Existe una fuerte preocupación por la disminución a nivel global de las abejas. Greenpeace ha advertido que las poblaciones de este insecto disminuyeron en Europa un 25% entre 1985 y 2005. Datos recientes de la organización revelan que el 46% de las 68 especies de abejones europeos están en declive y el 24% en peligro de extinción.

Con el fin de conocer los motivos de esta fuerte bajada, investigadores australianos de la Commonwealth Scientific and Industrial Research Organization (CSIRO) y miembros del proyecto VizzzBees han equipado a 10.000 abejas de Tasmania con microchips que informan de la vida y movimiento de las abejas. Estos dispositivos, de 2,55 mm, van colocados en la parte superior de las abejas y se abastecen de la energía que emite el aleteo de este insecto.

Otra de las medidas ha sido equipar las colmenas de las abejas con mini-ordenadores que registran toda la actividad de las abejas, cuándo entran y salen de la estructura, con la idea de tener controlados sus costumbres y comportamientos. Estos ordenadores registran también factores como la temperatura en el interior de la colmena o la humedad, y ofrecen los datos a los investigadores en tiempo real vía Wifi o Bluetooth.

Posibles motivos

Las prácticas de la agricultura industrializada, como los monocultivos, que generan una menor diversidad de alimentos para estos insectos, el uso de plaguicidas y los impactos del cambio climático son algunos de los posibles motivos que explican esta tendencia a la baja de los polinizadores.

Los investigadores esperan que, a través de estas medidas, se extraigan algunas conclusiones que puedan ayudar a parar esta dinámica. Existen motivos para poner solución a este problema, ya que las abejas son un elemento clave para el ecosistema del planeta.

La polinización, el intercambio de polen entre las flores, es indispensable para la vida en el planeta. A través de este proceso, las plantas pueden reproducirse, al mismo tiempo que estas se convierten en alimento para millones de especies. Y no sólo es importante para el ecosistema, sino que también son un elemento clave para los productores mundiales de miel, que pueden ver su modelo de negocio claramente afectado por esta problemática.