una relación de veinte años, aunque después la cosa acabó como el rosario de la aurora y se separaron. Fruto de esa unión tuvieron una hija, Luna, nacida en 2004, que ya tiene 21 años.
Ahora parece que la expareja mantiene una relación cordial, aunque se las han tenido a menudo, precisamente, por discusiones sobre cómo criar a su hija en común. Una Luna que se parece mucho a su padre y que tiene muy claro qué quiere hacer en la vida, y no tiene nada que ver con cuestiones televisivas como sus padres, aunque hubiera tenido más fácil estar delante de cámaras por las trayectorias de Carlos y Mónica. Si acaso, si alguna vez se tiene que dejar caer por la pequeña pantalla, que sea con un objetivo muy concreto: "Si hay algo de política que me interese lo suficiente para ir, estaría encantada. Me parece que es uno de los medios más importantes para llegar a la gente que ejerce su derecho al voto. Los jóvenes votan, pero quizá no están tan informados como cuando eres más mayor. Cualquier otra propuesta no me interesa". O haciendo algo sobre política, o nada.
Luna siente pasión por la política y quiere conseguir que los jóvenes como ella se interesen por la política, sin confrontaciones. Explica que "Mis padres siempre me han apoyado en todo lo que he querido hacer", a pesar de que ha estado muchos años separada de ellos, viviendo en Londres, donde todavía está, aunque siempre que puede visita a sus padres en Madrid, como acaba de ocurrir recientemente, además de hacer un máster: "Mi madre quiere que lo haga allí, quiere que me quede tranquila en un sitio". Una vocación que le viene de lejos, de hace tres años, cuando participó en un programa de representación juvenil en Bulgaria, una iniciativa "en la que pudo conocer de cerca el trabajo de organismos internacionales y el papel de los jóvenes en la construcción de políticas globales", tal como dicen en Vanitatis.
Después, colaboró con la embajada de Nepal en España, y acabó de coger más fuerza el hecho de dedicarse a la política exterior. El año pasado trabajó en Bruselas en la Cámara de Comercio Americana: "Trabajar en la Unión Europea me ha servido para ver cosas distintas y enterarme de lo que ocurre en el contexto internacional", especialmente España y el país de su madre, Perú: "España es mi país y me importa que esté bien. También en Perú, mi tesis de este año es sobre lo que está ocurriendo allí. La idea principal era ser embajadora porque no sabía lo que conllevaba. Ahora lo veo de otra forma. No es algo que descarte, pero me interesa más la política general. La política exterior me parece interesante. Si no estuviera ligada a ninguna ideología, es algo en lo que trabajaría. Al final es cómo España es percibida en el contexto internacional". Estaremos atentos a ver si dentro de poco la vemos haciendo política en algún partido.